El cielo amaneció cubierto de nubes, con algunas gotas cayendo aquí y allá, y con ráfagas colándose por entre los pocos árboles que aún estaban en pie. Antonio despertó y encontró a Will parado frente a él, contemplando las montañas en silencio.
—Buen día —dijo Antonio acercándose al dragón, bostezando perezosamente—, ¿desde cuando te levantas temprano? Es el alba y por lo general duermes hasta muy tarde.
—Sólo esta vez. No podía dormir y tenía que prepararme para salir de Derladia unos días.
Antonio lo miró confundido. —¿A dónde vas? ¿Puedo ir contigo?
—No, tengo que ir solo, y debo irme lo antes posible.
—Muy bien —respondió Antonio, acostumbrado a que su amigo, de vez en cuando, partía lejos de Derladia sin dar más explicaciones—. Nos veremos el primer día de junio cerca de la vieja Puerta de los Mil Robles.
—De acuerdo, adiós —dijo Will y abrió las alas para empezar su recorrido.
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Will voló durante un par de días, casi sin detenerse, hasta que vislumbró a la distancia aquel bosque de vegetación abundante y cerrada, poblado por habitantes de colores resplandecientes, guardianes de un lago sagrado de aguas púrpuras.
El dragón descendió cerca del lago y esperó.
—Has venido muy rápido —dijo un león alado de ojos oliva acercándose—. Me alegra.
Will lo miró sorprendido —Veo que al fin confías en mí, Klimtuk.
Klimtuk se sentó en la orilla de las sombras y dijo gravemente: —No juzgues con severidad mi desconfianza. Debes entender que durante muchos siglos las personas han venido a este lugar tratando de conseguir la inmortalidad con las aguas de Istajmer, muchos incluso han dicho venir a jurar alianza a la señora Custos’vitae, sólo para poder acercarse al lago.
—Lo sé, así fue como llegó Namtar, ¿cierto?
Klimtuk asintió y añadió suavemente: —Te debo una disculpa, en verdad has sido un aliado fiel y honrado… cada día son más escasas las personas cómo tú —continuó Klimtuk mientras se apagaban sus ojos—, temo que pronto no quedará más opción que rendirnos ante el poder del nigromante.
—Aún tenemos una oportunidad, podemos derrotarlo.
—¿Lo dices por la esfinge? —dijo Klimtuk frunciendo el ceño—. ¿Cómo podría ayudar? Las esfinges no tienen sentimientos, sólo acertijos. No todos pensamos igual que tú, la mayoría dudamos que ella sea la indicada para derrotar a Namtar.
—No debemos dejar de tener fe. En el momento en que perdamos la esperanza, Namtar habrá ganado —dijo una mujer acercándose.
El león se incorporó rápidamente e hizo una reverencia ante ella. —Lo lamento, mi señora —murmuró.
—Está bien, Klimtuk, estos son tiempos difíciles —dijo la mujer con una sonrisa y caminó hacia Will. Parecía haber envejecido en los últimos años, andaba lentamente y ligeramente encorvada, como si estuviera próxima a morir.
—Mi señora, he venido tan pronto he escuchado su llamado —dijo Will—. ¿Qué sucede?
—Necesito decirte algo sobre ella, sobre Melina —dijo Custos’vitae acercándose al lago y agitando sus aguas.
—¿Qué?, ¿qué ha pasado?
—Como sabes, Melina ya ha cumplido quince años. Durante ese tiempo ha estado protegida por la magia del destino impidiendo que el mal pueda dañarla. Desgraciadamente, esta misma protección mágica también ha permitido que el hechizo de Namtar permanezca, y por ello Melina continúa viviendo como una esfinge
—Sí, lo sé, mi señora.
Las ondas formadas en el agua cambiaron de dirección y empezaron a crear nuevas imágenes. —De acuerdo con la profecía —continuó Custos’vitae—, la protección mágica ha empezado a debilitarse, de forma que Melina podrá convertirse en humana nuevamente.
—¡Esas son excelentes noticias, señora! —dijo Will emocionado.
—Sí, pero olvidas algo muy importante: sin la protección mágica, Namtar podrá matarla.
La mujer hizo una pausa, Will estaba impactado ante estas noticias. —Hay algo más —añadió Custos’vitae observando las ondas del lago—, si en un año exactamente Melina no se transforma en humana, vivirá como una esfinge para siempre.
El dragón sacudió la cabeza. —¡No podemos permitir eso! Tenemos que evitar que Namtar le haga daño y ayudarla para que vuelva a ser humana.
Custos’vitae se incorporó mientras las imágenes sobre el agua se dispersaban y el lago volvía a su quietud habitual. —Sí, debes ayudarla, pero recuerda, Will, que es ella quien debe desear convertirse en humana. Sólo podrá vencer el hechizo de Namtar si así lo desea en lo profundo de su corazón.
—Haré todo lo que pueda, mi señora —dijo Will firmemente.
Custos’vitae sonrió. —Lo sé. Ahora, debes partir y encontrarla pronto.
Will titubeó unos momentos antes de preguntar: —Mi Señora, ¿Namtar sabe esto?, ¿sabe que ya no está protegida y puede eliminarla?
La mujer tardó un poco en responder. —No lo sé —y con estas palabras, desapareció.
Will suspiró pesadamente y dijo al león: —Volveré cuando tenga más noticias. Cuida mucho de ella.
—Lo haré. Buena suerte —dijo Klimtuk con una sonrisa.
El dragón extendió las alas e inició su vuelo hacia la Puerta de los Mil Robles para encontrarse con su amigo.
***
Unos días después, con la luna iluminando el bosque, Will llegó a la Puerta de los Mil Robles. Estaba buscando a su amigo, cuando el ruido de personas riñendo y caminando apresuradamente de un lado a otro llamó su atención. Will se acercó para descubrir lo que estaba pasando e, inadvertidamente, empujó lo que parecía ser un tronco caído junto a unos matorrales
—¡Ten cuidado! —reclamó el tronco.
Will dio un salto atrás y, sorprendido, descubrió que el tronco era en realidad su amigo. —Antonio, ¡que gusto encontrarte! ¿Qué haces aquí?
—Estaba esperándote cuando escuche a unas personas discutiendo y me acerqué a ver qué pasaba —explicó Antonio e indicó con la cabeza a uno de los hombres frente a ellos, al parecer el líder—, ¿lo reconoces?