Como un dulce néctar de muerte, así fue su pecado; y como la mordida de una serpiente llegó después el arrepentimiento del acto irreversible.
Entre las sábanas de una mañana confusa y la incómoda luz de las primeras horas del día su mente se negaba a procesar los recuerdos, creyendo que si lo olvidaba podría eliminar ese error de su vida. Pero no había nada que pudiera borrar el pasado.
Sólo le quedaba pensar la manera más fácil de decirle a su amada que la había traicionado.