El miedo y la ansiedad llenaban el aire mientras el viejo auto negro nos seguía por las desoladas carreteras. En el autobús blanco, tres personas y yo éramos presas de un asesino despiadado que nos perseguía sin descanso.
Las voces en la radio nos guiaban, proporcionándonos consejos desesperados para evadir al peligroso perseguidor. Pero yo sabía que este no era un enfrentamiento ordinario. Este asesino estaba motivado por un accidente del pasado, un incidente que el pensaba era mi culpa.
A medida que el caos se desataba en la carretera, maniobrábamos hábilmente para esquivar los intentos del asesino por acabar con nuestras vidas. Hubo choques leves y momentos de pánico, pero estábamos decididos a sobrevivir a toda costa.
Sin embargo, el destino tenía otros planes para nosotros. Los frenos del autobús fueron manipulados, y nos encontramos al borde de un puente, con la muerte acechando en las aguas oscuras debajo. En medio del caos, una amiga tuvo una idea audaz: taparle la vista al asesino.
Con un esfuerzo conjunto, logramos desorientar al atacante, pero la lucha por la supervivencia apenas comenzaba. El autobús se precipitó hacia el abismo, arrastrando al asesino consigo. Nos aferramos desesperadamente a nuestros asientos, conscientes de que nuestras vidas dependían de un hilo.
Cuando el caos se calmó y salimos del autobús destrozado, nos enfrentamos al asesino una vez más. Con la máscara negra ahora en el suelo, reveló su rostro deformado por la ira y la venganza. Con un último esfuerzo, nos lanzamos contra él, luchando por nuestra supervivencia en una batalla desesperada.
El sonido sordo de un golpe resonó en el aire mientras el asesino caía al suelo.