Reino de héreoes y dragones

58. Voy a matarte

Maya no podía mentir y decir que la noche no había sido espléndida. Llevaba bailando con Aurora al menos dos horas y el solo hecho de ver rabiar a Tristan desde su trono ya significaba una victoria. Sin embargo, había tenido un encuentro de lo más extraño con el dios Reagan. Este había prácticamente huido de su presencia. A Kieran no lo había vuelto a ver en toda la noche. Por otro lado, había tenido dos bailes con Zyan y se sentía un poco atontada al respecto, ya solo faltaban pocos minutos para que los fuegos se encendieran y estaba ansiosa por verlo a solas. 

Llevó sus ojos a donde el chico se encontraba y no se sorprendió al verlo ponerse de pie y empezar a caminar fuera del jardín, justo hacia los establos. El lugar no estaba muy lejos, de donde se llevaba la fiesta, pero dudaba que alguien se fuese a percatar de que se habían escabullido. Dejó pasar al menos cinco minutos y en cuanto vio que las personas se dirigían a la fogata para encenderla, le avisó a Aurora que iría un momento a los establos. La princesa, dándole una sonrisa cómplice, prácticamente la empujó fuera del jardín. 

Llevaba el vestido aferrado a ambos lados de su cuerpo para evitar terminar de cara al suelo. La luz de las antorchas y los faroles que danzaban en el cielo iluminaban lo suficiente el camino  para saber a dónde debía pisar, sin embargo, no estaba acostumbrada a llevar ropa como aquella y no lo quería arruinar. Mientras más cerca se hacía el establo más rápidos eran sus pasos. Cuatro minutos después ya estaba en toda la entrada, solo tenía que dar unos pasos más para llegar a la zona de  las jaulas, pero no veía a Zyan por ninguna parte. Estaba a punto de adentrarse más en el establo, cuando el ambiente a su alrededor se tornó frío y  un grito cortó el aire y dejándola paralizada en su lugar. Era un grito puramente de dolor y ella conocía esa voz. 

La adrenalina y el miedo se dispararon por todo su cuerpo y, siguiendo el sonido de la voz, corrió más allá de la entrada del establo. Fue ahí cuando su corazón se quedó paralizado. Zyan, aún llevando su hermoso traje entero, se encontraba  tendido en el suelo, su cuerpo se veía flácido y sin fuerzas, mientras que una sombra enorme se cernía sobre él. Maya, sintió cómo las emociones se fueron acumulando en su interior, dejándola inmovil por al menos tres segundos antes de salir disparada a donde el chico se encontraba. Su corazón le dolía de lo fuerte que palpitaba. Estaba temblando y no sabía si era del miedo, la adrenalina o por la energía contenida. 

Aquello que se cernía sobre Zyan no era un monstruo de oscuridad cómo los demás, este era más corpóreo. Sus pasos alertaron a la criatura, quien, con impresionante rapidez, se abalanzó sobre ella. Sin embargo, Maya estaba preparada y gracias al solsticio sus poderes estaban intensificados y ella ansiosa por liberarlos. Una rafaga de viento la protegió del ataque y sin dudarlo un segundo arremetió con fuerza contra su atacante enviándolo por los aires. Su prioridad era llegar hasta dónde Zyan se encontraba, pero tal como lo había deducido, esta criatura no era como aquellas que los habían atacado antes en las jaulas. Parecía una persona, solo que el velo de oscuridad que lo rodeaba hacía difícil saberlo con precisión. Se preparó para llegar hasta Zyan pero en un parpadeo la oscuridad estaba rodeándola, el viento a su alrededor se heló y cada uno de sus sentidos se pusieron alerta. 

El golpe llegó más pronto de lo esperado. Sintió como si cientos de agujas congeladas estuvieran rasgando su piel, era levemente consciente de haber sentido antes ese mismo dolor, pero no tuvo tiempo de pensarlo cuando un nuevo ataque estaba llegando contra ella.

Esta vez no hubo golpes, no fue necesario cuando la oscuridad pareció absorber el oxígeno a su alrededor. Intentó luchar. Manipular el aire para que circulara a su alrededor, pero era como si un muro impidiera que entrara. No podía respirar. Sus pulmones se hincharon y su cuerpo se colapsó contra el suelo contraído de dolor, sin embargo, lo único que podía pensar era en los gemidos débiles y la respiración trabajosa de Zyan que llegaba hasta ella, tenía que alcanzarlo. No iba a perderlo. Ella no podía perderlo. 

 

No iba a lograrlo. Zyan, a través de las capas de dolor, podía ver como Maya luchaba por salir del control de la sombra y, aún con sus poderes amplificados, no lo conseguía. Él también era consciente de que su propio cuerpo tampoco resistiría. El dolor no era parecido a nada que hubiese sentido antes. Era como si cada trozo de su ser, de su espíritu, hubiese sido destrozado desde el interior. Desintegrándose hasta que fuera más que polvo. Sabía, él sabía que no lo lograría. Pero allí, mientras veía a la chica de la que estaba enamorado luchar por salvarlo, supo que no podía irse del mundo sabiendo que no lo había intentado. Así que aún sabiendo que sería su último respiro reunió la fuerza que le quedaba y se impulsó hacía la criatura.

Era levemente consciente de que la música se había detenido a sus espaldas. Sin embargo, ella estaba concentrada en reunir su poder y la falta de oxígeno. Sus ojos estaban empezando a cerrarse cuando de repente  la pesadez desapareció  y el aire volvió a circular. Un gruñido antinatural se escuchó frente a ella y al abrir los ojos vio con horror como Zyan, pálido y débil, sostenía una daga de la que chorreaba sangre frente a la criatura ahora herida. Antes de que pudiera levantarse, esta se lanzo sobre el chico y Maya vio con claridad el momento en que el cuerpo de Zyan impactó contra el suelo. 

Un grito, agudo y lleno de dolor salió de su garganta en el mismo instante en que  una rafaga de poder salió de su cuerpo y atravesó el establo. El suelo bajo sus pies crujió, el silenció se apoderó del lugar, mientras que la energía crepitaba a su alrededor. Sentía la garganta en llamas y los pulmones doloridos. Detrás de ella pasos firmes y pesados la pusieron alerta y en un parpadeo se encontró nuevamente en pie. Mostrando los dientes y  sosteniendo su pecho con una mano y la otra levantada, lista para atacar. 




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