Relatos cortos de un cuervo colorido.

El amor de un kraken a un tritón.

No, no es aquel kraken que a todo el mundo se le vino a la cabeza, éste es uno que se camufla bien, tanto que su disfraz asimilaba la figura de un joven apuesto, diseñado para atraer su platillo favorito: carne de sirena y de tritón. Aquellos seres mitad pez eran fáciles de engañar, ya que les atraía la belleza física y se enamoraban de ella, cuando esos seres se enamoraban, sentían la necesidad de hundir aquella persona que captó su atención, olvidando el detalle de que se trataba de un ser terrestre y acababan con su vida sin haber tenido esa intención.

Nuestro kraken se paseaba por las orillas de las playas o costas solitarias en busca de su alimento, siempre terminaba alimentándose bien, eran las ventajas de tener un disfraz perfecto que atrajera a esos seres.

Hubo un día en que merodeaba la costa, por un momento pensaba que ninguna sirena estaría en aquel lugar, ya que había un pescador en su canoa, sin embargo, se equivocó, ya que pudo ver la figura de un tritón ocultándose detrás de una roca, notó su cola de escamas grises y su cabellera castaña. El tritón volteó a su dirección como si ya hubiese percatado de su presencia, en vez de acercarse por sentirse atraído por su rostro, se sumergió al agua en forma de pánico, « ¿hay algo malo con mi disfraz?» se preguntó, se acercó a un charco en intentó mirar su reflejo en él, no había nada fuera de lugar, su disfraz estaba impecable como era de costumbre, ¿por qué el tritón huyó?, ¿será que no lo pudo ver con claridad ante el pánico de ser encontrado?

El tiempo pasó, cada vez que se asomaba a aquella costa, a la misma hora que se encontraba el pescador, el tritón se encontraba detrás de la misma roca, intentando mirar al pescador sin ser visto por él. El joven kraken arqueó la ceja de su disfraz y sonrió amargamente, era evidente en que aquel tritón parecía interesarse en aquel pescador, pero no sabía porqué; no era atractivo, tenía un diente chueco, poseía una estatura baja, un rostro y cuerpo regordete… Nunca se imaginaría que una criatura portadora de belleza, malicia y vanidad fuese a fijarse en un pescador como ese.

Sin que el tritón captara su presencia, el kraken habló:

―Veo que tienes interés por el pescador Roger.

El tritón volteó con brusquedad, como si un fantasma le hubiese susurrado al oído, aquella criatura de cabellera castaña, le miró en un pequeño estado de parálisis.

―No es eso ―susurró con nerviosismo y bajó la mirada.

―¡Oh, vamos!, se nota tu extraño interés a kilómetros.

―Eres un kraken ―afirmó sin dudas―. Solo un kraken vendría con esa apariencia a las orillas del agua.

«Niño listo»

―Me has descubierto. No te preocupes, prefiero comerme a mis presas cuando intentan hundirme para profesarme su amor.

El tritón no se fiaba de un depredador, los kraken eran conocidos por engañar sirenas y tritones con su apariencia diseñada para atraer a sus presas.

―¿Por qué no te acercas al pescador? ―sugirió―. Eres un ser portador de belleza que encandila a cualquier ser humano que se te cruce, no tendrás problemas en captar su atención.

Y no mentía, el joven tritón al igual que muchos de su especie, portaba una belleza etérea tan mística que todo ser viviente no le importaría morir ahogado, con tal de que un rostro como ese estuviera en su campo de visión antes de saludar a la muerte; preservaba la apariencia de un joven de diecinueve años, aunque tal vez poseía mucho más, incluso décadas de existencia.

El tritón esbozó una media sonrisa y dijo:

―Un kraken como tú no entendería.

Esas palabras se quedaron grabadas en la mente del kraken por mucho tiempo, intentó seguir su vida con normalidad, en cambio, no podía evitar encontrarse con el tritón: Dioneles, ese era su nombre, se lo dijo una vez, harto de sus insistencias, incluso el kraken se presentó como Raizen, no se acercaban por desconfianza, sin embargo, Raizen se le hizo agradable la compañía de Dioneles, por muy esquivo que fuera el tritón.

Una vez Raizen se topó con el pescador en un muelle que no estaba muy lejos.

―¿Por qué pesca por aquí, caballero? Muchos pescadores prefieren irse a otras partes para capturar peces.

El regordete pescador sonrió y contestó:

―Sé que me considerará un loco, pero cuando estaba pequeño, sin que mis padres lo notaran, jugué en aquel lugar, yo estaba muy pequeño, tenía alrededor de siete años, me caí al agua y casi muero ahogado ―explicó, por un momento, Raizen sintió que era un recuerdo feliz por parte de Roger―. Un joven me sacó, no recuerdo mucho de su apariencia, pero sé que de niño, pensaba que era una clase de ángel que vino a salvarme.

―¿Qué pasó con ese joven?

―Me dijo unas cuantas palabras para que dejara de llorar, hasta que notó que mi madre estaba cerca y se sumergió, no salió del agua.

Después de escuchar esa historia, Raizen se encontró nuevamente un día con Dioneles, su visita era tan común que el tritón ya no se quejaba por mucho de que se tratara de un depredador.

―¿Fuiste el ángel que salvó al pescador Roger? ―interrogó remarcando la palabra ángel. Dioneles le miró con ojos bien abiertos―. Él mismo me contó que un joven apuesto lo salvó de ahogarse.

Fue testigo del increíble sonrojo de Dioneles, un joven tritón de facciones bellas y serias, tanto que era extraño verle con otras expresiones que no fueran asombro o embelesamiento por ver mucho al pescador.

―¿Me recuerda? ―preguntó casi con timidez―. Es que… ha crecido desde la primera vez que lo vi, era muy pequeño siendo niño.

―Y de adulto igual ―bromeó―. ¿Por qué no le hablas? Te recuerda y tiene la esperanza de que aparezcas.

―No puedo.

―¿Por qué?

En la mente de Raizen se seguía escuchando la frase: un kraken como tú no entendería.

―No quiero matarlo ―contestó.

Raizen fue capaz de comprender esas palabras y empatizó un poco con Dioneles, porque tanta sería la emoción del tritón de estar cara a cara con el humano que amaba, que no controlaría su instinto de querer sumergirlo al agua hasta ahogarlo, era como una maldición para que los seres acuáticos no intentaran mezclarse con la humanidad, así que Dioneles optó por seguir amando a ese pescador sin que notara su presencia, sin acercarse, ni poder hablar con él por mucho de que tuviera la necesidad de hacerlo. «Yo tampoco quiero matarte» se dijo Raizen sin dejar de ver a Dioneles, siempre desde su distancia y nunca quiso cruzar esa línea, con miedo de sentirse tentado de devorar al tritón.



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En el texto hay: humor, de todo, lgbt

Editado: 27.02.2021

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