Siempre pensé que "piojosa" era un adjetivo despectivo.. hasta que, fui literal, una piojosa.
Jamás sabré dónde, cuando ni porque me pasó a mi.
Siempre he amado mi cabello, y tengo mucho, bastante, demasiado. Y largo, siempre he usado el cabello largo.
Estaba yo en la universidad y hacia mis prácticas en una clínica de la UAM, pero siempre llevabas el cabello recogido y usábamos gorros de tela como protocolo de seguridad. Pero una nunca sabe...
Además, siempre he sido chacharera, cuando estaba más chava, me fascinaba juntar una lana e irme al centro a chacharear (a veces pienso que en una de esas idas pudo ser).
El chiste es que un día sentí comezón en la cabeza. De esas veces que te queda el shampoo y te da comezón, pero siguió creciendo con el paso de los días.
Un día le dije a mi mamá que si me revisaba la cabeza porque tenía comezón, mi mamá me "inspeccionó" (sin lentes) y me dijo "pues no te veo nada de nada, seguro es resequedad".
Cómo mi mamá es alérgica al sol, y cuando se expone al astro mayor le salen erupciones cutáneas, tenía todo el kit para cosas de la piel y me dió muy contenta un spray con azufre que le ayudaba a calmar la comezón de la piel cuando lo necesitaba.
"Toma ponte esto y con eso se te quita" me dió de manera segura como diciendo "ya ándale, no estés chingando". Jajaja
Pues me puse esa madre que además olía bastante gachito, pero la verdad es que funcionó de maravilla. La comezón casi desapareció. Me daba de vez en cuando, pero ya no con esa intensidad que me hacía querer arrancarme el cuero cabelludo.
Y así pasaron los días, las semanas, un mes y medio tal vez. Me ponía la chingadera esa todos los días, varias veces al día y asunto arreglado.
Un día, para un quince de septiembre, estaba yo con sixtie y una prima en las escaleras de casa de mis papás fumando un cigarro. De repente sixtie me dijo "we tienes un animalito en el cabello" (a la altura de los hombros) quise agarrarlo, pero no lo logré y el desgraciado animal se escondió entre mi maraña de pelo.
Me dijeron mi prima y sixtie al unísono "pinche piojosa" y se rieron de mi, pero yo muy segura les dije "ah qué no, mi mamá ya me reviso y me dijo que no tengo nada. Piojosas ustedes".
Y así, paso tal vez una semana más.
Cómo me ponía el menjurje de azufre diario pos me lo acabé. Y ahí empezó mi suplicio.
Comezón, comezón, comezón.
Tenía una amiga por aquellos años que es maestra y trabajo muchos años con niños pequeños.
Estábamos acostadas en mi cama, panzas para abajo platicando de quién sabe que madres cuando le dije "ay no chingues, tengo mucha comezón, yo creo que iré al dermatólogo".
"Déjame verte" me dijo con un tono expertiz que me convenció.
Se acercó a mi cabeza, abrió el cabello y observo mi cuero cabelludo.
"Liz, no mames, estas infestada de piojos" me dijo con tono preocupante.
En ese momento, cómo por arte de magia comencé a sentir un ejército caminar por mi cabeza. Porque, una cosa es tener piojos y otra muy distinta es SABER QUE TIENES PIOJOS.
Grite "mamaaaaaaaaaaaaaaa" con la voz ya quebrada. Salió mi papá corriendo y me dijo "¿Qué paso? ¿Estás bien?".
Ya era yo un mar de llanto
"Papaaa tengo piojooooos".
Mi papá se rió muchísimo "jajajaja ¿como qué tienes piojos? A ver déjame ver".
Se asomo por mi cabeza, reviso bien y me dijo "no chingues Elizabeth tienes ahí una ciudad entera" y siguió riéndose.
Me dió dinero y me dijo "a ver, vete a la farmacia por un shampoo, orita te los quito".
En serio les digo, cuando tienes piojos y sabes que tienes piojos ya nada es igual.
Salí de casa corriendo, con lágrimas en los ojos pensando que ahora los piojos eran de tamaño enorme y que cualquiera con solo mirarme podría saber que en mi cabeza vivía un ejército más grande que el de los unos.
Llegué a la farmacia y dije con voz muy calladita "disculpe, ¿tendrá shampoo contra los piojos?"
La tipa de la farmacia me vio con cara de guacala, o tal vez no y era mi paranoia piojosa la que me hacía ver alucinaciones. Con toda la apatía del mundo saco 3 shampoos y los puso sobre el mostrador. Pedí también un peine para piojos y me fui de ahí.
Llegué a casa (quien sabe dónde quedó la amiga, me salí tan rápido que la deje ahí y pues se regreso a su casa).
Me metí a bañar y me talle la cabeza con un chingo de ganas, cuál película de drama, me tallaba fuertemente mientras se me escurrían las lágrimas por las mejillas.
"Soy una piojosa" pensaba amargamente. "Me van a tener que rapar".
Salí de bañarme y mi papá me pidió que me sentará en el piso y me puso una toalla blanca sobre los hombros y otra sobre las piernas para que pudiera ver a los hijos de la fregada que habitaban mi cabeza.
"Es que hay que quitarlos y luego aplastarlos" me decía mi papá como si fuera un experto en quitar piojos y llevara años haciéndolo.
Su pinche madre. Mi papá me cepillaba con el peine ese horrendo y cada vez que lo pasaba caían chingos de esos animales espantosos. Pero muchísimos. Claro, tenían más de un mes en mi cabeza, comiendo, cogiendo, pasándola a todísima madre en mi hermosa cabellera.
"Híjole hija, si son un chingo. ¿Pos que no te diste cuenta?" Me cepillaba mi papá entre risas y un poco de apapacho. Porque mi papá es el más apapachón del mundo.
Mi mamá solo nos veía con cara de "dios de mi vida, ahora todos vamos a tener piojos".
Bueno, pues para los que han tenido este pequeño (enorme) problema sabrán que los piojos son lo de menos. Esos cabrones salen con el peine, los quitas, los apachurras y ya bye.
Las liendres. Esas hijas de su mal dormir son el verdadero problema.
Parecen gotitas de agua, y se pegan bien cabrón al cabello y cuero cabelludo y no se quitan tan fácil.
Mi nuca estaba llena, hasta la madre de esas chingaderas espantosas.
Perense, dejen me rasco xq de acordarme ya me dió comezón.