Reina Escarlata I: Guerra de sangre

Capítulo 33: Impotencia

Thierry tenía razón, era un estúpida y por su culpa los vampiros perdían la fe en la humanidad. Sabía que aprovecharse del pánico era un gran peligro, y aún así lo hizo. Apenas Thierry se desmayó a causa de la herida que le hizo Antonette, ella se escabulló de la habitación y caminó hacia el Palacio Arzobispal. A cada paso que daba Riley se convencía de que se estaba pasando de idiota, que lo más probable es que ni logre ver a Max. Pero era un impulso que no podía controlar, algo que era más fuerte que ella.

Algo que quizá no era ella. Cuando esa idea pasó por su mente se detuvo y se quedó paralizada. Quizá era Cassandra. Quizá era su vida pasada. Sus actos en ese momento no tenían lógica, así que eso fue lo único que se le ocurrió. Consciente de que lo que Cassandra quería era volver con Cassian lo mejor era oponerse y volver sus pasos. Cuando Thierry note su ausencia sí que se iba a molestar, y en verdad no quería ver al vampiro furioso, mucho menos que Ettiene se entere. "Pero Ettiene está ocupado con Antonette, y Thierry fuera del juego. Puedes hacerlo, no pasará nada..."

—¡No! —gritó. Sentía el corazón acelerado, tenía miedo de sí misma. Ni siquiera podría afirmar si aquel pensamiento fue suyo, o si era algo ajeno. Si era Cassandra ordenándole cosas—. Tengo que volver, tengo que volver, tengo que volver...—respiró hondo y se repitió eso varias veces, intentando convencerse de hacer los correcto.

"Sabes que eso no es lo que quieres...", se dijo. Claro que lo sabía, lo que en verdad deseaba con todas sus ansias era ir con Max. Dudó unos segundos, pero sus pies se negaron a obedecerla y quedarse inmóvil, pronto continuó con su camino hacia el plan inicial. Cassandra le estaba jugando sucio, sabía que ella quería ver a Max y que solo lo lograría si iba al palacio, al mismo lugar donde estaba Cassian. Eran sus ansias, y las de ella. Sentía todo a la vez, y era abrumador. Entendía por qué Ettiene le puso un guardia, para que no se deje llevar y haga una estupidez como esaA.

El Palacio Arzobispal estaba en completo silencio, casi como siempre. Nunca veía nadie cerca, pero siempre se sentía observada. Sabía que había vampiros escondidos en las sombras, no estaba sola. Se suponía que nadie iba a atacarla pues el clan Edevane la protegía, sabía también que ningún vampiro en su sano juicio querría probar un poco de su sangre. Eso no quitaba que a cada paso se sintiera como un cervatillo adentrándose en un oscuro bosque donde la muerte le esperaba. O la perdición. No lo lograría, estaba segura de eso. Lo único que iba a encontrar sería tentaciones.

Estaba parada en la base de la escalera que conducía al segundo piso, sabía la ruta que tenía que tomar. Puede que alguien le cierre el paso, y eso estaría muy bien. Si ella no podía frenar esa locura entonces que lo haga alguien más. Quizá no debió pensar eso, era como atraer la mala suerte. Caminó sin interrupciones por el segundo piso, cruzó la enorme puerta que conducía a la zona donde tenían a Max, y ahí se quedó. Frunció el ceño, la reconoció pronto. Quien estaba custodiando esa zona era Noelia.

La vampiresa la quedó mirando fijo, Riley la contempló en silencio. Era poco lo que Max quiso contarle sobre su historia con Noelia, solo sabía que lo de ellos fue mal porque ella siempre lo usó al no poder tener a Cassian. Tuvo una extraña sensación de triunfo. Noelia jamás pudo tener el afecto de Cassian porque él solo amó a su vida pasada. Y tampoco tendría a Max, porque él la quería solo a ella. O al menos eso quería creer. ¿Acaso Noelia la odiaba en secreto por eso? ¿Por quitarle todo lo que ella deseaba?

—Riley —le dijo la vampiresa. No parecía altanera en ese momento, parecía solo una chica en realidad. Si la viera en la calle jamás pensaría que dentro de ella se escondía un monstruo con sed de sangre—. Estoy segura que no puedes estar aquí —agregó.

—No preguntaré cómo sabes quién soy.

—Todos lo sabemos —contestó tranquila—. Se han encargado de que todos en el clan sepamos a quién debemos proteger hasta la última gota de sangre si es necesario.

—Bueno, no es necesario protegerme ahora mismo.

—Vienes por Max, y se supone que no tienes que estar aquí. Yo creo que sí hay que protegerte, no sabes lo que estás haciendo. Será mejor que te vayas antes de que pase algo que tú no quieras.

—Ah, ahora quieres protegerme —dijo con cierna ironía en su voz. No podía evitarlo, estaba celosa. Noelia era linda, no quería imaginarla con Max. Peor aún, no quería imaginar las cientos de veces que intentó seducir a Cassian, porque estaba segura que fue así—. Me temo que eres la última persona del clan de la que quiero protección.

—No he hecho nada para que me desprecies —contestó sin perder la paciencia.

—Has hecho bastante antes.— Noelia ni se inmutó, solo la miró en silencio y segundos después suspiró.

—Riley, querida, no estoy de humor para discutir con quinceañeras.

—Primero, no soy tu querida. Segundo, no tengo quince. No me trates como estúpida.

—Pues no actúes como tal —frunció el ceño. ¿Y esa qué se había creído? No iba a aguantar que quiera burlarse de ella—. Sé que piensas que somos una especie de enemigas naturales, que tienes que ser hostil conmigo. Pero yo no soy tu enemiga, nunca lo he sido.

—Eso dices tú.

—Porque es la verdad —hablaba suave, hasta parecía sincera. Riley no sabía si era una excelente mentirosa o le hablaba en serio—. Nunca he pretendido tomar tu lugar, siempre supe que era imposible.




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