Fui asesinado por meterme donde no debía, por tomar las decisiones equivocadas. Cometí fraude contra la persona equivocada y ésta envió un asesino a liquidarme...y lo logró.
Estoy atrapado en el hielo, en el infierno... jamás pensé que fuera el averno tan gélido, pero no planeo quedarme, me iré de aquí por ella, me levantaré de entre los muertos por amor a mi amada. muevo mi cuerpo intangible hasta que logro hacer una grieta en el témpano, sigo moviéndome, la fractura va creciendo hasta que se termina de romper y logro liberarme. Me levanto y camino despacio sobre del hielo, a través de él se ven siluetas oscuras incrustadas, son otras almas pasando por su castigo, castigo del cual voy huyendo. Llego a una pared gigantesta, mi espíritu sube el muro, toma tiempo y energías pero llego a la cima. Sigo mi camino por entre fosas donde arden personas, unas me ven; me miran con dolor, con semblante sufrimiento eterno y ardiente, otras están enterradas boca abajo y sólo se ven sus pies sobresalir, hay fuego por todos lados. El calor es abrazador, siendo mi piel arder aunque no esté en mi cuerpo, siento miedo, pero sigo mi camino.
Continúo avanzando, el horizonte es rojo y humeante, todo está caliente. Pero mi amor me mantiene en el camino para volver a vivir.
En mi trayecto veo un río carmesí donde hay almas sufriendo, gimiendo de dolor mientras hierven, veo que hay una que intenta salir del río, pero es castigado por una bestia gigante, mitad hombre, mitad animal. El monstruo me ve y emprende una caminata en mi dirección, corro en la dirección que siento correcta, sea donde sea.
Corro con todas mis fuerzas y en mi camino paso por fosas en llamas donde se oyen lamentos e injurias, figuras rojas y horribles me ven pasar, y me miran con ojos de fuego, la criatura enorme sigue detrás de mí, se acerca con su caminar.
Sigo en mi huida hasta pasar por un gran pantano donde veo almas, algunas flotando, otras hundidas. Logro pasar por encima de unas rocas y pasar el pantano de tonos verdes.
Mi perseguidor parece desaparecer, ya no lo veo, pero sigo mi camino. Paso por una especie de pista donde veo a hombres empujar rocas, paso delante y detrás de ellos mientras me miran con rostros cansados y nefasta mirada, todos me gritan, me insultan. Veo a un gran hombre que me observa, más grande que lo demás, parece ser el guardián de las almas que aquí pagan sus penas, me oculto tras las piedras que van moviéndose y sigo mi camino.
El cielo cambia de color, a uno más gris y violento, veo figuras gordas enterradas, del cielo empieza a granizar, el granizo mi golpea, me hiere, me duele en gran medida aunque no sé que no soy corpóreo, los seres enterrados gritan y sufren por los golpes, otros se arrastran en el suelo. Corro lo más posible aun con el dolor de los golpes en todo mi cuerpo.
Deja de granizar y un viejo huracanado empieza a correr, casi no puedo avanzar pero algo me da fuerzas y me permite avanzar en lentitud.
Llego a una pared que parece ser infinita, imposible escalar, imposible pasar por debajo. Detrás de mi oigo sonidos y volteo, una figura blanca está ahí parada.
—Sigue adelante —me dice.
Algo dentro de mí se activa y empiezo a golpear la pared, la golpeo con mis puños sin cesar y veo como grietas empiezan a formarse, a través de ellas veo luz pasar, sigo golpeando y el muro se empieza a despedazar. Hasta que se cae y me inundo de luz.
—Te has ganado tu libertad —me dice la silueta que es invisible por la luz que me ciega—, mantenla en tu nueva vida para que así sea en tu segunda muerte y vayas al paraíso.
A través de la luz distingo una llave y la tomo, avanzo hasta ver una puerta y uso la llave para abrirla. Paso y todo se pone oscuro.
Me levanto, estoy en una cama, junto a mí hay una mujer que me cuesta pero reconozco se despierta y se da la vuelta quedando frente a mí. Su mirada estupefacta y arrugada por los años me impacta, cuando me fui éramos jóvenes y ahora ella está décadas mayor que yo.
—¿De verdad eres tú? —pregunta entrecortada mi anciana amada.