Lejos hoy de la ciudad -pero cerca a la vez-,
en medio de todo lo que fue.
Vivir en la muerte es extrañar la vida
que aunque no se haya ido, ya jamás podrá ser.
El querer no es poder –lo he aprendido-,
y que la brisa se lleva las horas del pasado,
que pensar y pensar nunca cambia las cosas,
ni mucho menos sana un corazón destrozado.
Tan cerca de mi nada, tan lejos de mi todo,
tan mío y tan nunca que será;
recordando los días de sol en otra vida,
mientras aquí pronto se anochecerá.
¿Y pensarás en mí? Quizá, si es que fui “algo”,
y si ese “algo” te duele todavía;
si recordando entre el viento de la tarde
en ti sientes, sin saber, melancolía.
Y sin saber qué perder, qué se perdió,
ni mucho menos poderlo reencontrar
seguiré hablando en vano… recordando,
hasta que olvide mi motivo de olvidar.
Y ese eres tú, siempre tú… quizá por siempre;
bendito odio por ti, ¡maldito amor!
Lejos es cerca, pero cerca es aún más lejos,
como el perfume del que añoras el olor.
Anochece la ciudad conmigo aquí,
pero a la vez muy lejos de su andar,
pues permanezco cerca y lejos de ese día
donde logre no poderte recordar.