Hola hermosuras. Comenzaré a publicar capítulos extra desde el punto de vista de Axel. ¡Estoy emocionada! Estén atentos a las notificaciones y espero de todo corazón saber lo que opinan acerca de eso.
Sin más que chismearles, los dejo para que lean tranquilos.
XOXO
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El caluroso día no podía ser más...odioso. Verla sonreír, con sus mejillas sonrosadas, es doloroso y me enoja a sobremanera que el culpable de ese estado de ánimo sea con el tipo que está a su lado. Ese bastardo a quien llamo mejor amigo. O algo así. Katherine, como siempre, viste de forma sencilla pero sensual, un vestido que resalta sus curvas femeninas y que deja al descubierto su piel de aspecto cremosa.
Me escondo como un cobarde detrás de unos pilares para observarla sin ser visto. Pero no tan lejos como para no poder escuchar lo que hablan. Los estudiantes pasan delante de mí, parloteando sin cesar de hechos mundanos que suceden en sus vidas. Trato de ser casual mientras la vigilo. A mi amada, mi mujer...mi presa.
Sonríe más y abraza a Andrew con fuerza para dirigirse a su salón de clases. La misma en la que debería entrar en unos minutos. Andrew tiene una sonrisa en su rostro que la borra cuando se da la vuelta y me ve. Y sé lo que piensa. Claro que él no está de acuerdo en mi plan, y no debería estarlo.
—¿Te había dicho antes que no tienes por qué tocarla? ¿O debería decírtelo de nuevo? —Digo aún reclinado en la pared de modo casual para no levantar sospecha.
Andrew cruza los brazos sobre su pecho y luego los baja para meter las manos en sus bolsillos delanteros. Su nerviosismo me divierte y enoja al mismo tiempo.
Suspira. —Ya sé, hombre. Pero ella es muy...¿cariñosa? No lo sé. Ya te has dado cuenta que no es por mí, es ella. No me puedes pedir que cada vez que ella me abrace cuando me saluda o se despide tenga que alejarme como si ella tuviera lepra.
Carraspeo porque tiene razón. Katherine en sí es muy dulce y cariñosa. Algo que detesto cuando lo demuestra con sus amigos. No es coqueta, solo que así es su forma de ser. Llena de vitalidad y hermosa efusividad.
—No importa. Solo mantenla vigilada. Luego me informas.
Sin dejar que me conteste, me retiro por el mismo camino que cogió Katherine. Aún el obeso profesor no llega, por lo que el salón es un caos. Las chicas subidas a los escritorios coqueteándoles a los hombres con descaro. Luego andan llorando y gritando que nosotros somos los lanzados.
La única que no anda haciendo estupideces es Katherine. Mi dulce e inocente Katherine. Su inmarcesible belleza y espíritu es como la luz atrayendo a los insectos hacia una muerte segura. Porque Adam, el idiota que se está acercando a Katherine, morirá si lo hace demasiado. Insecto.
Tomo asiento al final del salón, donde puedo observarla sin ningún tipo de molestia. Pero Kimberly se acerca y arruina todas mis intenciones.
—Hola, Axel. ¿Por qué no fuiste a mi fiesta del sábado? —Hace un puchero creyendo que se la ve atractiva y no todo lo contrario. Ha decir verdad, parece un pez fuera del agua. —Ya que me prometiste que ibas a estar conmigo...ya sabes. Mis padres igual no estarán toda esta se...
—Lindura, iré cuando pueda.
Sus ojos se crispan y carraspea colocando sus manos en su cintura.
—Está bien. Pero avísame, quizás ya esté también ocupada en algo más…grande —Sin decir más, se da la vuelta y camina hacia su asiento.
Sonrío a su intento de ser ruda. Si supiera lo que tengo planeado para ella. Estoy seguro que no iría por ahí diciendo tonterías para provocarme. El hombre gordo al que le decimos profesor, entra con su usual traje manchado con café y su portafolio viejo, listo para dar las clases. No le tomo importancia, al fin y al cabo no me interesaba aprender lo que enseña. Mi vista se centra en Katherine, en como muerde la goma de su lápiz en concentración mirando a la pizarra. Me cautiva la manera que tiene de fruncir los labios cuando escribe o cuando algo no entiende del todo.
Saberla tan cerca de mí y sin poder tocarla me tiene desesperado a sobremanera.
Mis pensamientos van a la deriva hasta que por fin las clases terminan. Al menos la de Katherine. Las mías pueden esperar. La sigo hasta que alcanza su auto y sube con un radiante sonrisa, para dirigirse a su casa. Me adelanto subiéndome a mi auto, manejando por otra calle alterna hacia su casa, estacionando unas cuadras atrás. Donde también puedo observarla. Se demora en llegar unos veinte minutos hasta que por fin estaciona en la vereda y baja con su mochila colgando en su hombro.
Su padre abre la puerta y es casi inevitable no querer ir y arrancarle esa sonrisa de padre orgulloso de la cara. Él no se merecía ser saludado con el abrazo de Katherine y mucho menos de ese beso de sus dulces labios en su sucia mejilla.
Sabiendo que ya está a salvo —por ahora— en su casa, maneja de regreso al centro para tomar la vía hacia las afueras de la ciudad. No me importaba mi trabajo, es más, casi lo disfrutaba. No ha de ser de más.
Entro por un callejón hecho por piedras naturales y musgos hasta llegar a la mansión. Algunas de las chicas se percatan de mi llegada y agachan la mirada como se les ha enseñado a sus llegadas. Andrew ya está apoyado en su camioneta con los brazos cruzados. Su sonrisa arrogante aparece cuando me entrega una carpeta manila.
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Editado: 05.09.2020