Capítulo XXXIV
Amor
Samantha
Lo veo salir de la sala y siento que lo estoy perdiendo. Soy una idiota, pero en toda la palabra, no puedo creer que he dejado algo tan importante en un lugar como este.
Mierda, qué voy a hacer ahora. Mis manos tiemblan, tengo miedo ¿Y si lo pierdo? Nunca imaginé que todo se revelaría así, yo quería contarle, tenía que hacerlo en algún momento, pero no así, definitivamente no así, esto es una locura.
Es obvio que en este momento debe estar odiándome, es más que obvio que ante sus ojos soy una acosadora con excelentes dotes de investigación, mierda como lo voy a recuperar.
Es que solo recordar lo que le dije me hace ver como una lunática, si no lo estuviera viviendo en carne propia ni yo lo creería. Parece una historia absurda creada por un paciente psiquiátrico.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que se fue y me dejó acá muriendo por dentro, pero aún sigo sentada mirando el fuego de la chimenea que se supone debe quitar el frío de mi cuerpo, pero no ayuda mucho cuando me siento congelada de miedo y no dejo de temblar y llorar de angustia por lo que está pasando.
¿Qué se supone que haga si no desea verme más? ¿Solo aceptarlo, luego de tanta lucha?
¿Qué hago para que no parezca una jodida locura?
Me siento en pánico, lo voy a perder, esto definitivamente no tiene una jodida solución, tengo miedo, tanto miedo.
Señor ¿Que estoy pagando? Enserio, ya no sé qué más puede pasarme, ¿Acaso no merezco ser feliz?
Siento tanto por Bastián. Los sueños me hacían sentir cosas, pero conocerlo, tenerlo cerca, probar sus labios, me han dejado perdida por él. No sé cómo podré seguir sin esto que hemos creado juntos.
¿Cuando mi vida será normal por unos minutos aunque sea?
La vida no deja de golpearme, una y otra vez, necesito descansar, necesito un final feliz a su lado.
¿Será posible?
Con manos temblorosas limpio mis mejillas, pero a los segundos vuelven a llenarse de lágrimas que no quieren dejar de caer, ¿cómo podré vivir con ello, que voy a hacer?
El diario que causó todo este lío está sobre la mesa aún, maldita sea ¿cómo lo he dejado botado? ¿cómo fui tan tonta?
Tapo mi cara con ambas manos, quiero gritar de frustración, pero no puedo, respiro profundo tratando de calmarme pero es realmente difícil.
Por alguna razón el universo me dejó volver, pero no sé que debo hacer ahora que todo se arruinó.
Tomo mi diario y doy un largo suspiro, me levantó y caminó con lentitud a mi habitación. Esto será tan incómodo, ahora estoy encerrada en una casa en el medio de la nada, con el hombre que amo y que muy seguramente me odia, perfecto, simplemente perfecto.
Llegó a mi habitación y lanzó él diario sobre la mesa de noche, luego me acuesto en la cama de forma pesada, estoy agotada de vivir sin entender, vivir en el miedo constante de perder algo importante, necesito un descanso de esto, ya se está haciendo insoportable.
Mi mente está agotada, así que decido dormir; me cuesta al principio, pero finalmente el agotamiento gana la batalla, y me quedo dormida.
(...)
Ha pasado una semana, una semana donde si he visto dos veces a Bastián es mucho, esto es doloroso, quiero abrazarlo y que él me diga que me cree. Pero la vida no es un cuento de hadas; para nada ella es cruel y más conmigo, que siento que he recibido todos los castigos posibles.
Hoy me tocó ayudar con la cena y hemos terminado hace unos minutos, por ello me encuentro en el comedor cenando con Liz, ella me mira mientras yo juego con la comida, hace unos segundos Bastián huyó de la cocina por mi presencia y ella lo notó, ¿cómo no hacerlo si parecía que era la peste para él?
—¿Qué está pasando, Sam? —Su voz me hizo sobresaltar un poco, pero luego la veo y suspiro.
No es que no le tenga confianza, después de todo en este poco tiempo Liz se ha convertido en una gran amiga, pero sinceramente no quiero otra persona pensando que estoy loca, no puedo contarle la verdad.
—Nada. —Digo secamente y trato de comer, pero la verdad no tengo hambre solo quiero irme a mi habitación a sucumbir en mi miseria.
—Entonces Bastián huyó por nada. —La miró por un momento, y de verdad no estoy de ánimo, no quiero responderle mal porque no tiene la culpa, pero mi humor es una mierda en este momento.
—Tuvimos una discusión eso es todo, de verdad no quiero hablar de esto Liz. —Ella me ve por unos segundos y asiente, no es de esas personas que obligan a los otros a hablar, sabe entender el silencio.
—Si necesitas ayuda o un consejo, puedes contar conmigo. —Le sonrió débilmente, porque dudo que ella sepa cómo resolver este lío, a menos que haya muerto y reencarnado, y ahora su antiguo esposo la haya descubierto, no creo que sepa cómo salvarme de esta.
Me obligó a comer es literalmente un martirio, pero a penas como el último bocado me levanto, lavo mi plato y huyó a mi habitación.
Desde aquella noche caminar por la casa es difícil, porque no quiero incomodarle con mi presencia, así que casi corro hasta mi habitación, una vez entro me siento sobre la cama y nuevamente las lágrimas llenan mis ojos, maldita sea, duele tanto, ha escapado de mi como si me odiara.
—¿Dios o lo que sea que me trajo de vuelta, que se supone que haga ahora? —Obviamente nada me responde y simplemente me siento más loca de lo que estaba antes.
Necesito a mamá, sus abrazos, sus consejos, aunque tampoco puedo decirle la verdad, sin darme cuenta mi vida se convirtió en una mentira enorme que solo pudre poco a poco la alegría que hay en ella.