El aire se le atascaba en la garganta, mientras sus pies seguían corriendo sin parar sobre aquel camino de grama y tierra que hace tanto tiempo conocía. El bosque en ese momento le resultaba familiar y extraño a la vez, como si no lo estuviera viendo de la manera correcta. La cabeza la sentía pesada y aunque solo era consciente a medias de lo que estaba sucediendo, sabía perfectamente que no debía detenerse.
— A la derecha — Una voz la cual no podía ubicar, pero que se le hacía extrañamente familiar, le advertía sobre el camino a tomar.
Sus pies se movían sin dudar siguiendo sus indicaciones y cuando llegó a su destino, la sangre se le heló por completo, y el pánico hizo acto de presencia en su sistema.
— Es momento de creer en tu instinto, Mestiza.
De una sacudida Maya se incorporó en su cama; tenía la respiración acelerada y podía sentir su corazón latiendo con fuerza. Sus pestañas subían y bajaban rápidamente tratando de acostumbrarse a la poca luz que se filtraba en el lugar.
Cada vez sentía que le costaba más llevar el aire a sus pulmones, así que con más trabajo del que debería, llevó su cuerpo hasta la pequeña ventana en la esquina de la habitación, retiró el pestillo y la abrió, dejando que la brisa fría del alba rozara su rostro y entrara en su sistema — Fue un sueño — Se repetía mientras respiraba con fuerza, tratando de inhalar todo el aire que pudiera, como si este fuese acabarse — Solo fue un sueño. — Sin embargo, después de todo lo ocurrido, ya no se sentía tan segura.
Para cuando el amanecer estaba llegando a su punto, Maya ya se encontraba aseada, cambiada y lista para dirigirse a la plaza de la ciudad. Bueno, todo lo lista que podía estar dadas las circunstancias.
Se había demorado más de lo necesario pensando en que ropa debería ponerse, la carta advertía que fueran “vestidos de manera adecuada” pero eso poco le decía. Al final, decidió ir de la misma manera en que se había vestido para entrenar con Theo; pantalones de deporte — que por cierto eran de cuando Theo era más pequeño. Mucho más pequeño — una camiseta sin mangas en cuero y botas en el mismo material que le llegaban hasta antes de las rodillas.
Maya no sabía de qué iría la prueba, pero se aseguraría que su ropa le permitiera correr y saltar sin ningún impedimento.
Su casa se encontraba en absoluto silencio cuando abrió la puerta de su habitación y salió a la pequeña salita. Por un momento dudó si debería despertar a su madre para avisarle que ya se iba, pero como si hubiese advertido su presencia, María abrió la puerta de su habitación. Se encontraba arreglada totalmente y cuando sus ojos se encontraron con los de Maya, la mujer le regaló una sonrisa angustiada.
— Ya que no pude convencerte de no asistir, pensé que podría acompañarte.
El labio inferior de la chica tembló involuntariamente a la vez que se lanzaba sobre su madre y la rodeaba con sus brazos. Sintiendo como un peso que no sabía que tenía en su pecho, disminuía.
— Me encantaría que vinieras. — La mujer besó la parte superior de su cabeza antes de separarse y dirigirse hacia la cocina.
El sonido incesante de la puerta principal siendo tocada, hizo que una sonrisa curvara sus labios antes de apresurarse para abrir.
— Te has superado a ti mismo en puntualidad Theito.
Del otro lado del umbral se encontraba Theo cubierto con un abrigo de piel y el cabello castaño totalmente revuelto como si hubiese estado pasando sus manos por él durante horas. Al inclinar la cabeza sus ojos se toparon y Maya no pudo evitar detallarlo a profundidad. Sus pómulos marcados, las cejas pobladas, el leve arco que se le formaba al inicio de su nariz y la sonrisa ladina que en ese instante decoraba sus labios. Todo en él era familiar, era Theo y eso la tranquilizaba.
— Vaya, pero si te he dejado sin palabras, Megalone — Habló Theo refiriéndose a ella por su apellido— Y eso que ni siquiera me he trabajado — Finalizó lanzando un guiño, antes de ingresar a la casa.
Maya dejó salir un bufido antes de cerrar la puerta tras de ellos y entrar nuevamente en la salita donde María ya tenía listas tostadas, queso y té para los tres. Theo como era de esperar le dio un abrazo a la mujer y no dudó en devorar la comida, mientras señalaba a Maya la silla frente a él.
— Empieza a comer Maya, vas a necesitar energía. — Habló Theo con la boca llena de queso.— Atland, Arentia y Antasis ya presentaron la prueba de selección, pero nadie sabe con certeza de que fue — Continuo Theo mientras terminaba su té — Todo se ha mantenido en secreto. Me parece algo egoísta si me lo preguntan.
Maya hizo una mueca al escuchar a su amigo y aunque de lo que menos ganas tenía era de comer, se tragó todo su desayuno antes de salir con su madre y Theo pisándole los talones, rumbo hacia la plaza de la ciudad.
Lo primero que Maya notó, fue que el clima estaba mucho más fresco de lo que había estado en todo el mes. El viento se sentía frío, como pequeñas agujas rozando su piel aunque ya el sol se estaba asomando en lo alto. Y lo segundo que notó, fue que para ser las primeras horas de la mañana, Oguen se veía en todo su esplendor.
Las tiendas estaban abiertas e iluminadas de par en par, los vendedores ambulantes estaban vendiendo todo tipo de cachivaches referentes al torneo, y las adivinas se aprovechaban de las novias, madres e incluso de los mismos participantes, prometiendo una lectura clara sobre su suerte. Eso logró sacarle a Maya una sonrisa. Si ella no estuviese caminando directo hacia donde están los participantes, sería uno más de los embaucadores.