Relatos sin desidia

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Siempre me ha gustado pensar que las personas son como las estrellas, aunque no todos somos simples estrellas. Hay planetas, meteoritos, supernovas, lunas… Yo suelo referirme a mí misma como "una estrella a punto de apagarse", pero hasta ahora eso no ha sucedido. No me he apagado, de hecho, en los momentos en los que estuve cerca de hacerlo, aparecieron algunas estrellas a mi alrededor que me dieron fuerzas y energía para seguir brillando un poco más, mientras que las estrellas que llevaban más tiempo cerca de mí simplemente desaparecieron.

Hubo unas pocas estrellas que, desde que aparecieron, no han dejado de brillar nunca. Todas ellas resplandecientes como soles.

Y, aunque las he visto colisionar contra miles de cosas, nunca han perdido ni una pizca de su brillo. Me he sentido muy abrumada por esta misma razón. Es admirable que ellas puedan seguir allí, impasibles, soportando el dolor de todos esos choques. A pesar de tener la opción de convertirse en supernovas, decidieron quedarse como simples estrellas, regalándome siempre rayos de luz de los que me apropio como si siempre me hubieran pertenecido.

Y eso me hace sentir como el ser más egoísta del universo.




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