Capítulo XXIV
Extraño
Bastián
No era de colocarme nervioso por nada, pero en ese momento arrodillado frente a ella todo me temblaba, era tonto siquiera pensar que podría rechazarme, pero era un paso que abría un nuevo capítulo en nuestras vidas, además siempre estaba el miedo a escuchar una negativa.
—Alexandra hemos vivido mil cosas juntos, hemos sonreído y nos hemos amado desde siempre por ello estoy hoy acá de rodillas ante ti más que seguro de querer vivir mi vida a tu lado. —Si, estaba temblando y puedo asegurar que mi voz tembló al final de la frase, pero eso le dio el toque real a lo que estaba pasando.
Alex me miraba sorprendida y sin poder creer lo que estaba sucediendo frente a ella, recuerdo tomar aire y cerrar los ojos un segundo antes de levantar la vista con seguridad y verla a los ojos; ese fue nuestro momento.
—Chiquita ¿Quieres casarte conmigo? —Ella estaba en una especie de shock donde solo me vía y por un segundo llegué a pensar que la había cagado, y empecé a sudar de los nervios, pero luego ví como una lágrima se deslizaba por su mejilla y que también sus manos temblaban me sentí más tranquilo, pero nada sale de sus labios. —¿Alex? —Ella notó que su silencio se podía interpretar de otra manera y sacudió la cabeza como para salir del trance que estaba, y una sonrisa realmente hermosa se asomó en sus labios.
—Oh Dios, claro que quiere amor. —Escucharla causó alivio en mi pecho, me levanté con emoción y la abrace con tanto amor que se sintió hasta doloroso, luego la mire a los ojos y uní nuestros labios en un beso suave que nos llevó al cielo.
El anillo no tardó en estar en su mano, se le veía hermoso y ella se veía radiante, creo que ese fue de los días más felices de mi vida.
(...)
Me siento como un ser extraño, hace años que no florecía esa necesidad de cuidar a alguien —claro a excepción por Abby, pero me refiero de modo romántico —, la veo y solo quiero aliviar su dolor.
Puedo sentir su miedo, no es fácil ver a alguien que amas en una cama debatiéndose entre la vida y la muerte. Nunca lo será.
Por eso de alguna manera me nació ayudarla, estar ahí con ella. Creo que mi apoyo —y no es por presumir o creerme indispensable —la ayudó a no caer en picada en el mar de angustia que muy seguramente se estaba creando en sus pensamientos.
Tengo tantos años que no siento algo así por una mujer, me es extraña la sensación que percibo en el pecho y en la boca del estómago. He notado que Sam tiene un parecido con Alex y eso de alguna manera me incomoda, porque siento que para Samantha no es justo la comparación, pero de alguna manera mi mente las tiene siempre en una competencia eterna y siendo sincero no es justo para ella.
Si, en definitiva es una sensación de extrañeza la que siento en el estómago en este momento. Mi madre por años me ha intentado incluir nuevamente en cenas familiares y ha tratado de que las cosas se sientan relativamente en la normalidad, pero aunque estuve en esas comidas y compartí nunca sentí la comodidad que alguna vez llegue a tener cuando nos reunimos las dos familias, pero ahora acá con la madre de Sam no siento ese tipo de incomodidad, solo nerviosismo por el hecho de que tengo a una posible suegra al frente de mí evaluandome.
No voy a negar que estoy asustado, me da miedo llegar a sentir amor por alguien que la vida me puede quitar, tengo miedo al dolor; lo viví una vez y casi me destruyó.
Pero es una sensación refrescante sentir como mi corazón se acelera como el de un adolescente cada que esta mujer frente a mí me sonríe; obviamente no soy un niño, pero me siento como uno el cual está enamorado de una chica que puede que no sea para él.
Además está el hecho de la edad, es algo que aún me incomoda un poco, siempre me pareció que no es correcto tanta diferencia de edad entre las parejas, pero ahora me veo envuelto en esta situación que no me desagrada, sino que me hace sentir vivo.
—Hija debes ir a dormir, estas a nada de caer sobre tu plato. —La voz de la madre de Samantha hace que salga de mis pensamientos; estos muchas veces me consumen.
Sam sonríe con timidez y asiente, en sus ojos se puede notar el cansancio, han sido días difíciles para ambas pero en ella se nota más. Aunque tenga ojeras bajo sus ojos se sigue viendo hermosa.
Ella me mira por un segundo tratando de decidir si debe decirme lo que está pensando o no, pero finalmente parece que ganó la primera opción.
—¿Seguro que puedes quedarte? —Me pregunta mirándome con timidez ¿He dicho que me gusta como se ve ese suave rubor en sus mejillas?
Se que no le gusta incomodar y que debe pensar que para mí es un sacrificio quedarme y ayudarla, pero la verdad es que no, de hecho me encanta ayudar y saber que está bien.
—No quiero molestar, Adrián llegará en unas horas podría...
—No me molesta quedarme; tengo tiempo, tu ve a descansar. Mientras tú madre y yo hablaremos un rato más. —Su madre asiente dándole la razón, estoy consciente que será incómodo, pero el deseo de ayudar es más grande que el nerviosismo que pueda sentir.
Su mirada está fija en mí como tratando de leerme o descubrir si miento de alguna manera, pero finalmente suelta un suspiro suave y asiente para sí misma; se levanta deja el plato en el lavaplatos y luego se despide de nosotros brevemente.
Desde que la mamá de Sam bajo a comer me ha observado atentamente, se que ha analizado cada uno de mis movimientos y es entendible; soy el jefe de Samantha, soy mucho mayor que ella y se que me veo como un idiota cada que lo observó, cualquier madre protegería a su hija y puede que esté pensando que solo me quiero aprovechar de ella.