Al siguiente día se presentó en el auditorio porque tenía una pequeña conferencia sobre la filosofía de las matemáticas. Estaba sumamente tranquilo en vista de que era un tema que conocía abundantemente y por lo tanto no representaba ningún desafío para él. La noche anterior solo escribió un bosquejo sobre el orden de las ideas que expondría. Evidentemente empezaría con la antigüedad clásica, es decir, con la filosofía griega, que es donde se gestaron los primeros razonamientos lógicos acerca del número y sus consecuencias filosóficas.
Entro al auditorio que prácticamente estaba lleno cuando una pequeña voz lo despertó de sus ensueños numéricos:
-¡Hola Albert!
Volteo a la izquierda y en la primera fila estaba Samantha. Trato de recordar si el día anterior él le menciono su nombre, dándose cuenta que no lo hizo. La esplendida seguridad con la que contaba segundos antes se desvanecía con celeridad ante las miradas inquisitivas de la chica.
Esa tarde, mientras preparaba su cena, se auto interrogaba porque diablos su seguridad intelectual se hacía del tamaño de una tilde ante las palabras y miradas de Samantha. Procuraba guardar la calma, pero sus pensamientos lo turbaban. Se decía:
-Ahora resulta que una simple estudiante, de no sé qué, desmorona mi confianza. Soy Albert, uno de los estudiantes más notables de esta facultad. Solo faltan dos meses para que sea el Dr. Albert. ¿ Qué me sucede? Además, tengo una novia a la que amo en demasía y ella es mi inspiración. Es la primera novia a la que mi madre acepta sin disgusto. Soy un desgraciado por embeberme en esos ojos de miel. Si mi Nelly supiera lo que pienso seguramente me despreciaría.
En estos reclamos anidaba su alma cuando timbro el teléfono y de inmediato lo tomo para averiguar quién lo buscaba. Al responderlo al instante se dio cuenta que era la voz que lo desmoronaba. Sin darle tiempo a preguntar algo Samantha lo inundo con una súplica:
-¿Puedes ayudarme con un proyecto que el profesor Bernabé me asigno?
Su respuesta tendría que ser un no y, sin embargo, sin titubear dijo:
-¡Claro que sí, estoy absolutamente disponible!
Al dirigirse a la biblioteca de la Superior se cuestionaba una y mil veces el porqué de su actuar. En el ínterin de sus reflexiones escucho una voz lejana:
-¡Hola Alberti! ¿Hacia dónde vas? - Sí, era el melodioso sonido de la voz de su novia.
-Con el profesor Bernabé; me cito para un proyecto.
Ella asintió tomándolo del brazo al tiempo que le decía:
-De acuerdo, te acompaño.
Se sintió el más desgraciado de los desgraciados. Acababa, sin sentir remordimiento, de mentirle a Nelly.