Epilogo
El sol naciente será testigo de una de las decisiones más locas que he tomado. Romina sonríe triunfante aun cuando la carrera ni siquiera ha comenzado. Mi firme decisión de no ocupar la residencia disponible para los elegidos por Miguel ha sido de las más criticadas, y aun así todos están aquí, reunidos para observar como un argel y un vampiro buscan demostrar quién es más rápido.
El espacio elegido ha sido el extenso bosque que rodea la academia. Por alguna razón que aún no logro descifrar mi corazón se acelera como intentando avisarme de algo. Intento relajarme, no siempre las cosas tienen que salir mal, repito en mi cabeza como un mantra. Por lo menos mi rostro no me delata en esta ocasión, una sonrisa nerviosa cubre mis labios, la indicada para este momento. El ritmo de los latidos de mi corazón no retoma su normalidad, por más que intento controlarlo, no puedo.
—¿Qué ocurre? —Santiago me abraza por la espalda, pero ni siquiera su cercanía me ofrece seguridad. No entiendo la reacción de mi cuerpo, es como si ninguna de las personas que me rodea me dieran la seguridad y confianza que he sentido en otras oportunidades. Hay algo diferente, hay algo nuevo que no puedo ver pero que está presente en alguna parte del bosque.
—No lo sé —susurro—. ¿Nunca te ha pasado que, por más que te encuentres rodeado de personas, ninguna puede ofrecerte seguridad?
—Eh, no. —Bueno, no le he pregunta a la persona más indicada. Los vampiros de por sí se sienten seguros en cualquier situación, no necesitan tener a nadie para respaldarse—. ¿Por qué te sientes tan insegura? Es solo una carrera.
Esa es una excelente pregunta, si tan solo tuviera una respuesta lógica o por lo menos coherente. Suspiro en busca de aclarar mis ideas. Él tiene razón, es solo una carrera, pero no es la carrera lo que me tiene así, si tan solo pudiera descubrir qué o quién.
—-Ya hemos revisado todos los alrededores de la academia, no hay ningún intruso cerca —explica, pero sus palabras no surgen el efecto deseado.
—Lo sé, sin embargo, no puedo controlar esa sensación de que algo dentro de mí está por romperse en mil pedazos. —Es exactamente como me siento—. Mantente cerca de mí.
No sé por qué tengo la necesidad de saber que habrá alguien a mi espalda, alguien en quien pueda confiarle mi vida.
—Estaré muy cerca de ti, está bien —sus palabras me reconfortan de alguna manera, pero no lo suficiente.
Mientras que todos están a la espera del desenlace de esta carrera, yo solo puedo pensar que al final algo me espera.
—Desconocía esa faceta de ella —digo para cambiar de tema e intentar sacar tanta negatividad de mi interior. Romina se pavonea entre algunos centinelas, mientras que los argeles se mantienen distantes, sin mezclarse con los demás. Los únicos que están fuera de lugar son Dimas y Leonardo, ambos permanecen sentados debajo de un árbol perdidos en una conversación.
—Es algo natural en ella, solo que lo disimula muy bien —argumenta Santiago.
En ocasiones olvido que ellos dos se conocen mejor que nadie.
—Muy bien —la voz de la enfermera los hace callar a todos—. Mejor no seguir postergando el desenlace de esta apuesta. Que comience de una vez.
Justo ahora me gustaría lanzar por el precipicio del bosque a Ronald y Anastasia por haber hecho pública una carrera que debió ser presenciada solo por los más allegados amigos, es decir, solo nosotros, no toda la academia.
La vampira toma su lugar en cuestión de instantes. ¿Cómo voy a ganarle?, ella tiene años moviéndose a una velocidad inaudita. Yo apenas sé que tengo la habilidad dormida debajo de mi piel, y surge en el momento indicado. Espero que este sea uno de estos momentos.
—Suerte, mi ángel —Santiago susurra a mi oído. Mi cuerpo solo siente la gran distancia que se hace en el instante en que desaparece. Dijo que estaría cerca, supongo que ha decidido dar una vuelta antes de que todo comience.
Doy pasos lentos y algo torpes hasta mi lugar. No es un buen comienzo.
—¿Nerviosa? —pregunta Romina a mi lado. Ella sonríe, con los ojos llenos de una adrenalina que aún no experimenta.
—¿Quién no lo estaría en mi posición? —respondo. Ella ríe con ganas, algunos se han sorprendido, otros ni siquiera le han prestado atención. Dimas y Leonardo se han levantado y se alejan por el bosque, cada uno a una dirección diferente.
—Ante todo lo que ha pasado, Dimas no se confía de que han revisado los alrededores temprano, así que estará cerca y el nuevo chico también —dice Romina.
Debería sentirme más tranquila, pero no, esa sensación no me abandona.
Un sonido fuerte da inicio a la carrera, reacciono unos pocos segundos después que Romina. Mi cuerpo se mueve libremente a una velocidad que hace mucho tiempo no sentía, es extraño como logras sentirte liberada al correr a gran velocidad. Los árboles son un visaje, el aire me golpea, pero no me detiene. La vampira me lleva cierta ventaja, pero es como si apenas estuviéramos calentando, lo mejor de ambas aún no ha salido. Me concentro en esquivar los árboles que aparecen de repente delante de mí. La adrenalina recorre mis venas en un estallido de emociones inexplicables, pero nada se compara al placer de volar. Volar es saborear la libertad.
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Editado: 27.07.2021