Relatos intermitentes de una muerte predeterminada

Como la última cena

Entonces se sentaron para degustar sus sagrados alimentos.

En el mismo restaurante donde habían tocado, ahí mismo, era bueno. Tenía un ambiente de bar/restaurante, con luces cálidas y tenues que resaltaban aquellos acabados en Madera bordada. Una joven camarera de unos 25 años, llevando una cola de caballo, gorra, mandil y por debajo una camisa amarillo claro, se acercó para pedir la orden, pero antes de que cualquiera del grupo pudiera ordenar, fue interceptada por Lilliam.

Ordenó una plato entero y “furioso” de chili (servido a Oliver como un guisado de carne de res molida, chile, frijoles y algunas especias) también pidió unas Tex Mex cheese enchiladas (tortillas rellenas de queso, cubiertas en salsa roja cornadas estéticamente con cebollas las cuales venían acompañadas de tortillas de harina y arroz, todo eso para Sophia) Para Zoe ordenó un chicken fried steak (Milanesa de pollo frita y cubierta con una salsa hecha con harina, especias y mantequilla) Para ella y Mateo ordenó un par de filetes a la barbecue (desde que se hablaba de la tierra natal de Lillian exigía que era misión de Mateo probar uno)
la mesera alegre (una emoción transmitida a todo aquel que se acercara a Lilliam) así que al partir en busca de los sagrados alimentos el grupo entablaba conversación

-Así que este era el lugar del que siempre hablabas – preguntaba Mateo hacia Lilliam, ella sonriente y cimentando con los brazos le respondía –así es, este es el restaurante al que todos deben de venir si alguna vez vienes al El Paso, el restaurante bar con presentaciones en vivo los viernes, ja, aquí ya me conocen, por eso nos dejaron tocar.
-bueno, también con la calidad de show que dimos, el favor fue hacia ellos- Oliver entraba a la conversación de forma discreta.
-Pudimos haber estado mejor – El pesimismo fue sorpresivo por parte de Zoe.
-¿estás diciendo que lo hicimos mal? – Ahora Sophia replicaba.
-no, no, no, no me malentiendan – un poco arrepentida y penosa la chica de 1.60 intentaba hablar – a lo que me refiero es que… ¡Diablos! Somos buenos, somos muy buenos, pero podemos hacerlo mejor para poder hacerlo, ya saben, sin tener que pedir favores
-oh ya entiendo, ¡tienes razón! -Lilliam intentaba regresar el ánimo al grupo, “siempre nos alegra” pensaba Mateo, él siempre se mantenía al margen de las conversaciones, era como si él siempre se resguardara en una pose erguida, con los brazos sobre la mesa sonriendo a todos.
Mateo navegaba entre la conversación sin prestar atención, seguía extasiado, solo reía con fuerza cuando arrojaban un chiste o incluso ante comentarios sarcásticos, se encontraba en el momento máximo de júbilo, las cosas estaban saliendo bien; se había presentado en un escenario, como siempre había querido, estaba cenando con sus amigos después de una tocada, ¡como en una banda de rock! Y lo más importante, no importaba el mañana, esa noche se podría perder entre tantas cosas y no importaría, el mañana no importaba
-Tengo ciertas dudas, ¿Cómo soportas el calor aquí? Tuve que cambiarme la playera porque me terminé empapada de sudor desde el momento en que llegamos – La pregunta de Oliver hace resonar unas pequeñas risillas en el grupo
-Es cierto, yo venía escurriendo, tuve que limpiarme a cada rato, ¿verdad amor? – La chica alta respaldó a su novio.
Mateo se incorporó a la conversación -Creo que es adaptación, mírala, el clima cálido de aquí hizo que siempre fuera cálida y alegre, por eso siempre se hace bolita cuando hace frío.

Los distrajo la camarera, traía todos los platillos como si fuera una malabarista, Oliver se levantó en su ayuda al igual que Mateo, colocaron los platos, dieron unas sonrisas a sus compañeros y procedieron a sentarse, Mateo podía oler el delicioso filete servido justo enfrente suyo, a diferencia del resto, ellos no esperaron a comenzar a devorar sus platos, Mateo gustaba de degustarlo, de admirarlo, olerlo y prepararse para sus platillos, siempre lo hacía, como si fuera su ultima cena. Pero al comenzar a dar bocados y mientras la conversación avanzaba, el sintió un mareo que lo hizo soltar una bocanada de aire tan grande que parecía ahogarse en un océano no existente, la cabeza no solo le daba vueltas, le dolía y maltrataba con tal sofoco que cerraba los ojos, se perdía, su mirada pasó de estar llena de júbilo a perderse en pequeños destellos de confusión y dolor, Lilliam le preguntó por su bienestar, y él, con su esfuerzo más grande, poniendo todo la fuerza que tenía en su actuación, dijo -Si, solo que tu salsa es tan potente que tengo que ir al baño – y  esbozó una sonrisa, de esas falsas que uno utiliza para distraer sobre los dolores con los que no quieres incomodar, se dirigió al baño tambaleándose levemente, con la mano en el vientre y una expresión de desagrado hacia su propio ser; apretando los dientes llegó. 

Entró al baño, se apresuró inmediatamente para tomar el lavamanos por los costados y comenzar a vomitar; a expulsar todo el alimento que había albergado su estómago por días, comenzó a desecharlo por litros con fluidos rojos y embrollados con carne, espagueti y frituras, el no pudo soportar y tampoco pudo cerrar los ojos, lo veía todo, veía como su estómago se estrujaba y estrujaba hasta expulsar todo tipo de alimento y jugo gástrico, sin conformarse con salir por su boca, comenzó a salir a toda potencia por su nariz, entre arcadas incontrolables, a toda presión, le costaba tan solo el mantenerse de pie o apuntar al lavábamos, era tal la fuerza que se manchó el pantalón y la camisa, manchaba por completo el lugar, sentía como la acidez de los fluidos pasaba por su garganta junto a sus fosas nasales, sentía el ardor desesperante que provocaba la acides haciendo que apretara con desesperación el lavaba manos del que se sujetaba, comprimía el cuerpo y soltaba alaridos que se veían interrumpidos por cada ataque de regurgitación, veía…apreciaba, como todos se desvanecía por el grifo de ese lavamanos, desvaneciéndose en espiral sintética rojiza con pedazos densos que se quedaban atrás sobre la marcha. Sangre, carne, comida, su vida, no sabía diferenciar que se iba y que se quedaba, solo sentía el cómo su estómago se estrujaba junto a su alma; para cuando el vómito terminó, tenía arcadas impacientes y vacías, donde solo soltaba alaridos que intentaba callar para que no se escuchara fuera de la puerta, se sentía devastado, jodido “ni siquiera puedes tener una cena normal sin soltarte a vomitar, sin sentir que tus piernas no te pueden soportar” se decía mientras soltaba los últimos escupitajos espesos de saliva, pero no le dolía eso, le dolía ver sangre através del grifo del lavaba manos, veía sangre, en cantidades lo suficiente como para distinguirla del líquido rojo que provenía de lo más recóndito de su estómago, se devastaba y también se caía, se rindió a sus pieras y terminó tumbado a un lado del retrete al cual comenzó a abrazar, desfallecido, con el aliento faltante, las arcadas no se detenían ni en lo más mínimo pues cada ciertos segundos tenía que voltear al retrete para soltar unas arcadas, un repaso de saliva y escupir…




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