Caerse era sin lugar a duda la menor de sus preocupaciones. Maya podía sentir la mirada de los asistentes y de los dioses puesta sobre ella. Incluso sentía la mirada de William pegada a su espalda, era más probable que se desmayara en lugar de caerse. Controlando sus respiraciones obligó a sus pies a moverse con delicadeza sobre el suelo. Un paso a la vez.
Cuando empezó a subir a la tarima notó que el espacio en que se suponía que debía ubicarse era el que se encontraba al lado de Regan. Todo su cuerpo parecía despertar con cada paso que daba más cerca del dios. Los ojos de él estaban fijos en ella y por un instante Maya no vio nada más que esos ojos verdes como hojas. Su piel burbujeaba y una sensación de adrenalina como nunca antes había sentido tiró de su cuerpo cuando llegó a su lugar.
Podía percibir el perfume de las hojas y la grama mojada. Todo eso provenía del dios a su lado y su conciencia empezaba a nublarse de a poco debido a la cercanía. Inquieta dirigió sus ojos al público para tratar de tranquilizarse y finalmente encontró a Theo sonriéndole a la distancia. Parecía que ahora estaba mucho más cómodo junto al tío de Brice de lo que se encontraba hace un momento. Maya le devolvió la sonrisa y siguió su recorrido por el jardín justo cuando Tristan volvía a hablar. Fue entonces cuando la vió.
Aurora se encontraba muy cerca de la tarima. Su mirada estaba atormentada mientras observaba a su padre. Maya suponía que tenía que ver con la conversación que habían tenido más temprano en la sala de música. Cuando los ojos de la princesa se toparon con los suyos, Maya inclinó ambas cejas en su dirección en una pregunta silenciosa. Este era el momento en que la chica debía decidir si quería seguir viviendo en las sombras. Mientras la observaba notó como algo cambio en su mirada, ya no era una niña atormentada. Era pura determinación. Maya le obsequió a la princesa la misma sonrisa que le daba a Theo justo antes de invitarlo a hacer algo que seguramente les traería muchos problemas.
La sonrisa en su rostro se hizo mucho más amplia cuando vió a la princesa empezar a caminar hacia las escaleras por las que hace un momento subieron los participantes. Tristan continuaba hablándole al público, todo el mundo parecía tener su atención puesta en él; Aurora estaba cada vez más cerca de poner un pie sobre la tarima cuando el cuerpo fornido de William se interpuso en su camino tomándola del brazo.
Todo el cuerpo de Maya se tensó cuando vio al héroe haciendo retroceder a la princesa. La rabia se fue aglomerando en su interior. Por alguna razón ella quería ayudarla, puede que la comida y el dinero sea algo que siempre le ha faltado en su casa, pero al menos ella era libre y sabía la felicidad que la sensación de libertad podía generar en alguien; cuando los ojos de Aurora volvieron a toparse con los suyos y la desesperación se reflejó en todo su rostro, Maya actuó de manera instantánea. Dió un paso adelante hacia donde Tristan se hallaba y se aclaró la garganta llamando la atención, no solo del dios en cuestión sino, de todos los dioses, mentores y asistentes de la gala.
—Disculpe la interrupción mi dios, creo que aún falta una presentación.
Maya hizo un movimiento con su cabeza en dirección a donde Aurora se encontraba siendo sostenida por William y de inmediato todas las miradas del lugar se dirigieron allí. El guerrero parecía haber quedado en estado de shock. Sus ojos estaban acuchillando con vehemencia a Maya y eso solo fue un adelanto de lo que sabía que le esperaba más adelante.
Aprovechando el estado de sorpresa en que William se encontraba, Aurora se zafó de su agarre y con una rapidez impresionante, propia de los seres con magia, llegó hasta la tarima. En ese momento ningún guerrero se atrevería a sujetarla, eso solo causaría más preguntas por parte de la multitud, ya curiosa, que estaba viendo lo que ocurria.
Aurora fijó la mirada en su padre y notó con un estremecimiento como la rabia fluía en sus pupilas y le asustó aún más el ver que gran parte de esa rabia no iba destinada solo a ella. La mirada que su padre le había dado a Maya había hecho que la sangre se le halara. Sin embargo, al mirar a la joven, Aurora no vio un solo atisbo de remordimiento. En su lugar, una sonrisa traviesa amenazaba con irrumpir en su rostro.
Dando una última mirada a su padre avanzó más en la tarima. Su vestido de seda dorado refulgía contra el ardor de las llamas y hacía que su brillo natural se intensificara con ímpetu. Por primera vez en mucho tiempo no reprimió el poder que emanaba por su cuerpo, simplemente dejó que saliera de ella hasta que llegó al lado de su padre y sin dejar espacio a que él hablara dio media vuelta y encaró al público.
—Gente de Égona, humanos y seres mágicos, me disculpo por la interrupción y el retraso, pues sé que esto es algo que debió hacerse veinte años atrás, pero soy de las que cree que nunca es demasiado tarde para corregir los errores— dio una breve mirada a su padre, su rostro seguía mostrando la rabia de hace un momento, pero también había algo más: Tristeza. Lo ignoró— Mi nombre es Aurora, hija del dios de Luz Tristan y princesa de Egona.
Al terminar de hablar, el silenció se apoderó del jardín hasta que una corona de luz se fue formando en su cabeza generando gritos ahogados por parte de los asistentes; Aurora veía fascinada como todas las personas la veían como lo que era realmente. Los murmullos no se hicieron esperar, pero antes de que ella pudiese volver hablar sintió el agarre ya conocido en su brazo instándole a retroceder. Lo hizo. Su trabajo allí estaba hecho. Al girarse dio una última mirada a donde Maya se encontraba antes de dejarse llevar fuera de la tarima.