Uno, dos, tres. Cierro los ojos y su rostro no se esfuma de mi mente. Uno, dos, tres. Mis manos están manchadas de su inocencia. El sonido aún resuena en mí y me lleno de culpa. El rostro divertido del comandante me da asco. Uno, dos, tres. ¿Por qué tengo que seguir las órdenes? Pero es mi vida o la de ellos, no quiero estar en su lugar. Quizás tendría menos culpa si les mostrará mi rostro. El frenazo nos indica la misión, todos nos miramos los caras demacradas. Bajamos y entramos a la población buscando al dirigente. Uno, dos, tres. Ahí estoy yo ante los ojos del hombre tratando de proteger a sus camaradas. Esta temblando igual que yo. La mano del mayor en mi hombro me atormenta. Un simple susurro divertido y la ráfaga se activa. Él cae y me susurra que me libere y luche. Pero no puedo.
Vuelvo al cuartel y miro mis manos. La sangre me empapa y jamás me va a dejar. ¿Cuántas vidas tendré que tomar para poder salvar la mía? Dios mío, yo no quiero seguir aquí. Soy un simple conscripto, ¿por qué tuve que entrar al servicio ahora? El mayor se sienta a mi lado y tiemblo.
- Buen trabajo González, si sigues así pronto podrás tener premios. - se levanta, pero se detiene y me mira congraciado. - No tomes en cuenta lo que te dijo ese vende patria, recuerda que son el cancer marxista. No olvides que estamos salvando la patria.
Lo miro marcharse seguro de que ellos deben ser exterminados como ratas. Dios, ¿cuántos más tendremos que torturar y matar? Si tan solo pudiera darle noticias a los familiares. Soy un cobarde. Me vuelven a llamar. Entró en la habitación llena de quejidos. Es mi vida o la de ellos.