Nada tenía sentido. Tristan, aunque sabía que la oscuridad estaba atacando, nunca pensó que llegaría hasta ellos tan pronto. Y mucho menos en un momento como ese, cuando se encontraban los seis juntos y sería prácticamente un suicidio. Normalmente las criaturas oscuras acechaban cuando las víctimas estaban solas o en desventaja. Ahora, atreverse a llegar hasta el hogar de un dios y atacar a su gente… Nada de esto se veía bien.
La puerta del salón volvió a ser abierta con fuerza, pero esa vez fue William, su héroe de confianza el que había ingresado a la habitación. Los ojos del humano estaban recorriendo todo el lugar buscando algo que al parecer no encontró, antes de dirigirse hacía él.
— Mi dios, se han reportado distintos ataques en sectores aleatorios de la ciudad. — el héroe volvió a pasear la vista por el lugar y tragó fuerte antes de terminar— Otros se han reportado aquí mismo en el castillo. Su majestad.
El grito que Tristan había estado reteniendo desde que ingresaron al salón, salió de su garganta e hizo explotar los cristales del salón.Toda la furia que había estado conteniendo estaba en esos momentos grabada en sus facciones. El dios de luz dio una mirada hacia donde Kieran se hallaba viéndolo con fiereza, antes de encarar a su héroe.
— Reúne a los soldados, vamos a pelear.
***
Maya se había despertado con todo el cuerpo adolorido. Sentía como si pequeñas brasas de fuego estuvieran repartidas por todo su cuerpo, haciendo que le costara incluso respirar. No recordaba qué había pasado, ni cómo había terminado en ese estado. Con mucha dificultad fue abriendo los ojos, esperando encontrarse con la luz de la mañana entrando por la ventana de su habitación, pero en su lugar fue la oscuridad total lo que la recibió. Un estallido de pánico se disparó en su cuerpo haciendo que se incorporara y fue allí dónde descubrió que no estaba en su habitación.
Se encontraba acostada sobre un minúsculo colchón que parecía estar arrojado sobre la piedra fría. La única luz que había en el lugar era la que ingresaba debajo de lo que parecía ser una puerta y que no estaba a más de metro y medio de distancia. Supo de inmediato que tampoco se encontraba en Oguen, porque, incluso allí, su habitación era mejor que aquello.
No entendía qué estaba ocurriendo. Su cuerpo se encontraba débil y un dolor de cabeza agudo había empezado a formarse detrás de sus ojos. Intentó recordar qué había pasado. Lo último que recordaba era estar bailando con Aurora, esperando para reunirse con Zyan.
Su mente quedó en blanco. El nombre del chico era lo único que se repetía dentro de su cabeza como si de una plegaria se tratara. Y fue en ese momento cuando uno a uno, como si de una tortura se tratara, los recuerdos fueron llegando a su mente: El baile, los fuegos, el establo. Zyan.
Zyan debajo de la criatura de la oscuridad.
Zyan salvandole la vida.
Zyan dejando de respirar.
El dolor que sentía en el cuerpo pasó a segundo plano y uno mucho más agudo y profundo empezó a despertar en su interior. Podía sentir su corazón oprimirse dentro de su pecho en un dolor como ninguno otro. Sentía que la estaban destrozando desde adentro, el aire no entraba en su cuerpo y sus manos no dejaban de temblar sobre su regazo. Zyan había muerto. No. A Zyan lo habían asesinado.
Un grito ronco y roto salió de su garganta, e intentó en vano ponerse en pie. Sus rodillas habían golpeado contra el suelo al no poder sostenerla, pero ningún dolor físico podía compararse con lo que estaba sintiendo en esos momentos.
Se arrastró como pudo para intentar llegar hasta la puerta. Necesitaba salir de ahí, Tenía que llegar hasta él ¿Qué habrán hecho con su cuerpo? Dios… su familia. Su hermanita... Tenía que llegar a él. Intentó encontrar un poco del poder que tenía, pero era como si hubiese un escudo a su alrededor impidiendo que llegara hasta él.
Con cada empuje de sus brazos, el rostro de Zyan se formaba en su mente: Los ojos verdes y alegres. La sonrisa torcida. El sonido de su risa. Y finalmente como si de un puñal se tratara, Maya pudo escuchar aquellas últimas palabras que él le había dicho antes de dejar de respirar. “Sigo creyendo en ti, de lo único que me arrepiento de no haber tenido tiempo”
Estaba gritando. Las lágrimas quemaban y mojaban sus mejillas, mientras que los sollozos azotaban su cuerpo sin descanso. Lo había perdido. Aún con el Lithia y sus poderes amplificados ella no había podido hacer nada para salvarlo y ahora él ya no estaba. Estaba muerto. Maya no sabía cuánto tiempo había pasado desde qué todo ocurrió. Tampoco sabía qué habían hecho los dioses con el cuerpo… Los dioses.
Casi había llegado hasta la puerta cuándo el resto de recuerdos fueron apareciendo en su mente. Uriel Feer. La manera en que ella lo atacó. La forma en que junto a Brice había sometido a los héroes y guardias. Y finalmente su enfrentamiento a los dioses. Podía sentir su corazón latiendo tan fuerte que repicaba en sus oídos. En esos momentos tuvo la total certeza de que se encontraba en el calabozo y que su destino era la muerte.
Por extraño que pareciera, no era miedo lo que le había despertado aquella realidad. No. Ella no estaba asustada. No de morir y tampoco de los dioses. Ya no. Pero lo que sí sentía era una profunda decepción. Les había fallado a todos: A Zyan, quien creía en ella. A Theo que siempre la había cuidado y a su madre con quien no tendría nunca la oportunidad de hablar para saber la verdad.