Relatos en tus ojos

V

Lunes, 23 de diciembre de 2019 

He estado estresado. Me quedé una semana entera en la casa de Lucy. Si, esa pequeña y defectuosa casa. Era un lugar un poco artístico. Había muchos cuadros de pintura y artesanías. Lucy me mostró los jarrones y obras de arte de su abuela. Me explicó que ella solía reutilizar las cosas, se convertían en sus nuevos materiales. Así que era un arte muy casero, sin embargo, seguía siendo bello. Su abuelo era herrero y coleccionaba espadas, de muchos tipos y nombres que no memorice. Creo que los abuelos son realmente talentosos, en la cosa más simple e inútil podían encontrar una pieza de arte.

El primer día todo estuvo muy tranquilo, creí que era así todo el tiempo pero me equivoqué. Me desperté al otro día por gritos horribles de una mujer. Abrí los ojos con sorpresa, Lucy me observaba quieta y callada. Puso el dedo índice entre sus labios y me dio a entender que hiciera silencio. Por mi parte no podía calmarme, aún escuchaba a esa mujer, lloraba y gritaba. Luego escuché otra voz, gruesa y varonil. Lo reconocí, era el abuelo de Lucy. 

—¡Eres una perra malagradecida! —gritó el hombre con rabia. 

Parecía que él golpeaba a alguien, tal vez a esa mujer. Volví a observar a Lucy y ella se encontraba encogida y nerviosa. 

—¡No me vas a detener, me voy a largar de esta puta casa! —gritó la mujer y al oírla por fin lo entendí. 

—¿Es tu hermana? —susurre a Lucy y ella asintió. 

Me sentí mal, todo era un caos. Sólo había gritos e insultos, me dolía. Presentí entonces que esto lo vivía Lucy casi a diario. 

—¡No te irás con ese drogadicto, descarada! —gritó indignado—. ¡Eres menor de edad, te vas a quedar acá y punto! 

—¡No! —gritó ella con furia—. ¡Lo amo, nunca lo abando...

Antes de terminar pude reconocer que el hombre le había dado una tremenda bofetada. Ella comenzó a llorar como loca.

—¡Te odio! —gritó ella, herida. 

Al parecer ella se rindió y se calló. Escuchaba quejas en voz baja pero no comprendí la conversación. Intenté dormir, pero no lo logré. Permanecí despierto hasta que amaneció. 

Me levanté con Lucy y fuimos a desayunar. El ambiente era tenso y me producía incomodidad. No vi al abuelo, pero si estaba la abuela y su hermana. Al verla me sentí aún más incómodo. Ella al verme se sorprendió e hizo mala cara, con asco y molestia. Después observo a Lucy en forma de reclamo. Pero ella la ignoro y nos sentamos. Yo la saludé, intentando ser amable pero no tuve respuesta. 

—¿Para qué trajiste a este? —preguntó asqueada. 

—¡Silencio, Lina! —respondió ferozmente la abuela, con el rostro rojo y la cara arrugada. En ese momento realmente me asusto—. Es amigo de tu hermana, lo vas a respetar, es un buen chico. 

La hermana de Lucy, o bueno, Lina; me observo fijamente y no dijo nada más. Evitó nuestras miradas y comió rápido, desesperada, se levantó y entro a la que parecía ser su habitación. Sinceramente me cayó muy mal, me recordo a una niña mimada, engreída y grosera. No podía comprender como era hermana de Lucy, ni siquiera en el físico se asemejaban, era extraño. Lina era de piel mestiza, tenía una frente amplia, ojos grandes y oscuros. Sus labios eran gruesos, de un color opaco y su cabello era liso y negro. No lo mentire también era bella como Lucy, pero a su manera. Su cuerpo era esbelto y sensual. Caminaba de una forma empoderada, reflejaba un mal carácter y un evidente narcisismo. Recordé que ahora era una de las amigas de Ana, no podía comprenderlo. 

—¿Te gusta la comida? —susurro Lucy. 

—Si, por supuesto, me encanta —respondí y note que sus ojos estaban tristes y cansados. 

—¿Te arrepientes de venir? —dijo y parecía preocupada. 

—No, no me arrepiento —dije sin pensarlo, pues era verdad. 

La verdad, incluso dándome cuenta de los problemas que había en la casa de Lucy, yo seguía feliz de estar ahí. 

—Perdón por el comportamiento de mi hermana, es muy gruñona —dijo apenada. 

—Si... Lo noté, esta bien. Lo entiendo.  

Su abuela ya no estaba para observarnos así que pregunte por lo sucedido en la madrugada. 

—¿Qué hizo tu hermana ayer? —susurre. 

Lucy miro a todas partes nerviosa y se acercó más a mí. 

—Mi hermana quiere vivir con su novio y mis abuelos se lo han estado impidiendo. Ella siempre se escapa a fiestas y llega muy tarde. Es muy grosera con mis abuelos y ya sabes... —decía triste—. En general siempre discuten por el mal comportamiento de mi hermana. 

Me quedé callado, pensando en que los abuelos de Lucy no merecían ese trato, ellos eran muy dulces. Lina era insensata y para mí, egoísta, no veía el daño que le hacía a su familia. No pregunté más, ya me sentía demasiado metiche. Sólo pensaba en como animar a Lucy, pues parecía triste y nerviosa. 

—Deberíamos salir... ¿No? —pregunte. 

—Si, no estaría mal —dijo ella un poco más animada—. Aunque no me gusta mucho estar por aquí. Tal vez podemos ir a la biblioteca, si quieres. 

—Si, estoy de acuerdo —dije y sonreí, ella me devolvió la sonrisa. 

[...] 

Caminamos por esas defectuosas calles llenas de huecos y basura. Estuvimos un largo rato en silencio y yo intentaba pensar en un tema de conversación, pero no tenía idea de que decir. Así que ninguno dijo nada. El silencio entre nosotros no me incomodaba, más bien lo disfrutaba mucho. Era agradable, parecía que la mera presencia del otro era suficiente. Me gustaba así, prefería eso que una conversación vacía y forzosa. Estuvimos así todo el rato hasta que llegamos a la biblioteca. Seré honesto, me pareció horrible. Se veía vieja y los alrededores olían mal. Afuera de ella había un tipo de plaza donde se reunían los jóvenes, fumaban y practicaban skate. Eran ruidosos y de aspecto problemático. Cuando caminamos cerca de ellos nos observaron; yo me asusté un poco, no quería problemas. Por suerte, ellos no nos dirigieron la palabra. Entramos a la biblioteca, por dentro tenía mejor aspecto y había muchos estantes y mesas. 



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En el texto hay: diario, adolescencia, amistad

Editado: 09.11.2020

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