—No saber qué hay del otro lado me vuelve loca. Necesito saber. Me dijeron que es peligroso pasar. Que no debería querer saber. Que callada y sin preguntar me veo mejor. ¡Que se vayan a freír espárragos! No me importa. Yo quiero cruzar y saber.
—¿Quién va a freír espárragos?
—Nadie…
—Yo no voy a freír nada, yo no cocino.
—¡Dije que nadie! —Natalia le da una mirada de odio a su hermana y sigue caminando a través de la selva. Hace horas que los mosquitos se la vienen comiendo viva. El repelente no sirve con estos monstruos—. ¡Al fin! —celebra cuando avista la cabaña en la que pueden refugiarse de los bichos y de la lluvia que nunca para.
—¡Bienvenidas! ¿Cómo estuvo la excursión de hoy? —Las saluda una anciana que siempre está encima cada vez que llegan, cada vez que abren un ojo por la mañana o se mueven de un lado al otro de la cabaña. La mujer siempre está con sus dos ojos sobre ellas, analizando cada leve movimiento y gesto.
—Horrible estuvo…
—¡Qué grosera! —dice la anciana con una mueca.
—Sí, mi hermanita siempre fue así, una asquerosa…
—Más lo serás vos, quiero ir temprano mañana.
—Mañana es día libre, tarada.
—Para mí no, quiero ir de nuevo y cruzar el portal estelar, cuando lo cruce no pienso volver, no me busquen.
—Sola no podés ir. Además, eso no es un portal de telar…
—¡Estelar!
—Bueno, no es eso, es una cosa que dejaron los indios…
***
Antes de que el sol se levante, Natalia ya lo hizo. Lista y pronta sale y camina por la selva, va toda cubierta, no le da el gusto a ningún insecto o mosquito. Camina tres horas y mira el portal, un círculo erecto de piedra con runas talladas en su contorno. Sabe leerlas desde que tiene memoria. Se trepa para presionar las exactas runas que activan el mecanismo, las piedras empiezan a vibrar y el suelo a partirse. La tierra se come las hojas y ramas caídas, Natalia salta antes de ser comida también.
Cruza el portal y cae en un piso de mármol.
—¡Al fin despertaste!
—¿Qué? ¿De qué? —dice buscando el origen de la voz que conoce.
—Natalia, hace días que volvimos de la selva, te dormiste apenas llegar…
—¿Quééé? —Mira alrededor y se ve al espejo. Ella es la anciana.