- ¿Qué haces, Dulce?- pregunto Sol a su pequeña nieta, que tenia un álbum de fotos sobre sus cortas piernas.
- Estoy viendo fotos antiguas de ti y el abuelo, Abu- respondió, los ojos de Sol se llenaron de lagrimas al pensar en su amado esposo, lo extrañaba demasiado- ¿Me cuentas alguna historia de los dos, Abu?
- Ya te he contado todas, Dulce- dijo sentándose a su lado mirando las fotos también, recordando cada uno de los momentos que inmortalizaban las imágenes.
Recordaba bien ese primer encuentro con su amado Fred, como sus miradas se cruzaron en esa discoteca, como la invitó a bailar y como hablaron durante horas, sintiéndose en una burbuja imperturbable donde el resto de gente dejo de existir.
Esa primera cita donde la llevo a montar a caballo, el cual era su mayor deseo, pero nunca había tenido la posibilidad de realizar y que él había planeado cumplir.
Las siguientes citas fueron una mejor que la otra, que no tardo mucho en caer enamorada, la hacia sentir tan feliz con su sola presencia, esa primera vez que la dijo te amo con una sonrisa y los ojos brillantes.
Como después de dos años de noviazgo la propuso matrimonio. Como su boda fue incluso mejor de lo que nunca imaginó que sería. Como los primeros años de casados la llenaba de regalos y recordatorios de que la amaba por sobre todas las cosas.
Esa primera prueba de amor que tuvieron que pasar con la perdida de su primer hijo. Por un tiempo pensó que sería el fin de su matrimonio pero, para sorpresa de muchos, lograron salir juntos de la tristeza, lo que fortaleció su relación.
Fred se volvió más protector con ella la próxima vez que se quedó embarazada, cuidando de que no se repitieran las cosas, lo que resultó en el nacimiento de su primer hijo.
Fred la ayudaba todo el tiempo, por muy cansado que estuviera después de llegar del trabajo, y lo poco que dormían por la noche, esos primeros meses de vida de su hijo.
Seguía llenándola de amor incluso después de llevar tanto tiempo casados y tener cuatro hijos más. En ningún momento dejó de mirarla como si fuera su tesoro más preciado.
Estuvo a su lado para apoyarla en cumplir todos sus sueños y metas en la vida, sin dudar en que los haría realidad.
- ¿Por qué lloras, mi amor?- Sol miró a la persona de la que vino la pregunta, viendo allí de pie con una sonrisa a Fred.
- Fred- susurró caminando hacia él para refugiarse en sus cálidos brazos- te extrañaba mucho.
- Estamos juntos ahora y para siempre, mi amor- le dijo.
Sol miro a su espalda viendo a su hija Frida, la más joven de sus seis hijos, junto a la pequeña Dulce, entonces comprendió porque su marido estaba allí, su tiempo de vida se había acabado y era momento de reunirse con los que se habían ido.
- Vamos, mi amor- de la mano caminaron hacia la luz blanca tras ellos, dando una última mirada a la vida que dejaba sabiendo que un día se reunirán todos.
Con eso en mente emprendió el viaje hacia la eternidad junto a la persona que amaba.