Martes 9 de Octubre del 2018— 14:44.
Luego de mentalizarse los números, Dylan volvió en el tiempo al instante en el que tenía a Iván en el teléfono. Aunque no había experimentado los viajes luego de un día, sintió los mismos efectos de siempre; la acidez que salía de su boca y la sensación de mareos, pero estos no duraban más que unos instantes. Pasando todos los síntomas, Dylan se dio cuenta que el『Reloj del tiempo』estaba debajo suyo, por sus pies, con la calma de aún poseer tal artefacto siguió la conversación por teléfono.
—¿Es una broma o algo? —replicó Iván con un tono amenazador.
—No, no, a decir verdad, quisiera que me compraras un boleto o como se llame eso de la lotería, es muy importante para mí.
—¿Qué? ¿Estas loco? Nadie gana eso, ¿para qué lo necesitas? Joder, no tengo tiempo para esto ahora, ¿estas seguro que lo compre?
—Sí, estoy más que seguro, ahora te paso los números.
Iván solo podía suspirar en ese instante y aceptar el pedido de Dylan, aunque le parecía bastante inusual que él pidiera tal cosa.
Estoy feliz y nervioso, de hecho, es normal sentirme así, ¿no?
De esa manera y con una sonrisa en su rostro Dylan llegó a su casa y guardó el artefacto que ahora estaba en su mochila. Si bien era cierto que se sentía alegre, la preocupación de que Blacker volviera y lo asesinara o de nuevo lo introduzca en un bucle lo asustaba mucho, por eso mismo aún seguía comunicándose con María. Por eso mismo él...
—Hola, ¿cómo te va yendo?
Con un saludo casual y un torpe saludo, Dylan se paró frente a la casa de María y la esperó hasta que llegara del colegio.
—¿Me esperabas? ¿Sucedió algo de nuevo o es que quieres que te ayude a cocinar...?
Riéndose con voz baja, María abrió la puerta de su casa y dejó pasar a Dylan, quien solo sonreía y no decía palabra alguna.
¿Por qué vine? Era cierto que no la veía, pero...que extraño.
Adentrándose hasta la sala que Dylan aún recordaba de los bucles que había pasado, una sensación de escalofríos lo tomó por sorpresa, no le era fácil sentirse cómodo en el lugar donde estaba a punto de morir o donde había visto morir a María varias veces.
—¿Y bien? Tenemos poco tiempo hasta que mi papá llegué, después tengo que ir a comprarme un vestido, este año también te gradúas, ¿verdad? ¡En mi institución haremos una gran fiesta! S-Si deseas podría ir...ya sabes, aceptan invitados y eso.
Sonrojada María le mencionó ello a Dylan, sus manos temblaban y jugaba con sus dedos de manera nervioso, se perdía en sus pensamientos y no sabía qué más decirle. Dylan por su parte escuchó la propuesta de María, le emocionó de cierta manera que le invitara, pero él estaba más preocupado por lo que le pudiera ocurrir a María si es que de nuevo apareciera el asesino ese día.
—¿Fiesta? E-Esta bien, creo que sí podría ir...
Acomodando su corbata, Dylan miró fijamente a María, su rostro estaba completamente seria. Sin saber porque él colocaba esa expresión María solo pudo intentar colocar también un gesto similar, algo que le salió mal.
—¡Rayos! ¿Qué con esa cara?
Enfadada por la peculiar expresión de Dylan, María giró su cabeza y lo ignoró en forma de protesta, aunque luego de unos segundos se dio cuenta que Dylan no había hecho broma alguna, más bien, en vez de reír, estaba llorando de forma silenciosa.
—¡¿Dylan?!
Sin perder segundo alguno, María saltó del sofá y fue corriendo al sillón donde estaba sentado Dylan, sus manos temblaban y las lagrimas no dejaban de salir. Nerviosa y sin entender la razón de su congoja, secó las lagrimas de sus mejillas y con sus manos agarró los pómulos haciendo que él lo mirara.
—¿Qué pasó para que este así? Por favor, dímelo.
Intentando colocar una sonrisa en su cara, María miraba a Dylan mientras masajeaba sus mejillas, las lágrimas ya habían dejado de salir, por lo que, Dylan inspiró todo el aire que tenía y expresaba todo lo que creía correcto.
—M-Me alegra que estés bien, de verdad.
Podía ser tonto por decir tales palabras, de hecho, cualquier persona que no supiera lo que había pasado Dylan le resultaría hasta cursi y vergonzoso. Sin embargo, para él decir eso era como sacar todos los miedos que poseía en su corazón. De hecho, fue su propio cuerpo quien lloraba por ella.
—¿Solo por eso...? B-Bueno, yo también estoy feliz de que estés bien, Dylan.
Sacando las manos de sus mejillas, María le sonrió a Dylan y lo abrazó en ese lugar, no porque la situación lo ameritaba, sino por el simple hecho de querer hacerlo.
—¡Sabes que siempre estaré aquí para ti!
Tras decir María esas palabras, se levantó y tendió una mano hacia Dylan, quien se había quedado anonadado de la belleza y sinceridad de María. Lo que le decía su mente en ese instante era lo que él nunca se arrepentiría.
Valió la pena pasar por todos esos bucles con tal de ver esa sonrisa.
Agarrando la mano de María, Dylan se secó las ultimas lagrimas que se resistían y se quedaron conversando de los temas más triviales que existían, pero que a ellos no les importaba con tal de que estén el uno para el otro.
Martes 9 de Octubre del 2018— 19:32.
Tras haberse quedado más de lo usual en la casa de María, Dylan había regresado cansado a su casa, donde ni bien terminó de almorzar se echó a dormir. Fue entonces que alguien lo movía de un momento a otro, con un rostro enojado, él encaró a la persona que lo estaba molestando y no lo dejaba dormir.
—¡¿Qué quieres?!
—¡Hyp!
Sobresaltándose por el grito de enojo, Mateo miró también furioso a Dylan.
—¡¿Qué tienes?! ¡El tío Iván te está llamando!
—¿Ah...? ¡Verdad!
Sin zapato ni nada, Dylan salió de su cama y se fue directo al teléfono de su casa.
—¡Soy Dylan!
—¡Oye! ¿Cómo rayos lo haces?
—¿Hacer qué...?
—Eres un suertudo, ¡ganaste la lotería! Aunque no el premio mayor.
Editado: 09.12.2020