Requisito absurdo

El verdadero sueño de vida

Ya habían transcurrido cinco meses desde su llegada a Lima y en ese tiempo Fernanda había conocido a varios hombres que cumplían con los requisitos sociales para cortejarla, pero solo uno se decidió a invitarla a cenar para conocerse mejor, fuera del ambiente laboral, cosa que ella aceptó pensando en el requisito absurdo que necesitaba cumplir para ser el futuro reemplazo del Director General Puig. El sujeto era un empresario mexicano que había llegado a Perú gracias a la compañía para la que trabajaba, y, por casualidades del destino, residía en uno de los apartamentos en el mismo edificio donde vivía Fernanda. Durante la velada la empresaria pudo ver varias banderas rojas que la alertaron de que debía alejarse de ese tipo, por lo que no aceptó la invitación de ir a tomar unos tragos a un bar después de cenar, alegando que se sentía cansada. Cuando ya era hora de despedirse, el tipo se ofreció a acompañarla hasta la puerta de su apartamento, cosa que ella no quería, pero no pudo evitar al querer dejar las cosas por la paz. Al pensar que este se iría tras escuchar que ella le agradecía por la velada y le deseaba buenas noches, Fernanda abrió la puerta para ingresar a su vivienda, sin imaginarse que ese tipo aprovecharía su descuido para empujarla y meterse junto con ella al inmueble.

Rey los vio llegar y bajar del auto del sujeto al encontrarse en el estacionamiento del edificio aparcando el vehículo de Los Mendiburu. Al ver al tipo con que estaba Fernanda caminando hacia el elevador, recordó los comentarios de los empleados del edificio que lo acusaban de haber utilizado la piscina común para hacer una orgía con tres mujeres que eran prostitutas que ofrecían sus servicios clandestinamente a unas calles de ahí. Él no podía creer que Fernanda estuviera saliendo con un hombre así, por lo que una alerta despertó en él y corrió hacia las escaleras para llegar al apartamento de la empresaria, deseando que sea ese el lugar al que se dirigían y no al espacio de vivienda del sujeto. Al empujar la puerta que conectaba las escaleras con el último piso del inmueble, Rey presenció el justo momento en que Fernanda abrió la puerta de su apartamento y el extranjero se pegó al cuerpo de esta sin su consentimiento, obligándola a ingresar rápidamente a la propiedad. Imaginándose lo peor, Rey corrió hacia la entrada de la vivienda de Fernanda y empezó a tocar el timbre; al no recibir pronta respuesta empezó a golpear la puerta con furia. El extranjero abrió la puerta luciendo iracundo, pero Rey no le prestó atención y empujó con todas sus fuerzas para entrar al apartamento, haciendo que ese tipo se desplomara estrepitosamente. Cuando su mirada halló a Fernanda tratando de cubrir su cuerpo con los pedazos rotos de su vestido mientras lloraba y temblaba, Rey cayó a golpes encima de ese asqueroso sujeto. El plan de ese tipo era atacarla sexualmente al saber que vivía sola y que, si quería mantenerse en lo más alto del mundo empresarial, nunca abriría la boca para denunciarlo, ya que un escándalo de ese tipo solo acabaría enterrando sus pretensiones de seguir creciendo en lo profesional.

Dentro del terror que sentía, Fernanda encontró una luz de entendimiento y se acercó a calmar a Rey, quien seguía golpeando a ese sujeto, aunque este ya había perdido la consciencia varios minutos antes. Al verla llorando y rogándole que pare porque si lo mataba, por más que ese inmundo ser haya querido abusar de ella, entendió que sería él quien podría terminar en la cárcel, así que Rey se alejó del tipo y la cargó en brazos para llevarla a su alcoba. Fernanda no quería soltarlo cuando este quiso dejarla en la cama. Ella temblaba, tenía miedo y no quería quedarse sola, pero él no podía permanecer a su lado porque hace semanas atrás había reconocido que ella le gustaba y no quería que el sentimiento que empezaba a nacer en él siguiera creciendo porque ambos provenían de mundos distintos, además de que ella nunca pondría sus ojos sobre un hombre de pueblo como él. Sin embargo, se quedó a su lado, sobre la cama junto a ella, abrazándola, hasta que esta se quedó dormida. Luego llamó a los abogados de Los Mendiburu, les contó lo ocurrido y ellos le dijeron que pida una ambulancia, que ellos llegarían de inmediato y se encargarían de que el asunto no pase a mayores y que el sujeto sea deportado al ser un extranjero. Por los años que llevaba trabajando con esa familia, Rey era más que un simple chofer, era el asistente de Don Alejandro al haber estudiado en la universidad gracias al apoyo que este le dio. Tras el accidente que afectó a toda la familia, Rey prácticamente dirigió los negocios con ayuda de los leales abogados hasta que Don Alejandro se acostumbró a su nueva vida y adaptaron toda forma de comunicación al braille.

Cuando Fernanda despertó y recordó lo que había ocurrido al notar los girones de tela de su vestido roto, empezó a gritar el nombre de Rey, quien llegó corriendo desde la sala donde se quedó a dormir. Ella lo abrazó y le pidió que no la vuelva a dejar sola. Él, sin poder controlar el amor que ya sentía por ella, le prometió de la manera más ferviente que el único motivo por el cual no le cumpliría la promesa de quedarse con ella sería que la muerte llegara y se lo llevara. Esas palabras calaron en lo más profundo de Fernanda y le hicieron ver que en ella también había despertado el amor por Rey. Los días pasaron y lo que ambos sentían ya no se podía mantener en silencio. Sus miradas gritaban el amor que se tenían. Al revelarle a Gustavo lo que le había ocurrido, este organizó su agenda y viajó junto a su amado Paul a Lima para visitar a quien consideraba su amiga, y con esa visita Fernanda obtuvo el empujoncito que necesitaba para decidir lo que haría con sus sentimientos por Rey.

  • Te felicito, Fernanda, tu príncipe inca es una belleza –decía Paul a la empresaria, haciéndola sonrojar y que Gustavo riera por la ocurrencia de su pareja tras haberse topado con Rey en el estacionamiento del edificio-. La verdad que no pensé que fuera tan atractivo y masculino, ¡pero lo es! ¿Cuándo le vas a decir lo que sientes por él? –ella lo miraba sorprendida porque a quien le había comentado sobre sus sentimientos era a Gustavo.
  • Yo no tengo secretos para mi amado, Fernanda, así que compartí con él lo que me contaste –soltó de inmediato Gustavo.
  • No te preocupes, Fernandita, que yo no voy a ir a contarle nada a tu Rey, ¡soy una tumba! –a la empresaria le hacía mucha gracia ver a Paul actuar de una manera más suelta y coloquial, ya que lo recordaba luciendo más controlado y serio, como Gustavo, pero en realidad era más femenino y hablador que la máxima autoridad de TeleCom Group.
  • ¿Creen que deba decirle lo que siento? Disculpen mi inseguridad, pero en los asuntos del amor no tengo experiencia –dijo ella.
  • Eres una mujer moderna, independiente y empoderada, ¡claro que debes ir y decirle lo que sientes por él! –aconsejó Paul.
  • Tú no eres de dudar, Fernanda. ¿Acaso algo te detiene? –preguntó Gustavo.
  • Vivo en un mundo gobernado por hombres, en donde, por más poder que posea, tengo que mantener las costumbres sociales que marcan el correcto comportamiento. Una de esas costumbres dicta que el hombre debe tomar la iniciativa en una relación y otra que es necesario que el hombre sea superior que la mujer en lo económico para que la relación sea respetada por los miembros de la sociedad. Rey es el chofer de Los Mendiburu y yo soy la Gerente Regional de una de las empresas de telecomunicaciones más importantes a nivel mundial. No me avergüenzo de él, pero no quiero que los comentarios inapropiados de la gente puedan herirlo porque lo amo –Gustavo y Paul se miraron y sonrieron conmovidos porque aquella mujer que nunca quiso enamorarse lo estaba por completo.
  • Fernanda, la gente siempre va a hablar hagas las cosas como la sociedad dicta o no. Cuando las personas no se ocupan de sus vidas, sino de las de los demás, las habladurías serán constantes, si no lo sabremos nosotros –comentó Gustavo y Paul asintió, ya que por más dinero que ambos tuvieran, siempre habían tenido que escuchar a la gente hablando a sus espaldas.
  • Deja que los cobardes sin una vida propia critiquen y dedícate a ser feliz. Además, nadie se debe enterar que fuiste tú la que se declaró –concluyó Paul y los tres rieron ante la notoria verdad de su comentario.




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