Esto es muy difícil de contar. La mayoría de las personas lo tomarían como una locura, pero si no lo cuento, voy a volverme completamente loco. El fin de semana pasado me encontré con un viejo amigo de la escuela. Nos saludamos, charlamos y terminamos contándonos anécdotas de la vieja escuela. Juntos caminamos por las calles del pueblo, contando anécdotas y disfrutando del día.
Mi ex amigo me empezó a relatar de su vida, que trabajaba de camionero en la ruta 9; también que no había tenido suerte en el amor desde que lo había dejado plantado en el altar la única novia que tuvo desde la secundaria. ¡Sofi lo había plantado! Tan enamorados que estaban, ¡era inimaginable! Qué vueltas que nos da la vida. Todo el salón vitoreaba por ellos, habían sido la pareja más votada de la noche de la graduación. No podía entender cómo era posible que se separaran. Luego de esa horrible noticia dimos un par de vueltas, aún con un aura triste sobre nosotros, pero después de un rato volvimos a una charla amena. Le conté cómo había hecho para tener mi negocio por allá por el 2017, dos años después de la graduación, y luego cómo había luchado para mantenerlo a flote.
En un momento entre charla y charla, pasamos por su casa y pregunté cómo estaba él y su familia, ya que la casa se encontraba en venta. Me pareció muy extraño, pero él lo desestimó diciendo que ya era vieja y estaban esperando venderla por un buen precio para comprar una en los suburbios. Según recuerdo, su padre odiaba ir a la ciudad, era un fastidio para el pobre hombre. No terminaba de entender el motivo de la mudanza. Se lo pregunté varias veces, pero tenía suficientes argumentos para terminar de convencerme.
Cuando terminamos de conversar sobre la vida, nuestros viejos amigos y familia, me di cuenta de que habíamos llegado a las afueras del pueblo, donde estaba el cementerio y la cerealera donde él trabajaba. En ese momento nos despedimos y prometimos encontrarnos en el bar del centro, el más popular que había. Luego cada uno fue por su lado, y al llegar a la casa de mis padres hablé. Les conté que nos habíamos encontrado, las charlas y cómo se veía muy decaído en comparación con antes. Mi madre preguntó quién era el joven, ya que la historia le parecía conocida, pero cuando lo revelé ella palideció. “¡Es imposible!”, dijo asustada. Nunca la había visto así. Me asusté y pregunté: “¿Por qué sería imposible?”. No estaba preparado para lo que me estaba por decir. Mi amigo, el tipo con el que me encontré, caminé y charlé hasta el cansancio, se había estrellado con su camión en el pueblo vecino. No lo creí, no lo creería hasta verlo, pero me llevaron al cementerio y ahí estaba su tumba; un escalofrío subió por mi espalda y entendí que había estado hablando toda la tarde con su fantasma.