Relatos

En tu memoria

—     Martí y yo solíamos ser así— señaló a una pareja al otro lado— y a mi me encantaba.

—     ¿Qué hacíais Martí y tú?— preguntó el hombre sentado a su lado.

—     Me llevaba a pasear, íbamos a mi parque favorito y siempre me regalaba un tulipán cuando pasábamos por el puesto de flores— respondió mirándolo pero sin verlo, perdida en su mundo como estaba.

—     ¿Qué pasó después?— el hombre sintió un gran nudo en la garganta

—     Me pidió matrimonio, nos casamos solo nosotros dos pues no queríamos a nadie más, solo nuestra entrega de amor y la persona que ofició la boda. Compramos una gran casa de ladrillos, era tan bonita y estaba llena de tulipanes— sus ojos se posaron esta vez en un gran arbusto junto al banco.

—     ¿Tuvisteis hijos Martí y tú?— antes de preguntar tomó una gran bocanada de aire para contener sus emociones.

—     Si, dos pequeños, una niña y un niño, mellizos. Luz era la niña de papá y Devon, el niño de mamá — sus ojos brillaron de ilusión al nombrarlos, miró a la lejanía como si allí estuvieran sus dos pequeños amores, riendo y jugando mientras Martí y ella los observaban.

—     ¿Dónde están ellos ahora?— él ya lo sabia pero no hasta que punto ella no.

—     Luz esta estudiando bellas artes y Devon, ingeniería— de eso hacia años.

—     ¿Y Martí?— frunció el ceño pensativa.

—     Dijo que iba a comprar las cosas para la cena pero no volvió, ¿tu sabes donde está?— le miró en ese momento, sus ojos fijos en él.

—     Si, pero no te preocupes, te esta cuidando— dijo el hombre, se levantó y miró a la mujer con dolor profundo— volveré mañana para que me cuentes más cosas de Martí y de ti, ¿me esperas?

—     Siempre te espero— dijo, sin darse cuenta del significado que tenían esas palabras para el hombre, siempre se las decía cuando se iba al trabajo para despedirse tras el beso, para ella era su forma de decirle que lo amaba.

—     Vendré todos los día, Adara— pronunció, esta vez sin poder contenerse más.

 

Adara le vio alejarse, sintiéndose extraña, no sabiendo quién era el hombre pero alegre de que fuera a volver al día siguiente, aunque algo en él se le hacía familiar no terminaba de saber su identidad.

 

El hombre se alejó con un gran dolor en el pecho, la culpa y el arrepentimiento cerniéndose sobre él. Hacia meses que venia a ver a Adara y esta todavía no era capaz de ver que él era Martí, aunque era su culpa que hubiera pasado no dejaba de dolerle en lo más profundo de su ser.

 

La miró una última vez antes de perderse en la distancia del jardín de ese hospital.



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En el texto hay: amor, relatos corto

Editado: 30.03.2022

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