Su vals me lleva, me recorre con sus manos, me toca. Bailamos juntos este vals de Vivaldi, la energía de sus ojos, el instrumento que se presta para hacerme caer ante él, lo miro y me sostiene con mayor firmeza, su aroma a rosas y el sonido del violín me embriagan el alma. Pequeños pasos, veloces pasos, el violonchelo ahora grita más alto, más rápido, y las manos de los músicos no descansan en su tarea, deben interpretar esta excelente pieza de arte. Silencios y compases, baile y vino, risas y murmullos, todo lo forma y lo crea esta noche espléndida. Los anfitriones de esta velada alzan la vista y se enorgullecen de tan gran fiesta. La pareja de enamorados no despega sus ojos uno del otro, pronto van a casarse y se habrá llevado a cabo el plan que tanto trabajo les llevó.
La música se detiene por unos segundos para volver a sonar con mayor ímpetu y velocidad, los danzantes amantes quieren demostrar su destreza en el salón, él la toma de la cintura y la gira, la gira y la gira, ella sonríe feliz, y giran juntos en ese baile erótico que ambos conocen, se excitan uno al otro con sus miradas, con sus labios, con sus fragancias y suspiros. Y susurran a su oído promesas para la noche que ya llegó.