Capítulo 16
Ya es viernes. Como era de esperar, tengo sentimientos muy encontrados con este día. Primero iremos al partido, hasta ahí todo perfecto, pero luego iremos a la fiesta.
Después de contarles a las chicas todo lo que le pasó a Henry, elaboramos un super plan, el cual Sarah denominó “Joder al cavernícola”, para que Winston de una vez pagase por todas las que lleva haciendo desde que entramos en la universidad y el equipo.
No os voy a mentir, el plan hace aguas por momentos, pero como a cabezota no me gana nadie no pienso dejar que salga mal, ya es un reto personal.
Con vaqueros, la sudadera del equipo y la gorra, aquí estoy tocando a la puerta de Henry. Aunque el pobre no pueda jugar, incluso lleva muleta, no quiere dejar de animar a su equipo desde el banquillo.
- ¿Cómo está mi cojito? – exclamo cuando abre la puerta. Su vestimenta es prácticamente una copia de la mía, exceptuando la gorra que obvia, casi mejor porque ver su pelo en un fingido despeinado es todo un espectáculo al que admirar.
- ¿En serio? – reclama con una sonrisa –. Bueno, al menos reconoce que soy tu cojo favorito.
- ¿Lo dudabas? – pregunto recortando distancias.
- Ni un segundo – su sonrisa se amplía hasta sus orejas, amenazándolo con partirse en dos.
- Eso pensaba – digo entre risas –. ¿Nos vamos?
Henry asiente y, tras cerrar la puerta, vamos hasta el coche. Se podría calificar por un camino bastante animado, bueno como todos ya que, desde hace tiempo, no soy la única que se desgañita cantando en el coche. Hemos sido capaces de encontrar un punto medio en la música que nos hace disfrutar por igual. No sabéis lo que os perdéis sin poder ver a Henry cantar emocionado. Es muy agradable y reconfortante verlo tan feliz riendo y cantando, pero no podemos obviar que un día me va a partir los cristales con tanto gallo. No todo iba a ser bueno, no es malo del todo cantando, pero para tirar cohetes tampoco. Eso sí, estoy tan solo a un paso de conseguir un dueto, todavía no lo he conseguido, pero lo haré. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.
Llegamos al campo y todo es un revuelo de gente. Las gradas están a rebosar, no cabe ni un alma más y todos parecen muy contentos de animar a sus equipos. En los vestuarios la cosa está más calentita. El hecho de perder a un jugador que ha conseguido salvar todos los partidos recientes hace que mi padre nade en nervios, tanto que temo que mate a alguien con la poca paciencia que se carga.
Nada más entrar, veo a Tony junto al resto de jugadores muy concentrado en las estrategias que les plantea el entrenador, Sarah se encuentra al lado de mi padre escuchando como una más y dando algún que otro consejo que no parece sentarle mal al entrenador, de hecho, diría que todo lo contrario. Unos pasos por detrás del equipo está Amy en una esquina ajena a la escena. Poco a poco me acerco a ella mientras Henry se une al resto.
- ¿Nerviosa? – pregunto pasándole un brazo por los hombros y dándole un beso en la mejilla.
- Un poco – admite con su mirada que clava en la mía reflejando todos esos sentimientos –. Hace mucho tiempo que no salgo con nadie.
- Va a ir genial, ya verás – trato de animarla.
- ¿Y tú? – pregunta con preocupación –. ¿Lista para el plan?
- Honestamente no lo sé – admito centrando la vista en el equipo que amenaza con estallar de tanta tensión –. No sé si seré capaz de hacerlo.
- ¿Te soy sincera? – pregunta haciendo que me enfoque en ella mientras asiento –. Todo depende de las barreras que seas capaz de romper contigo misma. Tengo la sensación de que es muy difícil para ti, pero si algo eres es persistente y sé que lo conseguirás.
- Eso espero – digo en un susurro.
- Además, míralo por el lado bueno – ahora es ella la que rodea mis hombros, permitiéndome que apoye mi cabeza en su hombro –. Si lo consigues, no solo habrás jodido al cavernícola, sino que habrás superado un miedo y eso es muy, pero que muy admirable.
- Tienes que prometerme una cosa – vuelvo a levantar la cabeza para mirarla a los ojos –. Y es que no vas a estar pendiente de mí, sino que te vas a ir con Jacob y te lo vas a pasar muy bien.
- Eso está hecho, pero deja que Tony vigile. Sabes que es nuestro protector, como nuestro hermano mayor.
Los jugadores rugen una frase al estilo motivacional devolviéndonos a la realidad. Todos están preparados y van saliendo poco a poco del vestuario. Una vez en el campo, se van yendo a sus posiciones, los capitanes se saludan y Henry, Amy y yo quedamos en el banquillo, mientras Sarah y mi padre van como una pareja de un lado a otro dando indicaciones. Tengo la sensación de que al final estos dos se van a llevar de maravilla.
El partido comienza y así los noventa minutos más largos de mi vida. Sin embargo, esta vez promete ser diferente con el mero hecho de tener sentado al lado a un jugador emocionado y con ganas de ejercer de comentarista.
- Pero bueno, ¿qué hacen? – pregunta muy enfadado –. Si siguen por ahí vamos a perder. Toda la defensa se está centrando en ellos y no hacen la maldita estrategia que les dije.
- Tendrán algún motivo ¿no? – pregunto sin saber que decir.
- Claro que no, pero no quieren admitir que no llevan razón – dice con el cabreo en aumento –. Míralo y dime si no tengo razón.
- Henry, yo de esto no entiendo absolutamente nada – admito mirando su perfil.
- Mira muy fácil – trata de explicarme acercándose para que lo que su mano señala lo vea desde su misma posición –. Nuestro equipo se la pasa todo el tiempo atacando por la banda derecha y si te das cuenta, tienen ya tan cogida las jugadas que las cortan antes de que puedan pasar.
- Entonces, si en un último momento se la pasasen al cuatro y avanzase por la banda izquierda, tendría el hueco libre ¿no? – intento adivinar mirándolo en busca de confirmación, sin darme cuenta de que estamos muy cerca.
- Exacto ¿ves que no es tan difícil? – exclama con emoción y furia mezcladas –. Pero tu padre le da todo lo que quiere a Winston y así nos va.
- ¿Quieres que eso cambie? – pregunto con una sonrisa de lado.
- ¿Qué vas a hacer? – pregunta imitando mi gesto.
- No hay nada que hará más feliz a mi padre que yo vaya a hablarle de fútbol – aclaro mientras me voy levantando. Antes de irme me doy la vuelta y acercándome a su rostro aclaro una última cosa –. Además, no hay nadie que lo convenza mejor que yo, no tengo ni que esforzarme.