Año Caxacius, Mes de las Letras, día 4
15:40 horas
Dulce Annelisa:
Dirás que es estúpido pero, en vista de que mi mejor amigo no se reporta desde esta mañana y soy del tipo de persona que necesita contar las cosas a penas le sucede, he recurrido a mi única amiga y nueva persona favorita.
Jamás había pasado por algo similar, y aún tengo escalofríos.
Hoy decidí hacer un recorrido en al castillo para asegurarme de que algunos siguieran igual para mostrárselos a mi hermana luego, pero di una vuelta que no debía, creo, y terminé en un pasillo que no reconocí-
Puedo jurar que he estado en cada rincón del castillo, para bien o para mal, por lo que no reconocer un pasillo me desorientó por completo.
Solo vi tres puertas, custodiadas por un par de centinelas cada una, pero se sentía extraño. Era como caminar en un bosque en invierno, cubierto de nieve, pero solo era un simple pasillo.
Y luego estaban los centinelas, que me hicieron sentir incómodo y molesto en gran parte.
Jamás en mi vida me había sentido más ignorado.
Ellos estaban inmóviles como estatuas frente a las puertas, tanto que parecía que ni siquiera respiraban. Y en completo silencio.
Los saludé y los muy maleducados no me hicieron caso.
Tenían ocultos sus rostros, no podía verlos pero sé que no me ignoraban. Me sentí vigilado hasta que regresé por donde creo que llegué.
No quiero meterme, pero eso jamás se me va a olvidar y tal vez debería estar más pendiente.
Me pone de los nervios pensar que hay algo oculto allí, tan poco natural, en el mismo castillo en el que vivo.
Espero que no sea nada.
Tuyo,
Gallen.
La descripción que le había dado Gallen de la situación le dio gracia, y casi podía ver el gesto indignado del príncipe al ser ignorado por los centinelas misteriosos de su propio castillo.
Luego cerró los ojos con frustración, pensando que Gallen era, tal vez, una de las personas más imprudentes que conocía. Inteligente y encantador, a veces. Imprudente, la mayoría.
Una carta. Una jodida carta del príncipe, que no había sido enviada por el propio Clayton. Quería golpearlo.
Últimamente sentía que quería hacer eso muchas veces, y también se dio cuenta de que se contenía cada una de esas veces.
Encontraba liberación cuando entrenaba, y quería ir a su lugar en ese mismo momento.
Cuando habían regresado de la inmersión, Bastian había murmurado que necesitaba un trago para procesarlo todo y ella necesitaba entrenar, así que fue, sacó una botella de whiskey, bebieron y luego entrenaron hasta caer cansados. Golpeados y jadeando en el suelo.
Pero ese día no tendría tanta suerte, porque su hermano apareció en el umbral del salón y la miró con ojos brillantes, pronunciando unas palabras que le hicieron olvidar todo lo demás, las alertas en su cabeza silenciándose.
Julian había despertado por completo. Fuera de la cama.
Sin darse cuenta realmente, desde que Julian había caído, un velo gris se había extendido sobre todo su alrededor, haciendo que los colores se opacaran, como si la vida se vería así conforme al progreso de la maldición de Julian. Gris, opaco.
Todo lo contrario a Julian, que era todo colores brillantes.
Pero al llegar a la mansión y mirarlo de pie nuevamente, junto a una fuente de agua en el jardín, el velo se retiró. Simplemente todo alrededor de Julian parecía brillar con la calidez de su presencia, llenarlo todo con su sonrisa mientras hablaba con Gideon y acariciaba el cuello del gran labrador color castaño que estaba entre ellos.
En el momento en que Julian la tomó entre sus brazos y la estrechó con fuerza, habiendo intercambiado empujones fraternales con Bastian, ella sufrió un choque con una gran cantidad de emociones.
Casi fue abatida con violencia por ellas, aferrada a la cintura de Julian y aspirando su aroma que siempre parecía a azucenas y verano en una pradera. Decidió concentrarse en el alivio y la felicidad que le producía ver esa sonrisa de él nuevamente.
No sabía qué hacer con todo lo demás que se acumuló en su pecho y estómago.
Se sentía abrumada.
Ella se quedó de pie entre los muchachos mientras charlaban, y miró una vez a Julian, reparando en el color que había vuelto a sus mejillas y labios, para luego concentrarse en el juego de un alegre Gideon que huía entre risas del labrador –una gran bestia llamada Kori-, que corría tras él.
Ninguno de ellos mencionó lo sucedido, y Julian parecía sencillamente feliz de que ellos fingieran olvidar el tema y no estuvieran preguntando por cómo se sentía.
Bien, eso podía continuar.
Bastian se dirigía a Gideon, que pedía ayuda entre carcajadas al ser molestado por Kori en el suelo, y ella sintió la mirada de un Julian curioso a su lado.
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Editado: 13.06.2023