Capítulo 6.

En casa de Rufus...

          - Era de tu madre - dijo Rufus -, unos meses antes de fallecer me dio este baúl y con él el vestido. Me dijo que, en una ocasión especial, si ella, por algún motivo, no podía dártelo, te lo entregara yo a ti. Y creo que esta es esa ocasión especial.

Eleein, aún atenta a las palabras del enano, no podía apartar su mirada del maravilloso vestido. A pesar de no tener piedras preciosas ni muchos abalorios como tenían los vestidos que llevaban las damas de la más alta clase era el más hermoso que había visto con diferencia. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, en una pequeña parte por la luz que desprendía la bella tela dorada de la pieza y la otra mucho mayor era por el contraste de felicidad y tristeza que le causaba recordar a sus padres, sobre todo a su madre, que era con la que más unida estaba.

Tocó la tela con delicadeza y su tacto era frío, pero no como el hielo, si no que el frío que desprendía era placentero y relajante, como cuando tocas el agua fresca del río en pleno verano. Al poco apartó la mano y una lágrima salió por fin de su ojo.

          - No puedo aceptarlo, era… Era de mi madre, no puedo ponérmelo. 

          -  Esa es la razón por la que deberías hacerlo, Eleein. - dijo Rufus con una voz suave pero con un toque melancólico - Era de tu madre y por eso deberías llevarlo a la boda. Ella estaría muy contenta por ti si estuviera aquí.

          -  No debería…

          -  Sí, sí que debes. Hazlo por ella, quería que lo tuvieras. Bueno, y hazlo por mí también, me sentiría muy mal si no fueras.

Esto último consiguió arrancarle una sonrisa e Eleein a pesar de toda la tristeza repentina que la asfixiaba.

Esta vez ella se agachó y cogió en sus brazos el vestido. Volvió a verlo y ahora que estaba en sus brazos le parecía aún más bonito que antes, aún que creía que era imposible. Otra pequeña lágrima rodó por sus rosadas mejillas y, después de echarle un último vistazo a la prenda, dirigió la mirada a Rufus.