Relatos de Guerra

Capítulo 3: "El traidor"

Capítulo 3

El traidor

 

Mi primer impulso es sacar mi pistola y apuntarle entre los ojos. Hacerlo implorarme por su asquerosa vida. Y eso es justo lo que hago.

Saco la pistola de su funda y la empuño con ambas manos, apuntándole directamente a la cabeza. Las niñas al principio parecen confundidas, pero al comprender la gravedad de la situación intentan pararme, aunque sus esfuerzos son en vano.

— ¡no lo hagas! —se abraza a Gaspar, inmediatamente las otras hacen lo mismo.

Gaspar me mira, dando por hecho que no hay un juego que ganar. Mirarlo me trae muchos recuerdos: las prácticas con armas, nuestras reuniones para planear y, finalmente, la noche en que escaparíamos, la manera en que todos preguntaban por él, con genuina preocupación y a pesar de todo lo que habíamos planificado fue capaz de traicionarnos; les avisó a las autoridades de nuestro plan de escape por algo de dinero.

Mis manos tiemblan en una combinación entre la rabia y los nervios ¿puedo realmente disparar?

Antes de que pueda hacer nada algo me golpea la cabeza y de nuevo caigo inconsciente.

 

 

 

Cuando me despierto mi cuerpo se siente pesado, como si mi cabeza despertara antes que el resto de mi cuerpo. Estoy recostada y un poco de las últimas imágenes pasa por mi cabeza. Me doy cuenta de que tengo manos y pies atados, no puedo moverme.

—por fin despiertas.

Su voz me llega desde un rincón oscuro. Como un impulso, busco a tientas mis armas, pero como lo supuse, no están conmigo. Sigo cubierta por mi ropa usual: el uniforme de servidumbre lleno de hoyos y deshilaches, totalmente sucio y zarrapastroso.

Me retuerzo para poder sentarme, pero sin mucho éxito me resigno a permanecer en donde estoy, aunque mi lucha empieza de nuevo al mirar a Gaspar levantarse y acercarse al camastro en el que estoy recostada.

— No me toques —digo entre dientes

En un movimiento rápido, introduce unas patillas en mi boca y con sus manos me obliga a cerrarla y me tapa la nariz con la mano libre.

—Trágatelas—ordena.

Estoy tan furiosa que me niego a hacerlo, pienso también en morderlo ¿Quién sabe? Quizá podrían ser drogas, tal vez podría ser venenoso; termino obedeciendo una vez que mis pulmones sienten la falta de oxígeno. Trago, pero las pastillas están secas, igual que mi boca, y se quedan ahí atoradas. Entonces llega él con una botella de agua y me da de beber.

Al principio tomo tragos cortos y constantes, pero luego, mi cuerpo reacciona a la sed y la deshidratación con la que cargaba, tomo tragos más largos y en cuestión de segundos acabo con la botella de agua. Cuando la separa de mí, empiezo a tomar grandes bocanadas de aire.

—tranquila—acerca más el banco en que estaba sentado—no voy a hacerte daño.

— ¿y porque me tienes aquí, amarrada? —espeto.

El anciano se toma su tiempo para contestar.

—porque sabía que si despertabas intentarías atacarme.

Sonrío cínicamente.

—eso es lo que se hace con los traidores ¿no? Se eliminan.

Suspira. Por un momento parece más viejo de lo que es, en realidad se ve agotado.

—Eli, sé que no puedo decir nada para enmendar mis errores—admite—pero tenía que sacar de ahí a mi sobrina, no podía irme sin ella y ayudé a escapar a esas niñas, no solo a Gisela porque sea mi sobrina, sino también porque quiero que ellas tengan algo mejor que esto—se señala a sí mismo.

Entonces me doy cuenta de cómo está vestido: tiene puesto el uniforme de servidumbre: pantalones grises, chaqueta del mismo color con grandes botones plateados y los feos zapatos negros que se usan habitualmente.

—a ella la iban a mandar a los campos de trabajo—explica—necesitan sirvientes para los soldados que se encuentran vigilando. No podía soportar pensar que ella estuviera ahí. Sola. Con todos esos soldados… —hace una pausa.

En el mismo instante en que lo menciona, me tenso. «Con todos esos soldados». Ambos sabemos a lo que temia.

—no puedo justificarme por haberles traicionado, pero espero que me perdones, no porque lo merezca, sino porque es lo correcto.

“porque es lo correcto” dice «¡Ja!» como si en este planeta hubiera una pisca de decencia. He pasado la mayor parte de mi vida encerrada, sirviendo, viendo sufrir a personas que me importan… y justo cuando pienso que las cosas no pueden estar peor ¡BAM! Empeoran.

No sé si ha sido que parece inofensivo, que ha mencionado lo que pudo haberle pasado a su sobrina (tal vez la empatía que sentí) o simplemente que no me haya asesinado cuando tuvo la oportunidad… pero le creo. Creo que su disculpa es sincera y que de verdad está arrepentido.

Pero quiero irme, quiero seguir buscando a Edmund. Puede que no tenga un plan para después de encontrarlo, pero sé que estaré segura si estoy con él. Si Gaspar quiere cuidar de cuatro niñas hasta que este demasiado viejo como para ver por ellas… bien. Que se las apañe, pero yo no tengo ningún motivo para quedarme; yo ayudé a esas niñas, ellas me ayudaron a mí, y Gaspar también me ha mantenido con vida, pero me las debía por hacer lo que hizo aquella noche.




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