– Tus padres adoptivos trabajaban en la ciudad, los biológicos, en cambio, eran los reyes de Heartling – dice bajando la cabeza.
– ¿Eran? – pegunto en un susurro casi inaudible. Estoy comenzando a marearme, casi completamente segura de que es por la cantidad de información.
– Si, verás, ellos murieron hace algunos meses, tu madre dio órdenes explícitas de que si algún día les pasaba algo y tu seguías fuera de Heartling te debíamos traer para que te convirtieras en la reina. Tardamos un poco más de lo esperado en dar contigo, he de decir que te tenían bien escondida, pero gracias a los documentos y fotografías que tenía tu madre dimos contigo. Ellos siempre estuvieron cuidándote y vigilándote desde las sombras, eras su única descendencia y les importabas mucho. – me mira con cuidado, como si fuese un animal salvaje que en cualquier momento puede atacarle.
– Si tanto les importaba, ¿por qué me dieron en adopción? ¿Por qué no se quedaron conmigo? – digo dolida mientras las lágrimas inundan poco a poco mis ojos, pero no las dejo salir, no ahora. Kaos me mira con tristeza.
– ¡Vamos a hacer una parada para comer! – anuncia el pelinegro antes de que Kaos responda a mi pegunta. El ojiazul aparca a un lado de la carretera.
– Toma – Kaos me tiende lo que parece un bocadillo envuelto en papel de plata. Lo abro y un olor horrible inunda mis fosas nasales. Lo cierro con rapidez y lo tiro lo más lejos que puedo teniendo en cuenta que estamos en una camioneta. Me entran ganas de vomitar. Voy hacia las puertas e intento abrirlas. – ¿pero qué demonios acaba de pasar? – oigo a Kaos preguntar mientras corro sin rumbo y lo expulso todo.
– ¿De qué era el bocadillo? – le pregunto sin responderle una vez he dejado de vomitar.
– De paté, es tu comida favorita, o por lo menos antes – dice acercándose y ayudándome a levantarme. Las piernas me tiemblan cuando estoy de pie. Pasa un brazo por mi espalda al ver lo débil que me encuentro y me ayuda a llegar a la furgoneta. Veo al ojiazul bajarse alarmado de la furgoneta y venir a ayudarme. Cuando me siento en el borde cojo un pañuelo y me limpio la boca. Puag, como odio esto. Los chicos me miran atentos esperando una respuesta.
– Es que últimamente tan solo con el olor del paté me entran unas ganas de vomitar horribles. - me miran, Kaos más calmado y el ojiazul con sospecha – Pero ¿cómo sabías que era mi comida favorita? – pregunto entre alarmada e intrigada con el estómago aún revuelto.
– Lo ponía en los documentos de tu madre- dice restándole importancia con la mano –. Si no puedes comer paté al menos toma algo de fruta – entra a la furgoneta y sale con una manzana verde – aquí tienes.
– ¡Gracias! – digo aliviada por no tener que comer bocadillos – y podrías, no sé, deshacerse de todos los bocadillos de paté o algo, ¿porfis? – pongo mi mejor cara de cachorrito perdido.
– Está bien – vuelve a entrar en la furgoneta y sale con varios paquetes de comida, los lleva a la parte delantera del coche y vuelve.
– Oye, son para ti, ya sabes cuánto odio el paté – dice el ojiazul haciendo una mueca muy graciosa.
Nos ponemos en marcha de nuevo y Kaos decide que fue suficiente información por hoy así que no me seguirá contando cosas. Termino quedándome dormida mientras pienso en lo rápido que está cambiando mi vida.
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Ig: s.sebilla