Relatos en cuarentena

21/03 - Tiempo - "Tiempo al tiempo"

 

Abrí la puerta del laboratorio, mientras que aceleraba mi paso. El sudor que corría en mi espalda era similar a una catarata del Iguazú. Los nervios me tenían hasta el cuello y mi cuerpo no daba más. Estar infiltrado ahí era un infierno, pero era necesario. Solo era cuestión de mantenerme tranquilo y evitar que falle el falso Cuir. Si esto llegaba a pasar, las cámaras registradoras, me captarían y sería mi fin. Bajé las escaleras, ocultando el rostro. Tenía que evitar cualquier contacto con cualquier persona que me cruzara. Mis manos, dentro de mis bolsillo, temblaban como gelatina. Sin embargo, esto no era raro para mí. Estaba acostumbrado a tener temblores cuando caminaba en las calles. Justamente, por esa razón, prefería no salir. 
Llegué al pasillo de la salida cuando, un grupo de testigos del señor, se cruzó en el camino. Todos pasaron de largo, menos una mujer, la que se me acercó, hizo un gesto con sus manos, diciendo “¡Arriba nuestro señor!”. Repetí el gesto y la mujer habló:
-¡Alejandro! ¡Ayer te dije claramente tu trabajo!¿Acaso estas sordo o necesitas ayuda del señor? Te dije claramente que tenías que desintegrar esos libros y textos de ignorantes, pero tu sigues jugando de acá para allá. ¿Hoy que hiciste?¿Fuiste a molestar al de tecnologías?
-Perdón, juro que me siento muy mal, tengo que irme a casa. Prometo mañana tener todo hecho
-Mas te vale. Si no, te enviaremos al reformatorio de la fé. ¿Entendido?
- Entendido
-ARRIBA NUESTRO SEÑOR -dijo, haciendo un gesto y saliendo por una puerta.
Lo había logrado, no me había desmayado de los nervios. Abrí la puerta principal y salí. El frio del invierno heló mi sangre, pero no tanto como ver a los “defensores del señor” en la calle, como esperando algo. Seguí con total naturalidad. Mi falso Cuir funcionaba a la perfección. Los defensores del señor quedaron atrás y yo seguí mi camino. En la calle, se podía ver el miedo de ciertas personas que se encontraban allí. El mío era enorme, especialmente con ese artefacto encima. Tenía que llegar a casa sin ser robado. Sino, todo el peligro al que me había arriesgado hubiese sido en vano. Normalmente, las personas usaban ciber-trabas en sus cubículos. Yo, en cambio, prefería usar una cerradura normal en mi escondite. Me metí al callejón “libertad” y, a 20 metros de la pared que cerraba el callejón, miré a mi alrededor y una vez seguro que estaba en el punto ciego de los “ojos del señor” (unas cámaras implantada en palomas, entrenadas para quedarse en ciertos lugares y capaces de seguir a personas sospechosas), me metí dentro de la campana celeste de reciclaje. Para muchos se les hacia raro el cambio del color verde por el celeste, aunque era normal para el nuevo régimen: “Todo aquel símbolo que haga apología al terrorismo al señor, como lo son el color verde y violeta, serán enviados al reformatorio de la fe” , fue uno de los primeros artículos, el cual era parte de “la palabra”, una constitución provisional que utilizaron después del golpe de estado. Tanta era su dureza con esa idea que, hasta habían mandado a rociar de un líquido colorante celeste a todas las hojas de los árboles, y habían mandado a prohibir  a flores de estos colores. El césped debía ser sintético y podía ser de los colores autorizados por el ministerio de orden y verdad. En fin, una vez dentro de la campana de reciclaje, quite una caja que tapaba el fondo que tocaba contra el muro y quité la tapa falsa , para poder entrar por este pseudo-tunel al viejo edificio al que la campana estaba apoyada. Una vez dentro de él, tapé nuevamente el hoyo con la tapa falsa y comencé a subir las escaleras en pleno silencio. Hacían años que este edificio había sido abandonado y el polvo estaba por doquier.
Me presento, mi nombre es Thomas y vivo en Argentina. Mi vida, como verán, no es muy cómoda desde hace unos años, desde el inicio de la “reforma del señor” o “Periodo de reevangelización Argentina”, también conocida como la “limpieza del grande”. La realidad es que, desde aquel hecho histórico en Argentina, todo había cambiado bruscamente. Pasamos de ser el país más avanzado socialmente en Latinoamérica a ser el país más… bueno… el país más “feliz y digno del gran señor”…
Recuerdo muy bien todo como si fuese ayer… Las tensiones entre izquierda y derecha estaban a mas no poder y, el presidente Alberto Fernandez, el cual actuaba muy tibiamente, estaba al borde del colapso. Esto se debía en gran parte a la separación Iglesia-estado que se estaba consolidando, ya que las instituciones religiosas no querían perder ninguno de sus privilegios y subsidios, de modo que chantajeaban y ponían paranoica a la gente con que Argentina ardería si se separaba de Dios, que traería desastres y que ya se había demostrado eso con el Coronavirus, cuando trataron de legalizar el aborto. Las tensiones no daban para más, cuando se hizo viral un titular del Clarín:

“CHICO DE TAN SOLO 19 AÑOS SE SUICIDA TIRÁNDOSE DE UN EDIFICIO DE BELGRANO: SE PIENSA QUE TRATA DEL RESULTADO DE TRAUMAS DE HABER SIDO ABUSADO HACE 2 AÑOS ATRAS POR UN `AMIGO´ SUYO QUE FORMABA PARTE DEL LGBT+”

Esa fue la gota que  derramó el vaso, siendo que 27 de Julio de 2021, después de una semana completa de protestas y ataques a la casa rosada, las calles de CABA se encontraban cubiertas de militares, marchando hacia una misma dirección: La casa rosada. Después de algunos tiros al aire para generar miedo, el presidente Alberto Fernandez, siendo su último discurso en la cadena nacional, acepto su renuncia y salió de la casa rosada, donde fue tomado como prisionero y luego, durante la asunción del “Gran patriarca” al poder (un tal “Agustín Laje, conocido por sus oradores), fue ejecutado públicamente y en vivo por cadena pública, de una manera ultra-sadica, aunque muchos fanáticos que lo odiaban festejaron. La vicepresidente se salvó de este destino porque se le fue informado durante la noche de l golpe y, escapó en cuanto mas pudo hacia Cuba con sus hijos. Jamás se supo mas de ella y, el mismo 27 de Julio, después de la ejecución publica del presidente, cayeron todas los medios de comunicación, así como el internet y las líneas telefónicas. Además, se cerró el país totalmente, de modo que aquellos que quedaron fuera, jamás pudieron volver a ingresar. Entre las calles se oían leyendas urbanas acerca de personas que habían logrado escapar por lugares recónditos, pero todo estaba cerrado y vigilado por las fuerzas militares. Estas se habían aliado con la iglesia nuevamente y habían acordado de compartir el poder.



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En el texto hay: ficcion, cuentos cortos, cuarentena

Editado: 24.06.2020

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