El vuelo no había demorado casi nada. Maya estaba desorientada, buscando en lo profundo de su mente el mapa de Aaralyn y tratando de adivinar qué sitio estaría tan cerca y serviría para realizar una prueba, no encontró nada y el hecho de tener una lona sobre la cabeza no le ayudaba. Trató de calmarse mientras el dragón realizaba su descenso en el aire, sus piernas apretadas contra la piel escamosa del animal. Buscó la manera de tener una idea del lugar en el que la dejarían, y en ese momento un olor ya familiar llegó a ella. El olor del bosque. Si la prueba fuera allí entonces tenía una buena oportunidad, porque puede que ese no era su territorio, pero el bosque al menos le generaba familiaridad.
Sin embargo, poco a poco el olor y el ambiente fueron cambiando y entonces ya no estuvo segura de dónde la llevaban, pero justo en ese momento William retiró la lona de su cabeza y le dejó ver lo que le esperaba. El bosque se había abierto y expandido debajo de ella hasta abrirle paso a un espacio más desolado. Una extensión de tierra verde que parecía ser parte del bosque que ella conocía, pero que al mismo tiempo parecía otro, extraño.
Allí las aves no cantaban, la tierra parecía absorber toda calidez y el sentimiento de peligro adherirse al cuerpo como una segunda piel. El silencio fue lo primero que la impactó. Un silencio helado como el que anticipa la llegada de un depredador el segundo antes de saltar sobre su presa. Cuando el dragón estuvo por completo en tierra el pánico la atravesó y se vio tentada a enredarse en William para que no la dejara allí.
Echó un vistazo a su alrededor y no vio ni rastro del resto de participantes. Pensó que todos partirían desde el mismo lugar. Tristan había dicho que era una bestia por territorio, entonces ¿donde estaba el resto? Llevó nuevamente los ojos hacia el héroe. Él se encontraba con la mirada puesta en ella. Casi parecía que estuviese esperando a que le hiciera todas las preguntas que cruzaban su mente, pero ella seguía con los labios sellados. Muda por la impresión. Cuando pareció que William iba a subir nuevamente al dragón, dio un paso hacia adelante y sujetó su brazo para detenerlo.
—¿Qué es este lugar? Digo se que es un bosque, pero no parece el bosque, Todo aquí es… diferente.
William llevó la mirada hacía las profundidades del bosque y Maya no pasó por alto como sus labios se cerraron con fuerza formando una fina línea. Esa era la única reacción que iba a darle para hacerle saber cómo esto le estaba gustando incluso menos que a ella. Cuando los ojos cafés del héroe encontraron los suyos, casi podía leer la advertencia en ellos.
—Esta es la parte del bosque que los dioses le dejaron a las bestias que no pudieron manejar. A esas que las magia hizo aterradoras y mortíferas. Por eso te parece diferente, este no es el bosque de Ergon. A cada participante lo dejaron en un extremo distinto de su destino pero a la misma distancia.
Las palabras llegaban a ella, pero era como si su mente se negará a procesarlas a tiempo. ¿Qué clase de bestias podían vivir allí, que ni siquiera los dioses pueden controlar? O lo que es peor, cómo esperan que lo hagan ellos que no poseen magia. Esta era una misión suicida. Volvió los ojos a William y la mirada que este le devolvía entre apenada y entristecida le hacía saber que él no creía que fuera a lograrlo.
Miró detenidamente a su alrededor. Un lienzo verde con motas grises era lo que se esparcía a su alrededor. Árboles tan altos que besaban las nubes, con troncos viejos de raíces salvajes que salían de la tierra como garras. Y abajo, en el suelo, era tierra seca y maleza lo que había. Nada del pasto verde y crecido de su bosque. Allí todo era devastador.
A su alrededor todo continuaba en completo silencio, haciendo que los breves segundos parecieran horas. El amanecer se desfiguraba en un sitio como ese para parecer la última hora de la noche. No habían aves cantando, no se escuchaba las pisadas de los animalillos que salen a buscar comida. No había nada más que silencio y viento frío besando su piel. Entendía la mirada que le había dado William y se le hizo imposible culpar al héroe por pensar que no sobreviviría, ella misma estaba empezando a dudarlo. Ese pensamiento la llevó a otro y agradeció haber besado a Zyan el día anterior.
No se había movido más allá de donde habían aterrizado, sabía que William debía irse, así que liberó lentamente su brazo y dio un paso hacia atrás para permitir que se marchara. Sin embargo, antes de que el héroe despegara su montura le dijo lo único que pareció tener sentido en esos momentos.
—Si no regreso, ¿puedes decirle a Theo que resuelva el acertijo y cuide a mi madre?
William la miró desconcertado por un segundo antes de apretar con fuerza sus labios. Sus manos sostenían de tal forma las cuerdas de la montura que sus nudillos se veían blancos. Temió haberlo molestado con el atrevimiento, pero él podía ser la última persona con la que hablaría ese día.
—Vas a regresar Megalone, eres demasiado testaruda para morir. —Ella no estaba de acuerdo; iba a abrir la boca para insistirle que prometiera decirle a Theo, pero no se lo permitió. —Si eso no es suficiente, entonces vas a vivir porque te lo estoy ordenando, ahora largo. Estás perdiendo el tiempo.
Y sin más le arrojó una pequeña bolsa de lona que traía cruzada y se lanzó por los aires en el dragón. Todo en una fracción de segundos. Maya llevó las manos a la bolsita que le había arrojado y allí dentro encontró una cantimplora vacía y una daga enjoyada muy linda y muy filosa. Suponía que esa sería toda la ayuda que los dioses se permitirían darle a sus participantes.