Capítulo 34:
Mis memorias
La negrura del bosque me desorienta, no hay luna esta noche, no sé dónde me encuentro. Aparte de la cabaña solo hay árboles, no he visto sus rostros, pero la voz de uno de ellos me es familiar, hace bastante tiempo los perdí. He perdido mis zapatos, y el frío carcome mis huesos, solo llevo el uniforme del colegio: una falta azul marino y una camisa beis.
Me muerdo el labio para reprimir un grito, algo se ha encajado en mi pie, contengo las lágrimas que han intentado salir desde que me encontré en un lugar desconocido, tengo que ser silenciosa o me encontrarán. Tengo una rama encajada sobre la piel, cerca del tobillo, la tomo y duele. Muerdo más fuerte el labio, una lágrima se escapa y corre por mi mejilla, tomo dos respiros y la jalo con fuerza.
Continúo sin poder afincar mucho el pie herido, mi corazón se acelera cuando escucho unas ramas quebrarse no muy lejos de donde me encuentro, entonces corro. No hay nada donde pueda ocultarme, intento no pensar en el dolor del pie, y sigo hasta ver un arbusto, me escondo tras él.
El terror se apodera de mí, mi respiración es agitada y mis pies arden. Estoy oculta detrás de unos arbustos en completo silencio e intentando respirar, mi cuerpo entero tiembla y no es por el frío de la oscura noche, mis ojos están anegados en lágrimas. Tengo que huir, es lo único que grita mi mente.
Dejo de respirar cuando siento pasos acercándose, y una voz gruesa me llama por mi nombre.
—Dessire —esa voz es tan familiar, pero el miedo no me deja dar con la persona. Solo sé que la conozco.
Cuando lo siento más cerca salgo de mi escondite, y corro.
Mis pies descalzos se lastiman con cada piedra o pedazo de madera que se atraviesa en mi camino, miro por encima del hombro y ese hombre me persigue, no distingo su rostro, pero sé que le conozco. Sigo adelante, esforzando mi cuerpo a que continúe, pero casi no puedo respirar y mis fuerzas menguan cada vez más. Sin darme cuenta tropiezo, meto mis manos y me las raspo al tocar el suelo, desesperada me pongo en pie, entonces él ya está detrás de mí.
Grito desde el fondo de mi alma, pero en este lugar nadie podrá oírme.
Sus manos están sobre mí, grito e intento zafarme de su agarre, pero él es muy fuerte y me alza sobre el suelo. Camina a grandes zancadas de vuelta por el camino que pensé dejar atrás.
Después de tanto batallar solo puedo llorar. Vamos de vuelta a la cabaña, siento una desesperación al sentir sus manos sobre mi cuerpo.
Escucho el crujir de la madera al ser la puerta abierta. Aún sobre su hombro observo con la vista empañada el lugar, es una especie de habitación de madera, solo hay una cama con sábanas amarillentas, en la cual desperté.
Me lanza sobre ella, y se monta sobre mí.
Ya no encuentro mi voz, pero aun así me obligo a gritar y luchar. Sus manos se apoderan de mi camisa, y los botones salen disparados por la habitación, ya mi voz es solo un gemido de terror, me he quedado afónica de tanto gritar, y sus asquerosas manos recorren mi cuerpo.
La puerta se abre, y el otro hombre está allí. Le conozco, somos vecinos, es un par de años mayor que yo. Él asiste a la misma universidad que mi hermana. Su nombre es Arnold, el novio de mi hermana.
—Es hora —anuncia. Hay alguien más detrás de él, pero no logro ver de quién se trata.
—Tú —susurro entre dientes.
—No queremos lastimarte, Dess —dice mientras se acerca a mí, me alejo, hasta que mi espalda choca contra la pared de madera.
—No es lo que parece.
—No tenemos tiempo para esto, Arnold, ella tiene que decidir, y tiene que ser ahora —dice mi agresor, el hombre de cabello oscuro que no deja de mirarme.
—Pero aún no se lo explico —replica Arnold, sin alejar la mirada.
¿Qué se supone que tengo que decidir? ¿Qué es lo que él no me ha explicado?
—Pues ya no hay tiempo, Leila quiere verla —insiste el otro hombre. Arnold se aleja, con el ceño fruncido, pero se aleja, entonces ese desconocido se acerca al borde de la cama y tiende su mano.
—Ven por las buenas, y no te haremos daño —se burla de mí.
No tengo otra opción. Dejo que me ayude a levantarme, aun cuando fue él quien me tiró en la cama. Estando nuevamente en pie, arreglo mi camisa con las manos temblorosas, y sigo a ese hombre fuera de la cabaña. Arnold nos sigue a cierta distancia.
Observo mi alrededor, en busca de una salida. Pero me encuentro tan desorientada que volver a correr sin rumbo por el bosque no me salvará de lo que sea que me espere con esa tal Leila.
—Dess. —Escuchar la voz de Arnold hace que se me erice la piel, el otro hombre avanza frente a mí, tomando senderos serpenteantes entre los árboles—. Decide ser parte de nosotros, no te imaginas lo que les ocurre a quienes se niegan a unirse.
No entiendo de qué habla.
—Sé una chica inteligente, y acepta ser uno de nosotros —susurra muy cerca de mi oído, tanto que siento su aliento contra mi piel.
Una cabaña más grande se alza ante mis ojos, entre los árboles. Hay más hombres rodeando la cabaña, o por lo menos fue lo que pensé, ahora que estoy más cerca de la puerta me doy cuenta que son más bien como sombras deformes que se mueven sin tocar el suelo. Me detengo a observar a uno de ellos, buscando una explicación a lo que mis ojos observan, pero antes de que pueda detallar más a esos extraños seres, el hombre me jala del brazo y me hace entrar con brusquedad. A diferencia de la otra, esta es mucho más amplia, y en vez de cama hay un juego de muebles y una exuberante mujer.
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Editado: 27.07.2021