- Aaron, vuelve por favor, no te vayas – suplique con los ojos llenos de lágrimas.
Su rostro ennegrecido por las llamas y las cenizas me observa detenidamente, sus ojos dorados brillan aun más con el reflejo de estas en ellos.
- Volveré, al igual que siempre, nos volveremos a ver en otra vida y allí, ya no nos van a separar Kell – prometió casi al borde de las lágrimas, pretendiendo ser más fuerte que ella pero también rompiéndose por dentro y en silencio.
- No te vayas por favor – pidió ahogándose en sus propias lagrimas y en el humo que se alzaba a su alrededor en aquella noche de luna llena.
- Volveré mi amor, volveré por ti, al igual que siempre.
Observo el horizonte, envolviéndola a ella en un circulo de fuego, incapaz de seguirlo así a donde el iría.
“Te Amo” susurro una vez mas solo para sí misma.
Desperté con el corazón latiendo desbocado, sentía que mis latidos saldrían por mis orejas.
Mi cuerpo sudoroso era incapaz de abrir los ojos. Palpe con mis manos la tierra en la que me encontraba, pasto y olor a bosque.
Abrí mis ojos repentinamente, observando a un tumulto de gente que me observaban con los ojos desorbitados.
Unos ojos en especial se centraban en mí, observándome con preocupación.
Unos ojos dorados.
Esos malditos ojos dorados.
- Kendall, ¿te encuentras bien? – pregunta, su voz melodiosa y conocida hace impacto en mi mente y en mi estomago, lanzando miles de descargas eléctricas. El sueño de hace unos segundos golpea mi mente fuerte…”Te amo”. ¿Eso dije?
Casi por inercia mi cuerpo se dirige hacia atrás, huyendo lo más posible de su cuerpo.
El me observa sin decir nada, extiende su mano hacia mí, sin pensar siquiera me pongo de pie tambaleando y comienzo a correr como lunática.
Miradas curiosas me abren el paso, permitiendo adentrarme en el bosque…
Lejos de él.
Lejos de lo que acababa de ver.
Lejos de lo que acababa de saber.
Todo tenía que ser una maldita pesadilla.
La oscuridad me envolvía por completo, los ruidos de animalillos nocturnos también.
Los grillos cantaban mientras corría a toda velocidad en dirección al cementerio.
Pero…
¡ALTO!
Abigail.
¡Maldita sea!
No puedo dejarla, freno un segundo, y doy media vuelta observando y contemplando el camino de regreso hasta que una respiración en mi cuello manda escalofríos a mi cuerpo. Chillo fuerte alejándome, mientras enfrento a la fuente de esa respiración.
Unos ojos dorados me observan, controlando mis movimientos.
- ¡Aléjate de mí! ¡Maldito demonio! – grito viendo como una mueca de asco se forma en su rostro.
- Kendall, hieres mis sentimientos, en absoluto soy más guapo que un demonio – suelta burlón y egocéntrico.
Maldito bastardo. Su belleza se iba al caño por culpa de su pésimo humor y su ego.
Da un paso tranquilo acercándose a mí mientras yo retrocedo otro igual.
- ¡Que te alejes he dicho! – mi espalda toca una superficie dura, supongo debe ser la de un árbol, ya que esta se siente áspera contra mi piel.
- ¿Acabo de encontrarte y me pides que me aleje? Cariño eso es imposible, además, solo mírame, ¿por qué no querrías tener a un bombón como yo cerca de ti? – lanzando una sonrisa sin dientes llena de galantería, algo que solo aumenta mis ganas de partirle la nariz.
- Deseo ir de aquí, pero necesito a mi amiga, no puedo dejarla – suplico mientras araño con los dedos la superficie áspera del árbol.
- Pues es muy bonito de tu parte tener tanta consideración hacia ella cuando la verdad es que, ella ya se ha ido – suelta una pequeña risa pedante.
- ¡¿Qué?! – siento mis fuerzas salir de mi cuerpo mientras me aferro mas al árbol.
- Ya se fue, aunque no la culpes, Gael se la llevó – explica, mientras parece disfrutar de mi momento en estado de shock.
Mi cabeza retumba, rememorando los hechos sucedidos en la última hora.
Mi cerebro se encuentra en completo estado de un posible colapso.
Las imágenes desfilan, el auto, el cementerio, la calavera, esos ojos dorados.
Los malditos ojos dorados del bastardo que se encuentra delante de mí.
- Tu – sisee al igual que una víbora acercándose desafiante hacia el chico de ojos dorados.
- ¿yo? – pregunta con el rostro inocente y fingido.
- Si, tu, maldito bastardo, todo esto es culpa tuya – le recrimino mientras me acerco con una valentía que realmente no siento hacia el.
- ¿Por qué seria culpa mía? – pregunta con el ceño fruncido. Sus finas cejas oscuras y fruncidas le hacían ver demasiado apuesto hasta para mí.
- Porque si, todo esto lo es, este bosque, y esas extrañas personas de allí, y que Abigail no este, y esa extraña calavera con ropa también, además ¿Qué demonios es una perdida? No soy nada de eso, hay una tremenda equivocación – termino sintiendo la boca seca y el estomago revuelto por tanto nerviosismo, el pánico comienza a invadir todo mi ser, e inevitablemente comienzo a abanicarme con mis manos en un intento inútil de tranquilizarme.
- Déjame ver si entendí, dices que todo es mi culpa, ¿no? Pues bien, yo en verdad no sabía qué muerte estaría aquí – comenta fijando sus brillantes y bonitos ojos en mí.
¿Muerte?
- ¿de qué hablas? – pregunto curiosa sin entender a quien se refiere.
- De la calavera con ropa – enarca una ceja como si fuera obvio y yo fuera una idiota.
El piso pareció tambalear bajo mis pies, la cabeza comienza a girar al igual que todo a mí alrededor, di unos pasos hacia atrás, sintiendo la áspera madera del tronco.
- ¿Kell, estas bien? – observa preocupado mientras avanza un paso levantando sus manos como vieja señal de “La Paz”.
- ¡ALEJATE! – ordeno mientras mis ojos se centran en el cielo nocturno, incapaces de seguir en la oscuridad del denso bosque.
La Muerte.
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Editado: 17.04.2019