Capítulo 24:
Vampira enamorada
—Despiértense —el grito de Romina desde algún lugar de la sala me despabila. Observo mi alrededor con desconfianza, mi habitación y mi compañera…
Anastasia se ha levantado de un salto, y en su frenesí por salir de la cama se ha enredado un pie en la sábana y ha caído al suelo. Hemos vuelto a la academia. No más aventuras por un par de días, es lo único que deseo.
Salgo de la cama y me estrujo un poco los ojos. Me siento como si no hubiera dormido nada, como si ni mi mente ni mi cuerpo hubieran descansado.
La puerta se abre, y Romina entra a la habitación en compañía de Paula.
—Buenos días, ¿cómo amanecen? —dice el hada con cautela, como tanteando el terreno que pisa.
—Bien —respondo.
Anastasia, en cambio, hace una extraña mueca con su boca y se pone en pie. El ambiente se ha vuelto tenso.
Romina agarra a Anastasia por los hombros, la hace sentarse en la cama, y se queda al lado como si fuera un guardia. Todavía existen asperezas por suavizar. Guardar un secreto como el de Gabriel ha generado resentimientos entre algunos de mis amigos. Un demonio ocupó el lugar de un argel, y no solo eso, mantener su fachada repercutió en desprecio hacia una población igual de importante que los argeles en la academia.
—¿Cómo te has sentido con las pesadillas? —pregunta sin dejar de mirar con cautela a Anastasia.
Si aún sigue molesta con Paula, no quiero imaginar cómo está con Ronald. Él siempre lo supo, y con todo el papel de superioridad que adoptó el demonio nunca lo delató.
—No he tenido muchas pesadillas. Por el contrario, he recordado algo de mis recuerdos. A mis padres… —explico.
—Es un avance. Dimas cree que puede estimular tu memoria a base de un té. Lo he puesto al tanto de tu situación, es uno de los mejores sanadores que tiene la academia.
Hoy luce un bonito vestido floreado, ajustado a su silueta. Es de un tono oliva, con flores color crema, algunos toques de amarillo y algunos cobrizos. Una abertura en su muslo izquierdo deja ver un intrigante diseño de unas ramas entrelazadas y floreadas. Es como un tatuaje que va desde su tobillo hasta la rodilla. Sus zapatos de tacón alto son gamuzados en un tono crema. Su cabello está perfectamente recogido en un moño sin dejar un solo rizo fuera de lugar.
—Iré a verlo —le prometo.
Esos sin almas querían regresarme a un lugar, a Gabriel también. Necesito hablar con él. La mención del infierno me hace tener miedo, y entiendo mucho menos. Nada tiene sentido.
—Voy a estar fuera de la academia, la muerte del lobo y ahora la de esa mujer que encontraron en medio de la calle… es más delicado de lo que pensábamos. Tendré que ir al consulado para exponer el caso y buscar un poco de información. Gabriel nos ha orientado un poco en cuanto a los extraños símbolos, pertenecen a un idioma demoniaco antiguo. Ismael se quedará a cargo de la academia mientras Emiliano y yo nos encontramos fuera. Cualquier cosa que necesites, Dessire, puedes ir con él.
—¿Tienen alguna idea de por qué los sacrificaron? —me sorprende oír a Anastasia, que parece haberse relajado y estar interesada en el tema de las extrañas muertes.
—Gabriel cree que quieren invocar a un demonio, pero solo con los cuerpos y sin descifrar el significado de las marcas no podemos estar seguros de a quién intentan invocar —Paula explica.
—Nosotros mientras estaremos investigando sobre Dessire a ver si encontramos algo de su existencia —dice Romina.
—Si eso es todo, iré a darme un baño. —Las dejo en la habitación, quiero ir cuanto antes por ese té.
Me deshago de la ropa, y observo mi rostro en el espejo. Sigo estando tan pálida como el primer día, mis ojos grises están sombríos y algo rojos… y de repente solo hay un rostro cadavérico, mirándome.
Me muerdo el labio para no gritar, cierro los ojos con ferocidad. Mis pesadillas no tienen sentido, cada una es diferente y ninguna parece tener relación con las otras. Cuando no estoy escapando, estoy muerta, cuando no estoy siendo atacada, estoy siendo secuestrada. Esa es la última en la lista.
Abro los ojos, y mi rostro vuelve a estar reflejado en el espejo. Pudo haber sido producto de mi imaginación, pero eso no me hace sentir mejor, así que tomo una toalla y la extiendo por encima del espejo cubriéndolo por completo.
Así está mucho mejor.
Abro la regadera y dejo que el agua fría se deslice por mi piel desnuda.
No sé cuánto tiempo llevo debajo de las frías gotas que dispensa la regadera, lo único que tengo claro es que me siento mejor, más relajada.
Encuentro a las chicas en medio de una conversación que muere al cruzar el umbral de la habitación, Romina sostiene un sobre.
—¿Por qué se han detenido? —pregunto.
Anastasia está algo nerviosa, como si estuviera ocultando algo. No es muy buena mintiendo. Lo veo en sus manos, tiemblan un poco. En cambio, Romina solo al principio se vio sorprendida, fue una cuestión de segundos, ahora tiene el rostro de vampira fría de siempre.
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Editado: 27.07.2021