Hoy, después de muchos, muchos, pero muchos años me puse un vestido talla CH (el largo) y un vestido talla M (el corto).
La sonrisa sigue siendo la misma, los ojos siguen brillando igual. Pero es un hecho que no soy la misma.
El otro día alguien me preguntó: "Liz, ¿Como le hiciste? ¿Que te llevó a ese cambio?"
Y yo, con una gran sonrisa respondí: "El cansancio".
No, no a ser gorda. Eso no tiene absolutamente nada que ver. Ya les he contado quea decisión de someterme a una cirugía bariátrica fue a partir del amor propio.
No me empecé a amar porque baje de peso, baje de peso porque comencé a amarme.
En mi caso particular (hablo de mi porque todos somos diferentes); en mi caso fue por un solo objetivo: volver a ser mamá. Quería deshacerme de los kilos que pondrían en riesgo mi vida si volvía a embarazarme. Yo Liz, tuve hipertensión gestacional en el embarazo por mi sobrepeso.
Y eso tampoco tiene que ver con la salud de las personas delgadas o gordas. Y si, aunque les duela aceptarlo, aquellas personas que dicen "es por salud" son, en su mayoría, personas que solo están exteriorizando su rechazo hacia la gordura ajena.
Pero en mi caso si fue meramente por salud y mi empeño a querer volver a ser mamá (esperando pronto les de la sorpresa).
Pero bueno, les decía sobre mi respuesta: el cansancio.
No, no es que estuviera cansada de ser gorda. Porque yo soy yo sin importar mi peso.
Estaba cansada de odiarme. De verme al espejo y sentir repulsión a mi persona. Estaba cansada de llorar en un vestidor porque la ropa no me entraba (por no saber buscar marcas incluyentes a todos los cuerpos). Me cansé de hacer dietas pensando "pinche gorda mira cómo estás". Me cansé de ser etiquetada y de ese pinche comentario pedorro "eres muy bonita peeeeero".
Me cansé de hacerme daño. Me cansé de odiarme tanto.
Y entonces un día decidí (porque si es una decisión) que me iba a querer como nadie nunca me había querido.
Comencé a escuchar a Chá cuando me decía que era hermosa, y comencé a creerlo en lugar de pensar "se está burlando de mí".
Comencé a amar mi sonrisa, que tantas veces ha contagiado y dado consuelo a los demás; me abracé tan fuerte y me pedí perdón por tantas veces que me autohumillé, por tantas veces que me flagelé, que me dije cosa horribles y me autocastigué por no tener un cuerpo normativo.
Me reconcilié conmigo misma, me acepté con todos esos kilos con la celulitis y las estrías, con los pechos medio caídos y los cachetes que son una marca personal en mi.
Amé cada parte de mi cuerpo y le agradecí por todo lo que me da. A mis piernas por llevarme a dónde quiero, a mis brazos que han sido refugio de mi hija y consuelo para mis seres amados. Agradecí a mis dientes por seguir en su lugar y ayudarme a comer, a mi panza flácida porque fue cuna de mi hermosa bebé.
Y muy importante también, me reconcilié con la comida, entiendiendo que solo es eso: comida. No como una herramienta para llenar vacíos o para castigarme si me comía una golosina.
Entendí que la comida tenía el fin de alimentarme y también de hacerme sentir placer.
Pero ya no como un objeto de castigo o de arrepentimiento.
El camino no fue fácil. Aprender a amar eso que por tantos años has rechazado es muy complicado, pero lo logré (aún sigo trabajando en ello).
Decidí someterme a la cirugía porque era MI DECISIÓN, por mi y para mí. No por cómo me viera, no por lo que los demás esperaban de mi, si no porque yo decidí que ese era el camino que quería caminar.
Y una vez más tuve que saltar muchos obstáculos (aún lo hago). De las críticas, el rechazo y el escuchar "uy así que fácil" de gente que no tiene ni la más remota idea del esfuerzo que implica "el después".
Y así, poco a poco he ido trabajando más en mi, en mi amor propio, en mi manera de comer.
El ejercicio que tanto trabajo me cuesta ha llegado y aún cuando aún lo sufro, tengo la esperanza de agarrarle el gusto pronto.
El tema aquí (aunque parezca que no) no es bajar de peso, no es ser gorda o flaca, no es ser sano o insano (porque eso es muy muy complicado).
El tema es aprender a quererse, a amarse, a respetarse y reconciliarse con uno mismo.
Claro, no lo voy a negar, la baja de peso me hace sentir bien y el resultado físico me alienta, pero no es lo principal. Mi objetivo de la maternidad sigue siendo mi prioridad.
Todo este proceso ha sido arduo, dificil y constante.
Pero una sola cosa me repito cada día: "me amo, me acepto y me quiero como soy por quien soy, sin importar los kilos, las tallas, las estrías y lo demás. Mi esencia es lo que llevo dentro y eso nada lo cambia".
Una sola cosa me he prometido desde hace tiempo: No volver a odiarme jamás.
Por qué la única persona que estará conmigo para toda la vida soy yo misma. Jamás, jamás me volveré a hacer llorar.
Y ustedes, ¿Ya se están queriendo?
Abracénse, porque ustedes mism@s son su mejor compañía.
Besos,
Mrs. (Self love on) UnRight