—Melina ha aprendido a usar su magia en muy poco tiempo, nunca he conocido a alguien tan hábil. Sólo unas cuantas lecciones más y será una maga más poderosa que yo y que cualquier otra persona que haya conocido —explicó Will entusiasmado.
El dragón se encontraba en el bosque que rodeaba el lago Istajmer, dando un reporte de lo ocurrido en los últimos meses. Custos’vitae estaba frente a él, escuchando atentamente lo que decía, mientras Klimtuk los observaba desde el resguardo del bosque, haciendo algunas preguntas.
Custos’vitae sonrió afablemente ante la alegría de Will. En los últimos tres años, su salud mejoraba cada día; pero no había recuperado totalmente su fuerza, quedaban ciertos rastros de debilidad impresos en su rostro y seguía teniendo ataques de vez en cuando.
—¿Más poderosa que Daría?, ¿lo suficiente para enfrentar a Namtar? —preguntó Klimtuk gravemente.
Will lo considero unos momentos. —Creo que sí.
—Mas no estás seguro —dijo Klimtuk con agudeza.
—No del todo —antes de que el león siguiera hablando, Will agregó: —Dudo que exista alguien igual de poderoso que Namtar, pero a diferencia de él, Melina no sólo puede hacer hechizos muy fuertes, sino que también tiene la habilidad, la empatía de conectar con las personas y ayudarles a recuperar la esperanza y la voluntad de luchar por tener una mejor vida, un mejor reino para todos. Cada vez se unen más personas a nosotros y nuestro grupo va creciendo: estamos casi listos.
—Melina tiene gente apoyándola, y Namtar tiene criaturas y personas malvadas a su lado, la situación está muy bien balanceada entre ambos.
—Así es —dijo Will molesto ante las objeciones de Klimtuk—. No obstante, ni las criaturas ni los seguidores de Namtar tienen la misma convicción en su causa que nosotros, y eso es una ventaja. Ellos están con el nigromante por miedo, nosotros estamos aquí por la convicción de que esto es lo correcto.
Klimtuk exhaló audiblemente. —Tienes razón. Disculpa si aparento ser pesimista, Will; sólo tenemos una oportunidad para derrotar al nigromante, por ello creo que es importante estar completamente seguros antes de seguir adelante. Hasta ahora se han podido concretar muchos planes sin problemas porque ni Namtar ni Daría saben lo que hacemos. Al momento de actuar, obviamente sabrán lo que está pasando. Si, por alguna razón, no estamos preparados y fallamos, no tendremos una segunda oportunidad: Namtar se asegurará de matar a Melina y derrotarnos por completo.
Will frunció el ceño, incómodo. —Lo sé, Klimtuk. Creo que estamos casi listos. Sin embargo, no puedo ofrecer garantía alguna; es cuestión de tener fe en Melina y en nuestro grupo, y esperar que sean lo suficientemente fuertes para acabar con el imperio del mal.
—¿Y si Melina pasa una prueba antes? —dijo Custos’vitae pensativamente.
—¿A qué se refiere, mi señora?, ¿qué prueba?, ¿usted quiere hacerle una prueba? —preguntó Will.
—No, no, yo no —respondió con una ligera sonrisa—. Después del ataque a Yurmeli, hace casi veinte años, Daría selló el reino con una barrera mágica, ¿cierto?
—Sí. Traté de romper la barrera muchas veces, pero no pude contra la magia de Daría.
—Exactamente. Daría utilizó uno de sus hechizos más poderosos para crear esa barrera. Sugiero que Melina intente abrirla, si lo logra, significa que está preparada para enfrentar a Daría; si no, no hay riesgo alguno, puede seguir entrenando sin alertar a Daría o a Namtar.
—Es una excelente idea, mi señora —admitió Klimtuk con una leve reverencia.
—Regresaré ahora mismo a la aldea e iremos a Yurmeli —dijo Will.
***
Una semana más tarde, Will hablaba con Melina y sus amigos sobre la prueba sugerida por Custos’vitae.
—¿En serio piensas que estoy lista? —dijo Melina conmovida por la confianza de su amigo en ella.
—Por supuesto que sí. No tengo duda alguna de que podrás romper la barrera mágica.
Melina asintió. —Iliana me habló sobre lo hermoso que era Yurmeli, desde entonces he tenido ganas de conocer el reino de mis padres. Muy bien, vayamos pues —dijo con determinación—, yo también quiero asegurarme de estar lista para luchar contra Namtar y Daría.
—Yo iré con ustedes —dijo Antonio tomando la mano de Melina—. Conozco muy bien el bosque de robles y puedo hacerlos llegar hasta la Puerta sin toparnos con criaturas o seres oscuros.
Gregorio bajó la cabeza taciturnamente. —Tristemente, yo prefiero no acompañarlos. Sus bromas sobre que soy muy viejo, son ciertas. Aunque me encantaría ir con ustedes, prefiero guardar mis fuerzas para la batalla final.
Lena abrió los ojos impactada. —Pero, ¿cómo? A estas alturas no puedes quedarte solo; lo mejor será que yo me quede aquí contigo para asegurarme de que no sufras un infarto —dijo Lena riendo divertida, tratando de alegrar a Gregorio—. No, en serio, yo tampoco puedo ir. Mi madre me pidió que me quedara aquí supervisando que todo vaya bien mientras ella regresa de la otra villa, la villa de los hombres.
Melina se incorporó. —Entonces, sólo iremos nosotros tres —dijo mirando a Will y Antonio—. Quiero salir mañana lo más temprano posible, así que iré a la cama a descansar para estar lista.
A la mañana siguiente, cuando los primeros rayos del sol anunciaba un nuevo día, Melina y sus dos amigos estaban listos para partir.
—Estaremos de vuelta en menos de dos semanas —dijo Melina montando su caballo.
—Buena suerte —respondió Lena agitando la mano.
Se despidieron e iniciaron su camino al oeste, dejando la aldea de los elfos tras ellos.
***
—Aunque han pasado casi veinte años —platicaba Antonio mientras andaban por el bosque—, tengo un recuerdo muy claro del día que Namtar atacó Yurmeli. Mi familia vivía en una casa cerca del bosque de robles —por eso lo conozco tan bien—, y desde la distancia se escuchaban aullidos terribles, gente luchando y gritando, criaturas gruñendo; ¡aún ahora me provoca escalofríos!