Una y otra vez eyaculaba en ella. Dionisio estaba obsesionado en la imagen impoluta de la desnudez de una figura desconocida que su teléfono le brindaba.
- Eres un loco - fueron las palabras antes de cortar el pescuezo de Alicia con suavidad. La imagen lo poseía. Hazme tuya. Dame vida. Dámela.
Tenía. una casa grande en cuyas habitaciones una cama y en cada una, una mujer maniatada y amordazada para el placer del sexo y la muerte. Las indicaciones de la aquella dama eran estrictas.
- Hazlo. Dame vida - le comentaba la imagen. Dame vida.
Él clavaba en el pecho de su segunda víctima Cintia, una sierra bien afilada. Era dolor lo que generaba placer a la imagen que cada vez era tan real como él, y luego el placer en aquel aparato complaciendo todos los designios de ella.
El celular llegó a sus manos por desconocidos, y esa foto estaba ahí mirándolo fijamente. En las noches le hablaba de amor, y él estaba hipnotizado. La última víctima, Emilia, recibió el corte de un cráneo. A la imagen le gustaba la mente en vivo y directo, y ese cerebro era jugoso al pasar la lengua en la libido de la inteligencia.
- Dame vida. Dámela. Quítala, y dámela.
Su último orgasmo fue el fatal y lujurioso, mientras cortaba su pene, llevando el cuchillo hasta su estómago. Me gusta así decía ella con la sangre salpicando la pantalla. Quiero más, y el semen fluido viscoso se escupe junto a las entrañas hasta desplomarlo.
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Editado: 25.04.2024