Año Caxacius, Mes de la Hoguera, día 18
19:45 horas
Su respiración le raspaba en la garganta y el cansancio comenzaba a caer sobre ella, pero sus pies no dejaron de moverse en ningún momento.
No se había dado cuenta del momento en que los chillidos y gruñidos habían cesado, o si estaba demasiado lejos para escucharlo; de cualquier manera, era un alivio para ella.
Se preguntó por cuál de las criaturas habría sobrevivido a aquella mortal lucha, esperando que fuera el colosal felino, aún mientras dudaba un poco.
<<¿Qué haces?>>, se reprendió a sí misma mentalmente, <<concéntrate en salir de este bosque y llegar a casa. Después haces las preguntas>>.
Miró a su alrededor, alejando aquellos pensamientos de su cabeza.
Más allá de los amplios espacios que ahora separaban a los árboles, pudo vislumbrar las entrecortadas figuras de casitas y sintió que casi desfallecía de alivio.
Se apoyó en el tronco de un árbol, inclinándose y tomando grandes bocanadas de aire para recuperar el aliento. Era consciente de que no debía bajar la guardia, pero no podría continuar si no se detenía un momento.
Cuando se hubo recuperado lo suficiente, se incorporó jadeando un poco y comenzó a caminar, el furioso latido de su corazón resonando en sus propios oídos y tal vez todo el bosque a su espalda.
Había corrido por mucho tiempo, y casi había alcanzado su límite. Sus piernas ardían y el oxígeno luchaba por permanecer en sus pulmones.
Mientras se sacudía su capa le sorprendió notar que, a pesar de su caída del caballo, no había sufrido más lesiones que la de su hombro, que dolía.
Miró hacia las casitas y suspiró.
Estaba en algún lugar a las afueras de la ciudad, pero aún tenía mucho camino que recorrer para llegar a casa.
Contra la silueta oscura de una montaña al fondo pudo distinguir, lejanamente, las torres del castillo de Ursian y, no por primera vez, se alegró de poder usarlas de referencia para ubicarse.
De entre las cabañas y las sombras salió un veloz jinete dirigiéndose al bosque. Deseando pasar desapercibida, quedó rezagada junto a un árbol, mirando al jinete que tomaba un camino en dirección de donde ella había venido, pero no iba a advertirle sobre lo que podría encontrar en el interior del bosque, ya debería saberlo.
Tampoco era de su incumbencia.
Estaba lo suficientemente cerca para escuchar el sonido de los cascos contra el suelo y desde el interior de uno de los hogares se filtraba la luz por una ventana; el jinete pasó frente a la luz, revelando la cabeza manchada del caballo. Un círculo blanco contra el resto del pelaje pardo.
Era Yhoit, su caballo.
Un débil sonido salió de ella y corrió hacia el jinete, intentando atravesarse en su campo de visión antes de que se adentrara al bosque.
En su precipitación no miró al suelo y un montículo de tierra suelta le hizo resbalarse, pero logró mantener el equilibrio y evitar la caída. El jinete ladeó la cabeza hacia ella y dio un tirón a las riendas, deteniéndose. Luego estaba deslizándose del lomo del caballo, habiéndose echado atrás la capucha, quedando al descubierto el anguloso rostro de su hermano, que lucía ansioso aún en las sombras.
No había dado un paso cuando ella se había abalanzado sobre él, que dio un traspié pero se estabilizó mientras ella le rodeaba la cintura con los brazos, al tiempo que él hacía lo mismo sobre sus hombros.
Respirando entrecortadamente y escuchando un murmullo de Bastian en su oído, recordó haber tenido la horrible sensación de que no podría volver a casa, su vida repentinamente cortada en el bosque, y se había alegrado de que él no la hubiese acompañado. Por lo menos estaba a salvo.
Ahora, con la calidez de su hermano reconfortándola, haciéndole sentir fuera de peligro, pudo respirar tranquila.
—Annelisa, respóndeme. Por favor -escuchó que decía su hermano.
Ella se apartó un poco, parpadeando para aclarar su mirada.
—¿Qué dices?
—¿Qué sucedió?
Ella solo negó con la cabeza, desviando la mirada y apartándose por completo.
—Bastian, primero llévame a casa.
Bastian se le quedó mirando por un momento, intentando sacarle la verdad con los ojos pero luego, pareciendo entender sus ansias de salir del bosque, asintió.
—Cierto, vámonos -dijo dándose la vuelta.
Bastian subió al caballo y ella lo hizo tras él, sujetándose a la cintura de su hermano y, de repente, recordó lo que le había sorprendido al verlo.
—¿Cómo es que tienes a mi Yhoit? -preguntó ella-. Me abandonó en medio del bosque.
—Por él es que estoy aquí -respondió Bastian dándole unas palmaditas en el cuello-. Llegó frenético a la casa y yo me sentía mal, ya sabes. Julian y Asher no parecían muy preocupados pero, para cuando se dieron cuenta, ya yo me había ido.
Ella se había preocupado por el caballo a la vez que sentía la traición, pero jamás hubiera pensado que había ido en busca de su hermano.
Por una parte, Yhoit había ganado que lo consintieran. Por otro...
Alargó una mano y le dio un apretón al brazo de su hermano, sabiendo que entendería el gesto, apoyando la cabeza en su espalda.
<<Te lo agradezco>>.
Bastian le devolvió el apretón.
<<Para siempre>>.
Mientras rodeaban las casas al borde del bosque, ella ladeó la cabeza para mirar cómo se alejaban rápidamente. Recordó, mirando entre las sombras bajo los árboles, a la horrible criatura de oscuridad y miembros humanos, conteniendo un estremecimiento.
Se dio cuenta de que ella, inconscientemente, había esperado encontrarse a su hermano, como si los acontecimientos de ese día estuvieran incompletos sin él.
Otro recuerdo acudió de manera precipitada a su mente, pero ese no era momento para hablar. No mientras cabalgaban al borde de la región del bosque más cercana a la ciudad: un atajo, comprendió.
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Editado: 13.06.2023