Capítulo XVIII
Sueños que son recuerdos.
Primer recuerdo
El lugar a mi alrededor era muy colorido y por alguna razón ese ambiente me hacía sentir feliz, las risas de los niños era el principal sonido que percibía haciéndome también sonreír; mientras coloreaba sobre una hoja totalmente blanca con colores muy vivos.
Mis manos se mueven haciendo lo que creía era una obra de arte, a pesar que eran simple palitos conectados intentando hacer un cuerpo, con cabello de colores; me sentía la más grande artista del mundo mientras intentaba dibujar lo que creía era mi familia, un toque en mi hombro me hizo desconcentrar, levanté la cabeza y ví a Bast sonriéndome con su dibujo en mano, que a mi parecer no era tan lindo como el mío.
—Alex ya sé que quiero ser cuando sea así grandotote como papá —su voz aguda era tan tierna que me hacía querer sonreír, pero en vez de eso frunci el ceño interesada en su gran descubrimiento, no todos los días sabías que quieres ser cuando seas grande.
—¿En serio? —Él asintió muchas veces de manera seguida y sonrió deslumbrantemente, siempre me había encantado cuando sonreía porque se veía muy lindo a pesar de que le faltaba uno de sus dientes, hacía poco se había caído muy fuerte y perdió ese diente, me dolió mucho verlo llorar así.
—Voy a ser cantante y tendré muchas, muchas fans —dijo con orgullo. —Muchas niñas gritarán por mí.
—Pero si cantas muy feo Basti, suenas como un pollito con gripe —le respondí mientras reía, obviamente a el no le gustó nada así que estaba frunciendo su ceño molesto, nadie le decía que él hacía algo mal sin no molestarse.
—Solo tengo que ir a clases de canto tontita. —Yo asentí de manera escéptica, porque la verdad no creía que unas clases de canto le ayudarán con su problema. —¿Y tú aún no sabes que vas a hacer cuando estés así grandota como tu mamá?
—Yo si sé. —Le saqué mi lengua para fastidiarlo y sonreí al verlo voltear los ojos. —Quiero ser bailarina de Ballet, mami ya me inscribió a clase —dije con orgullo porque la verdad en la primera clase ya había aprendido varios pasos, se veía que sería muy buena.
—Pero si tú no bailas, tú matas cucarachas Alex. —Eso me hizo enfadar, así que lo miré de manera fea como mamá decía que no debía hacerlo.
—Claro que no, tú eres él que no canta ni mucho menos baila. —Y así empezó una nueva pelea donde ambos terminamos castigados en una esquina y obligados a pedirnos disculpas.
Segundo Recuerdo
Dolía.
¡Oh Dios! claro que si dolía y ardía muchisimo, no quería ver, me daba miedo mirar, podía escuchar la respiración acelerada de Bastián, ¿Estaba tan mal? Tenía miedo, quería llorar.
—Dios Alex hay sangre, mucha sangre. —Escuché su voz asustada y acelerada por los nervios, él odiaba ver sangre era de esas personas que empezaban a hiperventilar y se mareaban, al punto de hasta desmayarse por verla, así que traté de calmarme, no podía ser tan malo, ¿cierto?
—Estoy bien, solo me corte un poco —susurré mientras me sostenía el dedo índice de la mano izquierda sin ver, mi amigo solo negaba y no dejaba de ver la herida, supe que estaba a punto de entrar en crisis.
—Te dije que no pícaras esa naranja así. —Se escuchaba como respiraba más acelerado. —¡Oh Dios, Oh Dios! es mucha sangre. —Podía apostar que estaba mareado y a punto de desplomarse; así que fuí yo, la herida, que como pudo lo llevó a un mueble y lo sento.
—A ver respira conmigo Bast —le dije mientras respiraba profundo, para que él me siguiera. —La verdad es que duele, pero es solo una cortada no voy a morir o algo así. —Él me miró como haciéndome entender que no lo estaba animando mucho, Bastián decía que era muy grande por tener diez años, pero aun así era un miedoso que no podía ver una gota de sangre. —¿Mejor? —él asintió. —Hora ve a buscar a mi mamá en el jardín, creo que debo ir al médico. —Se levantó y corrió a buscar a mamá, cuando estuve sola bajé la vista a mi dedo y la sangre no dejaba de fluir, dolía mucho.
《No es tan malo.》
Fué lo único que me repetí en mi mente mientras escuchaba a mamá venir.
Tercer recuerdo
Mire sus ojos y solo pude sonreír, él me devolvió la sonrisa de esa manera tan suya que hacía que mi corazón latiera de forma extraña. Desde hacía un tiempo mi corazón se sentía raro cada que Bastián estaba cerca, era extraño, porque bueno él siempre había estado presente en mi vida, no era nuevo que estuviera cada día en mi casa.
—Toma. —Me ofreció el helado de chocolate que me había comprado, estamos en una salida familiar y él sin que se lo pidiera lo compró para mí —se te veía en los ojos que querías uno. —Ese simple acto de su parte hacía que mi corazón se acelerará aún más, si eso podía ser posible.
—Gracias. —Podía sentir mis mejillas ruborizadas y de verdad esperaba que pensará que era por el calor que estaba haciendo, y no por cómo me estaba mirando. —Si quería chocolate desde esta mañana, ya sabes como soy, me da antojos.
—Lo sé, creo que no podrías vivir dos días sin un poco. —Sonrío mientras me roba un poco de mi helado cosa que lo hizo acercarse un poco y obviamente eso me puso más nerviosa.
—Y tú no puedes vivir ni un día sin caramelos de mentas. —Él asintió dándome la razón y me abrazó por los hombros mientras observabamos hacía la nada, desde la mañana lo había notado pensativo, incluso preocupado.
—Mamá me dijo que tendría un hermanito —me soltó de repente sin mirarme y la noticia de verdad me hizo feliz.
—Eso una gran noticia Basti. —Sus padres habían estado buscando un hermano desde hacía mucho pero les había costado.