Capítulo 3.

En el reino oscuro...

          - ¡Mi señor! ¡Mi señor!

La voz del enano sonaba en las paredes del lúgubre y vacío castillo mientras este recorría rápidamente los anchos pasillos del gran edificio en dirección al viejo salón del trono.

Todo se veía más solitario de lo habitual y una sensación extraña le recorría todo el cuerpo cada vez que subía por las antiguas escaleras de piedra, a pesar de que ya las había recorrido miles de veces desde que llegó al palacio.

Cuando estuvo frente a la puerta no dudó ni un segundo en abrirlas de par en par y adentrarse en el interior de la sala casi vacía, si no fuera por un hombre que estaba de pie, a espaldas de la puerta, mirando por el sucio ventanal que tenía justo enfrente y un cuervo negro azabache en su hombro izquierdo.

          - Mi Rey Oscuro, por fin le encuentro. Tengo una gran noticia que seguro que le va a interesar.

El pájaro comenzó a graznar y batir las alas frenéticamente. Su dueño, molesto, levantó la mano y golpeó al cuervo por lo que este salió volando de la estancia aún haciendo ruido. Mientras tanto, el enano esperó impaciente a que el hombre le contestara y, después de unos segundos, este así lo hizo:

          - ¿Cuál es esa gran noticia que me tiene que dar, Jack, que es tan importante como para interrumpirme en plena fase de pensamiento? - preguntó el hombre sin girarse ni hacer ningún movimiento para mirar a la cara al enano.   

          - Señor, el príncipe Jan de Calendra y la joven duquesa Iraidia van a contraer matrimonio, dentro de dos días y, por lo que tengo oído, todos los seres de los Ocho Reinos están invitados. 

Antes de que Jack pudiera advertirlo su amo estaba mirándole fijamente con sus oscuros ojos y una pequeña sonrisa maliciosa en sus finos labios. Empezó a bajar los escalones que llevaban al trono, donde él se encontraba. Los reflejos grisáceos del cristal le acariciaban su fina piel y esto, junto con su vestimenta y el lugar en el que se encontraban, le daban al hombre un aspecto espeluznante y fantasmagórico.

          - ¿Una boda dices? Pues si todo el mundo está invitado... Nosotros no podemos faltar.