Con lágrimas en los ojos, tomo mis cosas y marcho. Con el peso sobre mis hombros y la ansiedad saliendo por los poros de mi piel, trato de no perder el ritmo. Sin rumbo alguno, buscando mi camino. El latir precipitado de mi pecho se pierde en el errático paso de mi respiración. Aún con el dolor en las palmas de mi mano, tengo que admitir, que después de un rato, la calma se adueña de mi sistema.Porque,a pesar de todo, me he liberado de las cadenas. Escuchando solo mi propia voz, me adentro al desacierto, que en las penumbras, me siento segura.
Mi andar, que antes carecía de fuerza, se vuelve con determinación en las vacías calles de la ciudad.
Y con solo la luz de la luna, la nube negra de los demás desaparece. Y me dejo guiar por mi instinto.
Entre el sonido de los grillos, caigo, que no importa que tan profunda parezca el agua, que tan fuerte sea la tormenta, o que tan duro sea el camino, y por último, no importa las voces del exterior que confunden. Porque más allá de todo, cuando uno cree
Cuando uno sueña
Cuando uno confía en sí mismo
No hay cadenas necesarias para amortiguar
para paralizar
porque siempre,
siempre
escucharemos nuestra voz
decir basta