Reservado

Capítulo 4

Pantalón negro, camisa blanca ajustada y un moño bajo, ese es el uniforme de cada noche para la cena. Salgo de la habitación y voy escaleras abajo hacia el comedor para servirla. Menos mal que hoy viene Tony, seguro que hace la noche más amena.

La cena comienza a las nueve en punto así que llego diez minutos antes. Voy directa a la cocina con la intención de ayudar a Eve preparándolo todo, pero justo antes de llegar me encuentro con mamá.

  • ¿Cómo ha ido la cita del abogado? – pregunto cuando llego a su lado.
  • Definitivamente ya estamos divorciados – dice mientras se acerca para darme un abrazo, se separa un poco quedando ambas muy cerca de la otra – Supongo que te encantará la noticia ¿no?
  • Pues sí, mamá. No merecía a alguien tan buena como tú, que quieres que te diga.
  • Cariño, las cosas no son siempre como uno cree – afirma – ni yo soy tan buena ni tu padre es tan malo.
  • Da igual, no tengo ganas de hablar de eso ahora – digo con tono cansado mientras se me viene a la mente algo que no puedo pasar por alto – Por cierto, ¿qué es eso de que vamos a tener a un jugador de papá viviendo aquí y encima le haces descuento? No estamos como para malgastar el dinero y lo sabes.
  • Mira me lo pidió como favor y no iba a decirle que no – alega con un tono más brusco y serio – Dicen que es un buen chico y tampoco es que nos moleste un nuevo cliente, no sé por qué te enfadas tanto.

Honestamente, ni yo se contestar a eso. La presencia de Henry aquí me perturba más de lo que me gustaría admitir y eso no me gusta nada. Se podría decir que me gusta la zona de confort, la adoro, y no quiero que venga nadie a cambiármela o a hacerme salir de ella. Además, que es un buen chico las narices. Si no puede ser más desagradable e inoportuno.

  • Bueno, da igual. Me voy a ayudar a Eve – digo mientras me dirijo hacia la cocina. Entro y me encuentro ya todo preparado con Eve terminando algunas cosas en la sartén y a Violet sentada en la encimera cenando.
  • Mira Kara, me lo ha regalado mamá – exclama Violet mientras me enseña una pulsera con una caracola – Dice que si te acercas puedes oír el mar, pero yo no escucho nada.
  • Será porque debes estar muy atenta – me acerco hasta ella y me siento justo a su lado – Mañana te llevo al cole ¿verdad?
  • ¡¡¡Siiiiii!!! – exclama ella con mucha alegría. Algunos días Eve no puede llevarla al colegio y yo me encargo. Se que a Violet le encanta porque le pongo sus canciones favoritas en el coche, y a mí me encanta verla tan feliz. Siempre hace que el día empiece más alegre de lo normal.
  • Upps, son las nueve así que ya empezamos – digo mientras me levanto dispuesta a servir toda la cena.

Me levanto y cojo una bandeja con los primeros platos dispuesta a servirlos y salgo al comedor. Los primeros que me encuentro son Amanda y Robert que están en su mesa de siempre.

  • Buenas noches, espero que les guste lo que tenemos preparado.
  • Querida, no viniste esta tarde – dice Robert con voz apenada - ¿Te acuerdas de que te dije que teníamos una sorpresa?
  • Cierto, lo siento se me pasó. Llegó un nuevo cliente y tuve que atenderlo. Lo siento de verdad.
  • Ah no te apures – dijo Amanda con un tono más despreocupado – Simplemente tenemos un regalo para ti.
  • ¿Un regalo? – pregunto extrañada - ¿Por qué tienen un regalo para mí?
  • Por ser la niña más buena que hemos conocido nunca – exclama Robert con una alegría desbordante – Si eres mejor con nosotros que nuestros propios nietos.

Diciendo eso último, extiende un paquete en mi dirección envuelto. Rápidamente, comienzo a abrirlo para descubrir un disco de vinilo de Bruno Mars. No me lo puedo creer. Llevaba tiempo queriéndolo.

  • Guau, ¿cómo… cómo sabíais que lo quería? – pregunto tan sorprendida que las palabras se agolpan en la garganta.
  • Lo has dicho en más de una ocasión – afirma Amanda – Te lo mereces más que nadie así que ahí tienes.
  • Dios mío, muchas gracias, no sabéis cuanto lo agradezco – una sensación cálida de plenitud me agolpa todo el cuerpo.  Realmente no estoy contestando como debería, lo normal sería darles un abrazo, algo. Sin embargo, no puedo así que me limito a sonreírles con gran emoción.
  • Venga a trabajar que tu madre te va a reñir – exclama Robert mientras coge su tenedor para empezar a comer.

Con una sensación maravillosa, sigo con lo mío sirviendo la cena a todos los huéspedes.

  • Kara, ¿verdad? – oigo una voz a mi espalda que reconozco enseguida. Corriendo me doy la vuelta para encararlo.
  • Me llaman. ¿En qué puedo ayudarle? – pregunto mientras unos ojos azules me miran con cierto misterio que no sé resolver.
  • Quería preguntarte donde puedo sentarme. La gente aquí parece que tienen sus sitios fijos.
  • Si, más o menos. Mire siéntese aquí – digo mientras le señalo una mesa muy cerca de la cocina – En seguida le traigo la cena.

De forma automática voy a la cocina y cojo todo lo necesario para servirle.

  • Que aproveche – digo marcando una sonrisa fingida
  • Gracias.




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