Relatos en cuarentena

22/03 - Zombies/Vampiros - "Revitalización"

Subía las escaleras con Martina y David lentamente
Entonces, ahí fue
En la puerta de uno de los departamentos del pasillo del piso 2
Una figura
Un movimiento rápido y sorpresivo
Un disparo
Sangre
Mucha sangre
Sangre que surgía de mi brazo.
Una mordida de tiburón, una mordida que había arrancado todas las capas de piel y había llegado al músculo de mi antebrazo.
Comenzamos a subir corriendo, mientras escuchábamos pasos de abajo, escuchábamos como subían atraídos por el sonido del disparo y mi grito de dolor.
Estábamos en el pasillo de nuestro refugio, el piso 5, cuando escuchamos gemidos de ellos en el mismo pasillo. Comenzamos a correr hacia el departamento, mientras que David disparaba hacia atrás y hacia caer a algunos de estos que nos corrían. Llegamos a la puerta y Martina estaba intentando abrir la cerradura, cuando apareció uno de estos gules subiendo la escalera… Alguien que nosotros conocíamos…Este comenzó a acercarse, cuando Martina logró abrir la puerta. Cuando el gul vió que estábamos entrando, aceleró el paso y, estuvimos a 2 segundos de no cerrar la puerta a tiempo. Rápidamente, volvimos a cerrar la puerta, al tiempo que escuchábamos como este ser golpeaba la puerta, tratando entrar.
Fui al baño para enjuagar mi brazo, el cual chorreaba sangre a mas no poder. También me limpie la cara, porque un gran dolor de cabeza había empezado a atormentarme. Nuestras caras de pánico eran compartidas, sabíamos que era un peligro para todos nosotros que yo siguiese ahí… Yo no estaba dispuesto a amputarme el brazo, y mucho menos sin un especialista cerca. Sabía perfectamente que Martina entraría en pánico al primer problema y David, que a duras penas podía verme el antebrazo, no podría por sus nauseas.
Por mas que ellos no pudieran digerir eso yo ya tenía una solución… No estaba dispuesto a poner en peligro a ellos, pero tampoco haría lo haría mas doloroso de lo que ya era…
De mi kit de emergencias de mi mochila, saqué una jeringa, un frasco de anestesia y una soga. Abracé a David y Martina y, me senté en la reposera que había en el balcón. Até mi brazo a la soga, que estaba enredada a la barandilla del balcón y, con ayuda de los chicos, me apliqué el frasco entero de anestesia general en la vena del cuello, coa que ardió como la concha de la lora.
Entonces, comencé a hablar  con los chicos que, desde el otro lado del ventanal, quebraban en llanto, recordando todo lo que habíamos pasado juntos, conociéndonos desde pequeños de 8 años en la playa. Toda una vida de anécdotas juntos, se estaban marchando por algo de tan solo de dos segundos. Me comenzó a agarrar sueño y, fui cerrando los ojos poco a poco.
Entonces comencé a soñar con mi familia, cuando no había explotado todo este problema, cuando éramos felices y no lo sabíamos… Comencé a soñar con los chicos y  todos las locuras que habíamos echo juntos, todas nuestras discusiones y reconciliaciones…
Fue entonces cuando, todo el dolor de mi brazo y mi cabeza desapareció. Me sentía nuevo, ¡totalmente renovado!. Abrí los ojos, me paré y traté de acercarme al ventanal.
Quería decirles:
“¡Chicos! ¡Ya no me duele! Ya estoy bien, ¡¡¡ábranme!!!”, pero en cambio, lo único que hacía era balbucear…
Pude ver entonces como, cayéndole lagrimas de los ojos, Martina abría a distancia el ventanal, pero no lo hacía para soltarme de la soga, sino que me apuntaba con el revolver.
Comencé a retroceder y a rogarle que no me hiciera nada, que yo los amaba y no les iba a hacer daño.
Pero nada sirvió
El estruendo resonó.
y todo a plena oscuridad se volvió.
Todo se acabó…



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En el texto hay: ficcion, cuentos cortos, cuarentena

Editado: 24.06.2020

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