Reina Escarlata I: Guerra de sangre

Capítulo 10: El origen

Como era obvio, Riley estaba nerviosa. La pobre había pasado por muchas cosas impactantes desde el día anterior, desde que se enteró de quién era él en realidad. Max sabía que había hecho todo lo posible para mantenerla a salvo y evitar que estalle con tanta noticia extraña sobre su identidad, pero no había forma de disfrazar el asunto lamentablemente. Estaban en una situación extrema, Philippa y los Dagger los perseguían, y además acababa de enterarse que la sangre de su chica estaba ligada a los vampiros de una forma, puede decirse, mortal. Si, eso era.

Ahora los cuatro estaban tomados de la mano esperando que la bruja haga la conexión. Apretó suavemente la mano de Riley y ella giró a verlo. En sus ojos encontró miedo y confusión. Eso le dio mucha rabia. Ella tuvo una vida normal, no merecía ser parte de ese circo. Claro que al final de todas maneras se iba a involucrar y hubiera sabido quien era él, pero no de esa manera. Max le sonrió y ella correspondió su sonrisa, pobre de Riley, las cosas que tenía que pasar.

—¿Listos? —preguntó Jazmín—. Cierren los ojos, relájense. Sentirán como si estuvieran en un sueño, será como una visión.

—¿Y no es peligroso? —preguntó Riley—. Quiero decir, vamos a estar como dormidos, ¿no corremos riesgo?

—Tranquila, si siento peligro desharé el hechizo a tiempo —le dijo la bruja intentando calmarla. Ella respiró hondo, Max podía sentir su mano temblorosa.

—Bien, hay que hacerlo de una buena vez —pidió la chica.

—¿Demorará? —preguntó Antonette ahora.

—No mucho, solo lo necesario. Ahora cierren los ojos, es hora de empezar.

Jazmín empezó a decir sus palabras para el hechizo, él también cerró los ojos. Se preguntó qué clase de visión tendrían, Jazmín había mencionado algo sobre el origen de la línea de sangre de Riley. ¿Qué tan atrás en el pasado viajarían? ¿Volvería a ver sus días de niño vampiro? ¿O los días de la maldición de la reina escarlata? Le daba curiosidad. Pronto sintió adormecerse todo su cuerpo, casi no sentía las manos de Antonette ni de Riley, fue como si se relajara por completo. Una extraña brisa fresca rodeó su cuerpo. Sonidos, sensaciones, aromas y voces del pasado reaparecieron. No abrió los ojos, pero podía ver como aparecían las calles, las iglesias, la antigua casa Edevane en París. Estaba de vuelta aquellos años, pero era como si sobrevolara todo.

Volaba, seguía andando a través de los cielos, pronto París quedó atrás. Seguía volando por bosques, ciudades poblados. Cruzó el mar, una densa niebla lo recibió al otro lado, a aquella isla. Estaba en Inglaterra, el lugar donde empezó todo para Riley...

 

************

 

—¡Mamá! —escuchó gritar a una muchacha. Hace un momento sintió como si estuviera volando, pero de pronto había aparecido dentro de un castillo en medio del bosque en algún lugar de ese país.

Era de noche, las antorchas estaban encendidas. Ya no se sentía como flotando, parecía que estuviese ahí, como un fantasma. Aquella chica volvió a gritar. No era un grito normal, era uno lleno de alarma, de terror. Y él también se sintió asustado de pronto.

—¡Ayuda! —decía la muchacha, pero esta vez estaba más cerca. Logró verla, llevaba un collar con el símbolo del aquelarre Dagger. Era una bruja. La voz de alarma atrajo a más personas, ahora varios brujos llegaron corriendo desde la planta baja.

—Es Cassandra —dijo uno de ellos. Le pareció reconocer su rostro, era Abel, uno de los hermanos de su "cuñada". Uno de los que les declaró la guerra cuando supieron de la relación que esa chica tuvo con Cassian.

—¿El bebé? ¿Ya va a nacer? —preguntó con preocupación otro brujo, uno mayor—. No estaba planificado así, aún no es hora, no es medianoche. Tendremos que retrasar ese parto.

—¿Dónde está mamá? ¿Por qué nadie la ha buscado? —preguntó la muchacha que había gritado primero mientras miraba alrededor. Ahora lo tenía claro, esa debía de ser una hermana menor de Cassandra.

—Ya va a llegar —le dijo Abel—. Debes calmarte, Carine. Ese bebé no morirá, nosotros nos encargaremos de eso.

—Pero ella si morirá, ¿verdad? —preguntó la chica, que ahora sabía se llamaba Carine. Tenía lágrimas en los ojos, hizo esa pregunta con rencor—. La van a matar.

—No se dice matar, se dice sacrificio —contestó con frialdad el brujo mayor—. Cassandra sabe que ha pecado, sabe que ha cometido una abominación. Ni siquiera debimos permitir que ese embarazo llegara hasta ese punto.

—¡Pues entonces le hubieran arrancado al hijo del vientre! ¡No tienen que matar a mi hermana! —gritó Carine molesta.

—Cassandra puedo ser una gran bruja y líder, pero ahora su existencia es abominable —sentenció el desgraciado de Abel—. El momento ha llegado, hoy es la noche del sacrificio y el ritual, pero aún no. Debe esperar un poco.

—Ya escuché el alboroto.— Una cuarta persona apareció. A esta si la reconoció Max, era ella. La líder de los Dagger de aquel entonces, la madre de Cassandra. Aquella mujer llamada Elizabeth Dagger—. Traigan a mi hija a la sala del ritual, que sea rápido.

Por más que Carine lloriqueara, el brujo mayor y Abel entraron a la habitación donde Cassandra sufría sus primeras contracciones. La leyenda del nacimiento de la reina escarlata contaba que los Dagger provocaron el parto, pero por lo que veía, hicieron lo posible para retrasarlo y que todo salga conforme a sus planes.




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