Un pequeño brote se abría camino entre la tierra negra de ese extenso bosque, sus hojas brotaban como agua en un humedal, el tiempo hacia ver su belleza con cada hoja y flor que apareció, tras caer los pétalos de las flores las frutas crecian hasta tornarse rojas como la sangre y su dulzor llenaba la boca de los niños que la veían brillar.