Reivindicados: La Muerte de Daniel

Capítulo III

“A la muerte se le toma de frente con valor y después se le invita a una copa” (Edgar Alan Poe)

Salimos de la oficina de Kael caminando rumbo a su edificio. Mientras cruzamos las veredas percibo como las personas se nos quedan mirando. La mayoría saluda y otros lo dejan pasar con respeto. Kael es el centro de atención y al lado de él me siento como si fuera una persona muy importante. Nunca me ha gustado llamar tanto la atención pero no se siente tan mal.

Su “dormitorio” es como un pen house. Definitivamente le encantan las alturas. Es el más alto del edificio y además el más lujoso. El diseño es muy parecido al de su oficina pero con colores negros como en los muebles y marcos de los grandes ventanales.

–Ponte cómodo –me dice hospitalario–. Mandaré a que te traigan ropa, más tarde te traerán la cena y dormirás en mi cama.

¿Y él dónde dormirá?

Veo que saca una especie de teléfono inteligente y abre varias ventanas que se visualizan en 3D, él teclea algo rápido y se pasa la mano por el pelo antes de guardarlo de nuevo.

–Me tengo que ir –me informa pensativo–. Puedes usar algo de mi ropa mientras tanto si deseas cambiarte, más tarde te traerán la cena, el cuarto de baño está dentro de la habitación, no toques ningún botón que te llame la atención y no intentes tirarte por cualquier ventana porque aparecerás en el infierno y no me apetece en este momento tener que lidiar con más almas inocentes que por causa de sus idioteces terminaron en el infierno. ¿Entendido? –me advierte con su fuerte carácter y asiento rápidamente, a pesar de lo rápido que ha hablado.

Qué extraña muerte.

Kael se marcha y yo decido darme un baño. Entro a su habitación y me consigo con la cama más grande que he visto en mi vida, almohadas gigantes y suaves edredones gruesos y deliciosos. Abro las gigantescas puertas del armario y me encuentro con una gran variedad de trajes blancos y beige en sus respectivas bolsas transparentes. Ninguno tiene marcas, todos son como mandados a hacer, al igual que los zapatos elegantes de vestir. Me siento tan ajeno a esto. Aquí no encontraré nada para mí.

Miro hacia el otro lado de la habitación y me doy cuenta que hay otro armario más pequeño, voy de inmediato a abrirlo y este contiene una gran cantidad de pijamas, suéters y abrigos tejidos, también en colores blanco, beige y tonos claros de grises. Opto por tomar una piyama de color gris: suéter manga larga y pantalón largo, lo coloco sobre la cama y entro al baño.

El baño igualmente a todo el resto es espléndido, tanto lujo me tiene anonadado ya. Sin prestarle mucha atención a lo demás (ni siquiera a la tina) me quito la ropa y entro debajo de la regadera, dejo que el agua limpie mi cuerpo y que los pensamientos vengan a mí como los rayos a las cargas eléctricas del agua.

Estoy muerto y me estoy bañando.

Río ante la graciosa ironía. ¿No era que cuando las personas mueren se llevan el alma y no el cuerpo? No es que haya sido muy creyente y religioso pero es cultura general, nadie me habló de alguna Fase Reivindicadora nunca y ya recuerdo claramente mi vida. Lo recuerdo todo.

No me siento bien.

Mientras más me llegan las respuestas a mi mente van naciendo nuevas preguntas. No entiendo porque estoy aquí exactamente, no puede haber un juicio para mí, no he hecho nada malo. Empiezo a examinar cosas que he hecho en mi corta vida y no me llega nada. Creo que sinceramente nunca he hecho algo que se califique como delito o pecado. Pasé mucho tiempo en un hospital, ni siquiera pude disfrutar mi adolescencia como es debido.

No debo estar aquí entonces.

Salgo del baño, tomo una toalla y me seco. Me miro en el espejo y me detallo curiosamente. La cicatriz de la operación del marcapasos sigue allí pero el aparato no está en mi pecho. La marca del trasplante se ve mucho más delgada que antes, tiene muy buena sutura. Me veo los brazos, desaparecieron los moratones en mis venas hinchadas ocasionadas por las agujas de las vías. Mi cuerpo está algo pálido, aunque puedo jurar que siempre ha sido así. Las gotitas de agua que escurre mi cabello caen en mis hombros adornados por una capa de pecas, algunas más borrosas que otras.

Recuerdo que de pequeño tenía pecas en mi cara, pero crecí y se han ido borrando con el tiempo. Me coloco la ropa para dormir de Kael, la verdad me queda un poco grande, pero está bien así. Huele a Kael, al igual que la cama en la cual me he arropado y hecho bolita. Su olor es muy particular, huele muy bien, recuerdo cuando estaba muy cerca de mi rostro.

¿Por qué estoy pensando en eso?

Siento algo en el estómago y me volteo en la cama. Mi cara está caliente. Han llamado para dejar la cena pero no quiero comer nada. Estoy cansado de buscar en mi mente, en mis recuerdos, en qué falle. Pero mientras más pienso más llego a la conclusión de que no he hecho nada. Siento impotencia, esa puede ser una de las razones por las cuales no está mi información, seguramente fue una equivocación y no debo estar aquí.

Me siento en la cama envuelto en las mantas tratando de buscar una posible salida a todo esto, pero no consigo lógica alguna de lo que está pasando. Observo caer la noche y la oscuridad me abraza.



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En el texto hay: drama, lgbt, suspense

Editado: 02.06.2018

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